Capítulo 33

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— Señor Lan, ¿ha visto los informes de venta de este mes?

 A Lan WangJi su secretaria siempre le pareció algo impertinente y demasiado alegre para su gusto, pero debía admitir que se había ganado su confianza y respeto al soportarlo en el peor momento de su insipiente carrera como director de la empresa.

 Sus ojos la miraron fijo de una manera tan sincera y deslumbrante que terminó asustando un momento a la chica.

— ¿Porqué suena a que no esperaba que quedáramos en tercer puesto como lo más vendido esta vez?— dijo él haciendo que la chica frunciera ligeramente el ceño.

— No se equivoca...—masculló ella y el entrecejo de Lan WangJi se frunció dubitativamente en su expresión—. En realidad, confiaba en que conseguiríamos el segundo lugar este mes.

 El leve aturdimiento voló en WangJi y la sonrisa de la mujer se volvió aún más brillante.

— Tomaremos el primero señorita Luo, de eso no tenga dudas.

 Los ojos de ella se entrecerraron aún más alegres al sonreír.

 Sabía que si había alguien que pudiera conseguirlo sería el dúo Director/Editor principal. Estaba firmemente segura de ello, y creía ser una de las pocas personas que sabían la verdadera naturaleza de esa única y tan perfecta química entre ambos. Aunque jamás saldría una palabra de sus labios.

 Sacudió su cabeza. No era algo en lo que debiera entrometerse tampoco. Tenía sus propios y complicados asuntos románticos que resolver.

— ¿Señor?, hemos oído que padece de anemia, ¿no debería estar descansando en estos momentos?

 Su tono de cortés y preocupado reproche lo tomó desprevenido. ¿Quién les habría dicho? ¿Wei Ying?.. ¿Aún seguía preocupado por el desmayo del día anterior?

 Quería reír. Reír fuerte. Su preocupación lo hacía feliz. Todo lo que tuviera que ver con él lo hacía estúpidamente feliz.

— Al parecer está usted bien... —dijo ignorando su ensimismamiento momentáneo y el brillo cegador en su mirada— supongo que tiene quien lo cuide aquí en el trabajo—. Añadió la muchacha de forma distraída, mientras retiraba del escritorio los documentos revisados y los restos de un frío café.

 Su emoción se desintegró lenta e inevitablemente, porque esa chica comenzaba a dar miedo.

— Ya váyase, y no regrese hasta tener las estadísticas actualizadas del informe que completé en el viaje— dijo volviendo a su fachada de jefe frío e intratable.

 Cuando salió, felizmente risueña, él revolvió su cabello en un gesto descuidado, pensando seriamente que no dejaría a la chica pasar su tiempo libre junto a la secretaria Wen, porque sinceramente la estaba convirtiendo en un verdadero y aterrador demonio, a su viva imagen y semejanza.

 Resopló fuerte pero entretenido.

 Debería sentirse algo débil y sin embargo, no era así.

 Estaba de un humor extraordinario. Se sentía totalmente renovado y entusiasta, aunque nada de aquello se reflejara en su semblante. Realmente no veía la hora de acabar con el trabajo, buscar a Wei WuXian y llenarlo de besos a escondidas.Un golpecito en la puerta desvió sus pensamientos. Esos pensamientos inapropiados que no debería tener en el trabajo, pero sabía que no podía evitarlo si el chico ocupaba todos y cada uno de ellos.

 Wei Ying se deslizó dentro de la oficina cuando oyó su consentimiento. Tenía el rostro violentamente sonrosado y la vista vuelta hacia el suelo, casi temeroso de levantar su cabeza y encontrar sus ojos.

 Una visión extraña, pero tan endemoniadamente adorable que su corazón pateó fuerte.

 Quería comérselo a besos. Quería devorarlo. Definitivamente hizo bien en resistirse a verlo en las horas de trabajo. No sabría que hacer o como controlar sus manos que querían tocarlo, asegurarse que era real... y que era suyo. Tragó grueso, como un hambriento animal observando a su ingenua presa.

 Fue hacia él, atraído como un maldito imán.

 Le levantó el rostro y buceó en sus ojos por eternos segundos. No se cansaría nunca de verse reflejado en su bonita mirada.

 Su mano se deslizó desde su mentón donde lo sostenía suavemente y bajó con lentitud hacia su garganta. Rozó con sus dedos la larga cadena de plata en su cuello y tiró de ella hasta sacar de debajo de su camisa un anillo que brillaba con cegadora intensidad.

 Su anillo de compromiso.

 Ese anillo que había diseñado a su medida en aquel viaje. Esa sortija que era para él y sólo para él, y que había perdido su oportunidad de entregarle como regalo, pero que ahora tenía un significado más grande.

 El accesorio colgó entre sus dedos y Wei Ying se estremeció visiblemente.

— Lan Zhan... Er-ge..— su voz se perdió en un casto y tierno beso que le robó Lan WangJi incapaz de contenerse ya más.

 El chico sonrió sobre sus labios y volvió a cubrir su boca, con un movimiento suave y más profundo. Robando su aliento y consciencia. Dejando su piel hormigueante y sus piernas débiles.

 Se separó ligeramente con un suave mordisco y Wei Ying siguió su boca cuando quiso despegar sus labios, inclinándose hacia adelante, buscando más de ese dulce y exquisito néctar que eran los deliciosos labios de Lan Zhan.

 Se sintió contrariado por caer tan fácilmente por la boca del chico.

 Su rostro se volvió aún más rojo. No estaba allí para perder la cabeza con los besos de su prometido, y sin embargo, su mente se había quedado en blanco cuando sintió la ligera y suave caricia de sus labios demandantes.

 Se odiaba por ser tan condenadamente débil y por ceder con increíble y descarada sencillez ante él.

— Estamos en el trabajo— dijo en un contenido murmullo dando un paso hacia atrás. No se lo decía al chico. Honestamente, era un recordatorio para si mismo.

 Lan Zhan asintió de igual modo, llevando inconscientemente una mano a su corazón, que latía locamente desenfrenado haciendo presión contra sus costillas.

 Wei Ying permaneció por varios segundos desorientado, hasta que recordó el motivo por el que había decidido ir, en realidad, hasta su oficina, y sus mejillas se calentaron luciendo de un ardiente y hermoso carmesí.

— Voy a salir antes del trabajo... mmm ¿Lan Zhan? —murmuró al notarlo algo aturdido—. Voy... voy a estar esperándote en mi departamento.

 Le robó un corto y fugaz beso y se escapó veloz, sin siquiera escuchar su respuesta.

 Lan WangJi no reaccionó instantáneamente. Se quedó por un largo rato en la misma posición sin hacer otra cosa más que respirar pausadamente, hasta que sus piernas se debilitaron y cayó suavemente hasta el frío piso con el rostro tapado con ambas manos... totalmente sorprendido y conmocionado.

— ¿Por qué es tan malditamente adorable? —susurró con una extensa sonrisa, fuera de sí y tan aterradoramente enamorado que creía que su corazón se saldría— y... ¿qué cosa extraña estaría planeando?...

Caos en la oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora