Capítulo 2

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— WenQing, dime que el director todavía no llegó— pidió desesperado.

 Llegaba tarde.

 Había tomado más tiempo del que creyó, llegar a su departamento y recuperarse un poco. Además de que, estúpidamente, casi cayó dormido en la tina y no paraba de lamentarse una y otra vez, porque ni siquiera había podido desayunar de forma apropiada debido a la prisa.

— Si quiere se lo digo... pero ya está en su oficina y, para sorpresa de todos, llegó incluso antes que el mismísimo CEO.

 Wei WuXian golpeó su frente contra el escritorio. No era lo que quería escuchar. No en un día como ese.

 Todavía no superaba lo sucedido en la mañana. Aquel extraño chico que lo llevó a su casa y lo cuidó, aunque también lo reprendió con severidad. Y ahora perdió la oportunidad de presentarse correctamente ante el nuevo director.

 Este debía ser algún castigo divino.

— ¿Cómo es él?— preguntó seriamente, preocupado y curioso. Sobre todo curioso.

— Él es... joven y guapo, como un perfecto modelo de revista —murmuró su secretaria de forma soñadora—. Aunque exuda una aura imponente. Es realmente inexpresivo y frío también. Como un príncipe de hielo.

 Esa descripción no le servía del todo.

 Lo que menos quería saber era si estaba bueno.

— Oh... y preguntó por usted— añadió la chica.

Eso era realmente importante. ¿Dónde estaban las prioridades de esta mujer?

— Tengo que ir a verlo— susurró palideciendo. Temía una fuerte reprimenda.

 Había preparado un plan perfecto en su mente y todo se fue al demonio porque su jodido cuerpo no pudo resistir la presión unos momentos más.

 Todavía se sentía físicamente destruido y mentalmente agotado, aunque esperaba, casi con ansiedad, que no se le notara en el rostro y frente al nuevo director. Odiaba la idea de darle una mala impresión.

— El director dijo que no recibiría a nadie aún.

 Wei Ying volvió a darle un cabezazo al escritorio haciendo que una marca roja apareciera de lo fuerte que fue ese golpe esta vez. Absolutamente nada le estaba saliendo bien.

— También hizo que nos entregaran un desayuno a todos en redacción y prácticamente nos obligó a acabarlo—dijo la chica un segundo más tarde—. Fue muy estricto con eso. Espere un minuto —saltó con prisa—. Tengo que traerle el suyo antes de que me despida por eso.

 Su secretaria salió casi corriendo y volvió enseguida con una bandeja enorme.

— Todos se sintieron envidiosos de usted —añadió en un susurro la chica—. Nadie más recibió uno tan completo. Incluso tiene costosos tónicos y vitaminas de todo tipo.

 Wei WuXian se sorprendió y se sintió algo desconcertado. La bandeja estaba llena a rebosar de comida que lucía apetitosa y saludable. Su estomago rugió de alegría. Recordó brevemente que todo lo que tenía en él, era el sándwich de la noche pasada.

— Wow... —murmuró vacilante, pero atacó de inmediato y sin dudar un solo segundo—. Es-esto es demasiado, ¿por qué haría algo como esto el jefe?— preguntó confuso y con la boca llena a reventar de la deliciosa comida.

— Nadie lo sabe —se encogió de hombros la chica—. Quizás es algún soborno —aventuró repasando mentalmente las actitudes del joven—. O quizás solo sea una buena persona que se preocupa por sus empleados.

 Wei WuXian sonrió burlonamente.

 No estaba en los genes de la familia Lan preocuparse por seres inferiores, y dudaba que el joven director fuera muy diferente a su tío.

— Estoy muy intrigado por saber como es él, ¿de verdad no puedo ir a su oficina?

 Ella negó silenciosamente.

— Según su secretaria está revisando expedientes. Muchos trabajadores están asustados a muerte de que pueda despedirlos.

 El chico maldijo en voz baja. Lo que la revista necesitaba eran nuevas ideas, no personal nuevo. Ya le comenzaba a doler, de manera fuerte y punzante, nuevamente la cabeza. Como editor principal tenía que hablar con el nuevo jefe e iría en ese preciso momento, se decidió. Tanto lo quiera aquella persona como no.

 Alguien tocó la puerta, en medio de aquellas cavilaciones.

— Disculpe, el nuevo director quiere verlo.

 La chica parecía algo alterada y Wei WuXian entró en pánico.

 Se levantó de un salto, con sus piernas débiles y su estómago, ahora revuelto, le dio un pesado vuelco. Tal vez no debió comer tanto.

 Su cabeza era un caos.

 Era considerado el mejor en la empresa no podían despedirlo así como así, ¿verdad? ¿verdad?

 Suspiró dramáticamente y se dirigió con pasos decididos a la oficina de su superior. Golpeó suavemente a la puerta temblando de forma interna. No podía controlar su cuerpo y los nervios lo estaban consumiendo.

— Adelante— contestó una profunda voz desde adentro.

 Volvió a suspirar larga y profundamente antes de entrar.

 Ni bien traspasó el umbral se quedó totalmente de piedra, su estómago dio una gran y repentina voltereta y creyó que podría volver a desvanecerse ahí mismo. Esta vez de la impresión.

 El chico del que había escapado esta mañana estaba sentado en el escritorio que sería del nuevo jefe, con una firme y desconcertante mirada en su imperturbable rostro.





 Esta debía ser alguna mala broma del destino.

Caos en la oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora