Capítulo 12

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 Wei WuXian se negaba a abrir los ojos. La cabeza lo estaba matando del dolor y sentía la boca pastosa y horriblemente seca. Hacía tiempo que no tenía una resaca tan jodida.

 De pronto recordó.

 El descarado coqueteo de Jin GuangShan, la oportuna llegada de su jefe, que detuvo el coqueteo descarado, pero que estúpidamente arruinó el negocio que tanto trabajo le había costado realizar, y algo aún peor. El aroma a sándalo lo envolvía deliciosamente, y sabía que no necesitaba abrir sus ojos para saber donde se encontraba en esos instantes. Por eso más que nada se negaba a abrirlos, evitaría aquello tanto como pudiera. No quería ver la terrible y aplastante realidad.

 Quería ahogarse y morir entre los mullidos cobertores, antes que volver a ver la cara de su jodido jefe.

 Mantuvo los ojos fuertemente cerrados mientras agudizaba su oído, quizás tendría suerte y podría escapar en el momento que Lan WangJi usara el baño o algo así. Sin embargo, mientras pensaba en ello, oyó la puerta abrirse y escuchó un sonido que lo desconcertó. Un traqueteo bastante extraño... era como si entraran dando pequeños y juguetones saltitos a la habitación.

 Pretendió seguir profundamente dormido a la vez que las pisadas se hacían más cercanas, hasta detenerse muy cerca de la cama donde se suponía que estaba tranquilamente descansando. Inmediatamente después escuchó la voz de su jefe, grave y firme, pero con sedosa suavidad.

— Maldición JingYi... vas a despertarlo, ¡sal de aquí!

 No lo vio pero podía jurar que la persona que se había detenido a su lado saltó en su sitio del susto.

— Lan Zhan, ¡me asustaste! —dijo en un susurro apenas audible y podía sentir que su intensa mirada permanecía fija en él, y quemaba su rostro—. No puedo creer que sean tan parecidos... incluso sus labios. Creo que ahora realmente te entiendo.

— JingYi... fuera— gruñó con aspereza y el chico obedeció a regañadientes.

— Ya entendí, ya entendí... quería echarle una ojeada simplemente. Tengo que admitir que me sorprendí mucho, son tan parecidos. Oye el chico no tiene un pasado oscuro, ¿no? ¿o un gemelo?...

 Wei WuXian sólo abrió sus ojos cuando las voces se oyeron bastante más lejos. Definitivamente estaba en el departamento de su jefe y eso lo hacía querer golpearse de forma repetida hasta hacerlo despertar, porque su corazón se estremeció y dolió al mismo tiempo.

 ¿El chico era el mismo niño ruidoso que se pegaba como pegamento a su jefe en la oficina? no quiso detenerse a pensar pero, ¿qué significaba esa singular conversación? ¿el niño quería verlo a él?... ¿a quién carajos se parecía?

 Se quejó débilmente.

 Le dolía la cabeza de una manera espantosa. Sentía que su hinchado cerebro se presionaba contra el cráneo dolorosamente, pero agradecía en su interior no ser de los que botaban todo lo que tomaban.

 Aunque eso no le quitaba la sensación de pateticidad que sentía de sí mismo.

 Resistió el impulso de quedarse un rato más así, fingiendo que estaba muerto, y se sentó en la cama resignado. Todo aquello se sentía como un gran desastre.

 No podía creer que se había embriagado y que terminara una vez más en la cama de su jefe. Casi sonrió estúpidamente porque, incluso el pensarlo así, sonaba mal. Era demasiado extraño, porque en realidad solo había dormido, aunque algo dentro se resentía porque ansiaba mucho más.

 Se reprendió duramente en su cabeza.

 El niño asomó su cabeza por la puerta de forma repentina y fue inútil fingir absolutamente nada.

— ¡Despertaste!— vociferó alegre y demasiado amigable, aunque su grito se sintió como un golpe a su desintegrado y muy sensible cerebro, pero Wei WuXian solo sonrió viéndose bastante avergonzado.

 Asintió inseguro mientras él se desenvolvía con grácil naturalidad y seguridad en la habitación, buscando quien sabe que cosa.

 Lo observó bien, era el mismo chico hiperactivo que vio en el trabajo, pero ahora que lo tenía cerca parecía muy joven. Mucho más joven de lo que creyó. Casi un niño. Lan WangJi no era tan deshonesto, o eso creía, pero joder, hasta parecía que era menor de edad.

 El chico dejo de revolver varios cajones y se acercó nuevamente, ahora con unos analgésicos, algo de agua y una deslumbrante y brillante sonrisa en el rostro.

 No podía negar que parecía un chico, por lo menos, agradable.

 Quiso agradecer pero ningún sonido salió, aunque él entendió inmediatamente.

— Eres el famoso Wei Ying, ¿verdad? —dijo sentándose en la orilla de la cama y sorprendiendo a Wei WuXian al punto de ahogarse repentinamente—. Oh, lo siento —le golpeó amablemente la espalda debido a que este tosía de forma escandalosa, mientras WuXian pensaba totalmente desconcertado acerca de que demonios era lo que sabía el chico exactamente. Él pareció notarlo y agregó de prisa—. No es como si Lan Zhan fuera a contarme algo... solo lo deduje por un par de coincidencias.

 Wei WuXian no entendía nada y al parecer esto no se transmitía a su rostro, porque el niño seguía hablando sin parar.

 Tenía unas inmensas ganas de silenciarlo y preguntar a quién se parecía, pero si lo hacía quedaría al descubierto y creía que, hoy por lo menos, había cubierto su cuota de pateticidad diaria. Además él parloteaba sin cesar y no podía seguirlo, dijo algo de Londres, de su padre y de Lan WangJi. Pero le fue imposible ordenar todo lo que decía. El embotamiento de su cerebro no le dejaba acomodar las frases y se terminaba perdiendo la mitad de las mismas en la nada.

— JingYi, lo estas mareando —la voz de su jefe detuvo la charla unilateral y sin sentido del chico—. Si quieres hablar con alguien deberías llamar a tu padre, aún debe pensar que te secuestré o algo por el estilo.

— ¡¡Pero Lan Zhan!! —abultó sus labios infantilmente— me dijiste que no le preguntara nada y no lo hice, ¿no es cierto?

 Asintió, pero la verdad no tenía ni la más mínima idea de lo que el chico hablaba. Igualmente Lan WangJi lo echó, lo que no impidió que este hiciera un pequeño berrinche colgado de su brazo.

 Wei Ying decidió que no podía quedarse por más tiempo allí. No podía seguir viendo como WangJi se comportaba de una forma tan cercana y le sonreía con los ojos de una forma tan malditamente tierna. Se veía bastante feliz y realmente, no quería verlo.

 Se levantó presuroso y tomó sus cosas, agradeció y salió corriendo. Hizo a un lado la dureza y gelidez en la mirada de su jefe y el rostro totalmente confundido del niño.


 Ya muy lejos de allí se sentó en una solitaria banca. Era un idiota, y las estúpidas lagrimas seguían cayendo aunque las limpiaba una y otra vez furiosamente. Dejó de secarlas cuando notó que era inútil tratar de contenerlas, y miró al cielo que empezaba a aclararse con paciente lentitud.

 Sonrió de forma cínica. Era el tercer amanecer que veía luego de escapar corriendo de la casa de su jefe, aunque el de esa mañana se veía lucía deslucido y apático, casi combinaba con su estado emocional.

 Seguía aturdido por el alcohol, solo eso podía hacerlo admitir que su cuerpo se llenó de celos cuando vio la maleta del niño en la habitación de Lan WangJi, y dolía. No sabía que dolieran tanto los sentimientos, y joder ¿desde cuándo tenía tantos por su jefe?

 Tenía que arrancarlos antes de que terminaran afectándolo seriamente, pero por el momento y sólo por aquel pequeño instante de debilidad se dedicaría a llorar un poco más. Iba a vaciarse con sollozos ahogados. Luego vería como hacer para ver el rostro de su jefe con naturalidad.


 Sus humedecidos ojos le impidieron ver a esa persona que en la distancia lo observaba con preocupación.




Caos en la oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora