19. Infancia olvidada

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Esmeralda
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Una semana ha pasado desde la ultima vez que he dormido ebria en la casa de Gael, días en los que nos cruzábamos en la universidad y en los que a veces teníamos momentos cariñosos. Es extraño todo esto, como vamos avanzando con lo que sea que hay entre nosotros. Aun no sale de mi mente aquella confesión. "Te amo..." ¿De verdad me amaba? No ha pasado dos meses ni siquiera del tiempo predeterminado que me dio Larissa, la castaña amistosa y ambiciosa.

A la salida de la universidad puedo divisar a un Esteban apoyado en su automóvil lujoso y costoso, fumando marihuana. Al percatarse de mi presencia hace un ademan para que me acercara. Aprieto los labios y con mi semblante serio me acerco hacia él.

—Se puede saber que jodidas haces aquí. ¿Ahora además de narcotraficante eres acosador?—rechisto sarcástica llamando su atención. Ladea la cabeza sonriendo exhalando el humo de la marihuana. Detesto el olor de aquello, a veces pienso que jamás podre respirar aire puro. Por ello cada vez que estoy en la casa de Gael, me vuelvo una extraña adicta a su aroma que inunda su hogar.

—Cuida ese tono de voz, cariño.—advierte autoritario. Ladeo la cabeza colocando los ojos en blanco.—Vine por lo que me debes.—agrega clavando mirada en mía. Muerdo mi labio inferior al escuchar aquello. ¡Maldita sea! Debo hallar el dinero pero aún no lo poseo. No soy millonaria, me es imposible encontrar siete mil dólares de la noche a la mañana.

—Aún no he conseguido el dinero.—respondo poco audible con la mirada baja. Mirar sus ojos es como mirar los ojos del mismísimo demonio. Suelta una risa seca lanzando el cigarrillo de marihuana al suelo y pisoteándolo con su pie.

—¿Que? Dilo mas fuerte, no te he escuchado.—ordena. Clavo las uñas fuertemente en mis manos haciéndolas puños. Me trago todo mi orgullo y repito::

—No tengo el dinero.

—Ya me estoy cansando Esme ¿sabes? Me estoy cansando de que no me estés pagando lo que me debes, de que me uses cuando te conviene. Fui muy benevolente contigo cariño, a nadie nunca le di tanto tiempo de sobra para que me pagara. Y tu, mira como lo desaprovechas.—se victimiza imitando falsa tristeza por mi "decepción". Esteban es un gran manipulador, un experto en moldear las emociones del otro a su merced.

Lo que él no sabe es que yo ya había dejado de sentir hace mucho tiempo.

—Lo siento, solo dame un poco mas de tiempo. Por favor.—suplico clavándome aún mas profundo las uñas en la palma de mi mano. Puedo asegurar que dejaría marca.

—¿Mas del que te di?—cuestiona frunciendo el ceño incrédulo.

—Prometo pagártela. —aseguro. Esboza una mueca de desagrado. Se enojó, lo percibo.

—Dos semanas, si no lo consigues te juro Esmeralda por el mismísimo demonio que vendré por ti y no tendré piedad absoluta en hacerte cobrar las consecuencias.—amenaza apuntándome con el dedo. Muerdo mi labio inferior y asiento. Luego de unos segundos lo veo desaparecer en su automóvil.

Mi respiración se encuentra agitada, los latidos de mi corazón se han acelerado y el sabor metálico de sangre en mi labio inferior se hace presente. Dejo de clavarme las uñas en la mano para luego llevar esta a mi vista, efectivamente ha dejado una leve herida de las uñas marcadas en ella. Esto provoca el gilipollas de Esteban, terror, miedo.

Nunca ha estado tan asustada en mi vida como hoy.

(...)

Entro a mi habitación azotando la puerta fuertemente, los gritos de odio provenientes de mis padres se oyen de fondo. Siento ansiedad por todo lo que ha sucedido en el día, Esteban, las discusiones de mis padres, absolutamente todo. Necesito calmarme para poder pensar estratégicamente como conseguiría el maldito dinero que tantos problemas me trae.

Lujuria UniversitariaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora