20. Pedazos rotos

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Entra a la casa azotando la puerta fuertemente mi Esmeralda llamando mi atención por completo. Hoy a las afueras de la universidad la he visto hablar con un chico nuevamente, no estaban discutiendo pero tampoco se encontraban riendo felices. No tengo idea de quien era y aunque las ganas no me faltan, no puedo hacerle un ataque de celos. En todo el día me ignoró, actuó indiferente como suele ser a veces, y ahora la veo llegar a mi casa. Es extraño pero lo que mas llama la atención y despierta preocupación es su actitud de ahora mismo.

Dejo de lado el computador y me encamino hacia ella viéndola con el ceño fruncido. Tiene los ojos rojos, ha estado llorando. Su rostro me lo asegura. No se encuentra bien, todo de ella me lo garantiza.

—Es mi culpa. ¡Es mi maldita culpa!—grita lanzando un jarrón insignificante al suelo, haciéndose trizas en el descenso. Acorto la distancia acercándome hacia ella con cautela—. Mi hermana está en el hospital porque aspiro la droga que tenía guardada en mi habitación. Casi se muere por mi maldita culpa.—explica al verme acercar hacia ella.

Sus ojos inmediatamente se cristalizan y algunas lagrimas se derraman de ellos, se encuentra con la respiración agitada y temblando. Tiene un ataque de ansiedad, lo percibo porque precisamente esos ataques son los mismo que sufría yo cuando era un adolescente.

La abrazo rápidamente, pegándola a mi pecho y sus lagrimas humedecen mi camiseta. No me importa, lo único que quiero ahora es que mi pequeña este bien. Separa su rostro de mi pecho clavando su triste mirada en la mía.

—No es tu culpa cariño, fue un accidente. No lo sabias, no debes culparte por aquello.—reconforto suavemente. Enredo mis dedos en su cabello y deposito caricias en el. Niega levemente arrugando la nariz.

—Soy una terrible persona.—afirma llevándose las manos a su rostro, sintiéndose frustrada.. Niego rápidamente, no iba a permitir que dijera eso. Ella es lo mejor que me ha sucedido, es la persona que le da color a mi vida, un sentido por el cual vivir. Es la que me hace sentir algo de nuevo.

—¡No! Escúchame Esmeralda, no permitiré que digas eso de ti. No fue tu culpa, no te culpes. ¡Joder! No lo hagas. Pequeña, eres la mujer que le da un sentido a mi vida, que me hace sonreír todos los putos días de mi existencia, gracias a ti aún sigo vivo. No quiero que vuelvas a llamarte así, eres un ángel, mi ángel puro. —aseguro cruzando miradas.

Una puntada se instaura en mi estomago al oír el desgarrador sollozo escapar de sus labios. La acerco a mis brazos presionándola contra mi pecho fuertemente. No me doy cuenta que estoy llorando hasta que una lagrima se derrama por mi mejilla la cual seco rápidamente con mi mano libre. Verla así tan rota me destruye por dentro,

Hoy veo lo que realmente es mi pequeña Esmeralda, pedazos rotos.

Grita, solloza, maldice, golpea mi pecho, cae al suelo de rodillas derrotada y luego se queda dormida abrazada a mi pecho. Aun seguimos sentados en el frio suelo y nos encontramos en una posición incomoda, pero es lo que menos importa. Le seco una lagrima derramada por su mejilla y me quedo viéndole por unos segundos. Sus labios están entreabiertos, sus pestañas húmedas producto de tantas lagrimas y sus brazos me abrazan con las pocas fuerzas que tiene.

La alzo en brazos sosteniéndola fuertemente y me dirijo hacia la habitación donde tantos momentos he pasado con ella. Ella esconde su rostro en mi cuello y su respiración se vuelve mas calmada. Mi pequeña ya se ha dormido. La recuesto en la cama suavemente y procuro arroparla muy bien con las frazadas. Me quito la ropa quedando solo en bóxer y vuelvo hacia la cama acostándome junto a ella. Esmeralda no duda en acercarse a mí pasando un brazo por mi pecho y posando su rostro en mi cuello.

Es tan fascinante dormir con ella, tenerla a mi lado, por primera vez no me siento solo. Paso una mano por su cintura acercándola más hacia mí y deposito una casto beso en su frente. Comienzo a sobarle el cabello e Inmediatamente todo su cuerpo se relaja.

Sé que está rota, sé que esconde algo que no me quiere decir. Sé de tiene tristezas de su sufrimiento.. Siempre lo supe desde que vi aquella mirada vacía de sufrimiento que fue el mismo que me acompaño por años. Nunca lo demuestra, siempre intenta ocultarlo, nunca me cuenta nada de su vida, nunca deja que la vea llorando.

Hoy es el día en que veo quien es realmente mi Esmeralda. Siempre se encarga de demostrar la parte de ella que quiere que veamos pero no su parte rota. No la culpo, sé perfecto que aborrece mostrarse vulnerable, la entiendo porque yo era igual. Callé mi dolor por tantos años hasta que un día no di mas y explote. Eso mismo le ha sucedido hoy a mi pequeña Esmeralda.

Cuando callas ocultando tus sentimientos, todo sale a la luz. Mi Esmeralda se quebró para volverse invencible y yo me encargare de ello.

Lujuria UniversitariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora