Capítulo 32

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 Las lágrimas seguían cayendo insistentemente por el rostro de Wei WuXian sin poder evitarlo, y sin poder deshacerse de ellas. Su garganta y pecho dolían por intentar contener los desgarradores sollozos, y dolía. Joder, dolía tanto.

 Se sentía devastado e inmensamente inútil, sabiendo que lo único que podía hacer en ese momento era esperar y eso lo estaba matando. No podía creer que en un frágil segundo toda su vida se viera tan jodidamente abatida y destrozada.

 ¿Por qué el destino se empeñaba en hacerlo sufrir de esa cruel manera?

 Inesperadamente fue sujetado por unos fuertes brazos y atraído hacia un cuerpo duro y desconocido en un asfixiante y mudo abrazo. La penetrante y fría colonia lo confundió apenas unos segundos y, al reconocerla, el apretón se volvió reconfortante. No era una persona desconocida después de todo.

 Un angustiante sollozo rompió en su garganta, y las gruesas lágrimas se descargaron aún más furiosas y descontroladas.

— Él va a estar bien... es extremadamente fuerte— la voz preocupada y cálida de Lan XiChen mientras acariciaba mecánicamente su cabeza, debiera resultar confortante y calmarlo, sin embargo, el desconsolado y tembloroso cuerpo de Wei WuXian no cesaba de sacudirse con cada apagado lloriqueo.

 Dolía. Sus ojos y garganta ardían. Su pecho se apretaba hiriéndolo profundamente con cada pesado latido, y sus pensamientos lo lastimaban con angustiantes recuerdos.

 Habían pasado por tanto en tan poco tiempo, y no quería que todo acabe así. No lo permitiría.

 Secó su rostro y se despegó suavemente de los brazos del hombre que se parecía tanto a Lan Zhan, y a la vez era tan diferente.

— ¿Dónde está él ahora?— preguntó Lan Huan mirando la cama vacía y haciendo acopio de todas sus fuerzas para no flaquear ante el chico.

— Lo llevaron a hacer más pruebas... el... el médico dijo que... —tragó un apretado nudo que no le dejaba continuar— dijo que había una mancha en la resonancia... él... él cree que el cáncer podría haber vuelto— terminó con varias lágrimas que, aunque había intentado contener, habían escapado silenciosas.

 Lan XiChen asintió dolorosamente cansado y débil. El dolor en su mirada era tan desgarradora como, estaba seguro, lo era el recordar a Lan Zhan de niño luchando con esa terrible enfermedad, que lo había dejado peligrosamente cerca de la muerte. Se lo veía honestamente destruido, pero aún así enjugó cariñosamente las lágrimas de Wei Ying casi de forma paternal, y su gesto enterneció indeciblemente al chico.

 Este hombre había sufrido por su hermano y quizá tenga que pasar nuevamente por ello, ¿y estaba consolándolo a él?

 ¡¿Por qué sentía que era tan asquerosamente vulnerable?!

 Si Lan Zhan lo necesitaba, él sería fuerte.

 Le sonrió valientemente a aquel hombre. Sabiendo que lucía más confiado de lo que en realidad se sentía, pero secó su rostro, apenas más tranquilo y determinado, decidido a ser el soporte de Lan WangJi. No era momento para verse frágil y derrotado.

 La sonrisa de Wei Ying vaciló por una fracción de segundo en sus labios cuando vio a Lan Zhan regresar. Su pálido semblante provocó que su corazón se apretara, pero por lo demás estaba brillante. O eso era lo que quería demostrar.

 Wei Ying y el hermano del chico sabían que él, más que nadie, estaría destrozado por dentro, y aparentar esa falsa tranquilidad sólo los hería más.

— ¿Qué han dicho?— preguntó incapaz de mantener la maldita calma.

 Los labios de Lan WangJi se curvaron en una lánguida y vacilante sonrisa ante su desesperación.

— Es temprano aún para los resultados de la biopsia— dijo limpiando una lágrima rebelde de su mejilla y mirándolo largamente—. Ya no te veas tan preocupado, voy a estar bien... —sus ojos brillaban débilmente y su voz sonaba apagada—. Solo me veré un poco más delgado... un poco débil... y calvo— le sonrió.

 Una sonrisa tenue y vacía, que estremeció a Wei Ying. Ni siquiera pudo notar que Lan Zhan había dicho una broma.

— Estaremos aquí —dijo Lan XiChen—. ¿De acuerdo? Venciste esto una vez. Puedes hacerlo de nuevo.

— Así es, no permitiré de ninguna manera que te rindas— le sonrió Wei Ying y la sonrisa vaciló en un compungido gesto que lo desarmó y lo conmovió.

 Tenían razón. Con Wei WuXian y el apoyo de su familia, podría afrontar otro ciclo de quimioterapia, si tenía que hacerlo.

 Sería egoísta una vez más. Sólo necesitaba al chico a su lado para afrontar lo que fuera.

— Buenos días, señor Lan— dijo el Dr. MengYao mientras entraba a la habitación un par de horas más tarde.

— ¿Tiene los resultados? —preguntó Wei Ying ansioso, impaciente e infinitamente aterrorizado. La mano de Lan Zhan firmemente sujeta en la suya, contuvo un ligero temblor. Él también se veía impaciente. Más que eso, nervioso.

 El amable profesional les sonrió brillantemente dejando ver un lindo hoyuelo en su mejilla.

— Las noticias que les traigo son excelentes. La mancha sospechosa finalmente sólo era tejido denso de la cicatriz. Lan WangJi... no hay signos de cáncer en lo absoluto.

 Las piernas de Wei Ying casi ceden al debilitarse en ese instante. Lan Zhan estaba sano. Completamente sano.

 Su visión se volvió nula al ser atrapado por el fuerte y poderoso abrazo de WangJi, que casi lo derriba, mientras él lloraba escandalosamente con el rostro escondido en su hombro. Sus tontas lágrimas se descargaron como cataratas de felicidad, aunque sabía que se trataba de toda la jodida tensión acumulada.

 Lan WangJi sintió también que el alivio fue apabullante. No había notado antes lo aterrado que se encontraba.

 Había tenido tanto pero tanto miedo.

 Miedo de no poder resistir esta vez. Miedo de ser consumido por la enfermedad. Miedo de hacer algo tan estúpido como alejar a la persona que amaba en un intento por evitar que lo viera de esa forma lamentable en la que lo dejaban los tratamientos, porque sí, la idea había pasado por su cabeza, y la había considerado seriamente antes de ver el rostro de Wei WuXian lleno de preocupación.

 Aunque sabía que no podría hacerlo. ¿No había aprendido nada cuando Wei Ying, de manera tonta, se apartó de su lado? ¿Cómo podría respirar siquiera si el chico no estaba con él?

 Tomó el rostro de Wei WuXian y lo llenó de pequeños besos, sorbiendo sus lágrimas, abrazándolo con fuerza y llevándose lejos todo lo malo que había pasado, que finalmente sólo se trató de una horrible y breve pesadilla.

 No supieron cuanto tiempo estuvieron así, pero cuando la calma volvió, Lan XiChen y el Dr. MengYao ya no estaban en la habitación. No era como si les importara demasiado tampoco. Necesitaban un poco de intimidad.

 Se miraron por mucho tiempo a los ojos. Y se besaron por largos y lentos minutos también. Agradecidos ambos por tenerse mutuamente, y Lan Zhan creyó que ya no había motivos para alargar una situación que sólo sería una perdida de tiempo, por eso levantó el mentón de Wei Ying e hizo que sus ojos lo observaran directamente a él y sólo a él, y con un grave y contenido murmullo le dijo:

— Quiero que te cases conmigo...

Caos en la oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora