7. Cambiante

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Capítulo 7| Cambiante

La fiebre ha bajado un poco, se encuentra menos pálida y débil. No tiene temblores ni escalofríos, eso me tranquiliza. La pastilla que le había echo tomar en mitad de la noche y los paños fríos en su frente, habían funcionado. Aun así, su cuerpo no se encuentra en el calor común de la persona.

Ahora duerme plácidamente en mi cama y yo me encuentro sentado a su lado, observándola dormir. Admiro cada facción de su rostro, cada detalle, cada gesto. Esmeralda durmiendo es simplemente una figura angelical. Sus labios entreabiertos me incitan a posar un casto y corto beso allí. La destapo de las frazadas y me dispongo a quitarle la ropa que lleva puesta desde ayer, dejándola solo en ropa interior.

No es la primera vez que veo su cuerpo. Hace cuatro años, en la habitación del hotel, pude observar su ropa interior de encaje que tan jodidamente sexi le quedaba. Hoy su ropa interior es sexi y tierna, un sostén blanco y unas bragas con dólares pequeños por todos lados. Sonrío inconscientemente al ver aquel diseño de bragas, es ambiciosa y tiene una limitado afecto al dinero. No se avergüenza de demostrarlo.

No es interesada, veo desde lejos su orgullo.

Ladeo la cabeza y me deshago de aquellos pensamientos. La alzo en brazos y me encamino al cuarto de baño. La dejo suavemente en la bañera que yace con agua tibia y vierto en el agua un poco de champo para formar espuma.

Más bien el baño es para bajar la temperatura, no para aumentarla.

Oigo su queja y noto de reojo como se abraza a si misma intentando darse calor. Me disculpo en un inaudible murmullo por hacerla tomar frio, pero el agua tibia casi fría le haría bajar la temperatura. Y eso es lo que necesito sino quiero que vuelva a subir la temperatura y tener que implementar inyectarle medicamentos y drogas por sonda.

Eso la haría sufrir mas además que le dejaría unas pequeñas cicatrices por algunos días en el brazo. Por una simple fiebre, eso no es necesario.

Coloco un poco de jabón en la esponja y enjabono todo su cuerpo, procurando que no quede ninguna parte sin jabón. Su cuerpo se estremece ante mi tacto soltando leves jadeos y removiéndose en el lugar. Le incomoda esta situación, lo presiento. Deslizo la esponja ahora sin jabón y limpio cualquier rastro de espuma en su cuerpo.

La admiro por unos segundos más y agarro una bata blanca que suelo usar para dormir. Le tiendo una mano y con cuidado la ayudo a salir de la tina. Le coloco la bata de baño y froto mis manos sobre sus brazos brindándole calor y terminando con aquel frio que siente.

—Si me dejas con la ropa interior húmeda, lo próximo no será una ardiente fiebre si no un tedioso resfrío. —demanda.

Me siento aliviado al ver que no se encuentra tan débil como hace unos días pero aun así no me puedo confiar. Encorvo mis labios en una sutil sonrisa al escuchar lo que había dicho, me esta dando el permiso de quitarle la ropa interior que se encuentra húmeda proveniente del reciente baño. No lo había hecho porque temía que se sintiera incomoda, pero su respuesta me deja claro que confía en mí.

Y eso me gusta.

— ¿Segura?—insisto dedicándole una mirada de reojo. Abre sus ojos y por primera vez cruzamos miradas. Sonrío divertido instantáneamente al ver como coloca los ojos en blanco.

Por mas que aquello sea un gesto de irrespeto y rebeldía, he extrañado que mi universitaria hiciera aquello.

— ¿Quieres que llene tu casa de pañuelos, virus y estornudos? —ronronea sarcástica. Abro la boca y alzo las cejas incrédulo por su tan directa pregunta. Ese es el carácter tan espontaneo y directo que posee y que causa fascinación en mi. —Eso pensé. —agrega expectante a mi corto silencio. Sinceramente no me molesta para nada volverla a cuidar, mantener su presencia cerca de mí.

Lujuria UniversitariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora