Capítulo 37

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 Sus ojos se cerraban solos una y otra vez del cansancio, mientras su cuerpo dolorido aún sentía los dulces vestigios de una noche larga y deliciosa. Una increíble noche, pensó descaradamente.

 Una perezosa sonrisa tiró de sus labios ligeramente hinchados y el escozor recorrió su cuerpo cuando intentó desperezarse suave. Dolía. Diablos sí, pero era un dolor tan jodidamente placentero que gimió inconscientemente del gusto.

 Le dio una larga mirada al rostro apuesto de Lan Zhan a su lado en la cama y a esas marcas de besos que le dejó en su blanca y tersa piel, y sonrió secretamente complacido. Le depositó un suave beso sobre los labios y marchó hacia el tocador dejando salir algún que otro quejido involuntario en el camino, pensando seriamente en suprimir a su tonta boca que le encantaba provocar al chico.

 Adormilado cepilló sus dientes, refunfuñando torpemente contra si mismo, porque no podía despertarse del todo aún. Tan aletargado y somnoliento se sentía que ni siquiera reaccionó cuando un par de manos grandes y suaves reptaron con naturalidad sobre su vientre. La barbilla de Lan Zhan se colocó dulcemente en su hombro y su aroma llenó de forma exquisita sus sentidos. Abrió sus ojos lentamente y vio el reflejo en el espejo de los ojos resplandecientes del chico sobre él. Se sintió dichoso e inmensamente afortunado.

 Amaba tanto a ese hombre.

 Lan WangJi repartió débiles besos en su hombro y cuello, y Wei Ying ladeó ligeramente el rostro para plantar un suave beso de buenos días en sus labios. Sus besos sabían dulces y exquisitos, también ligeramente picantes debido al sabor mentolado presente de la pasta dental, y volvió a sonreír.

— Te ves tan relajado y feliz— murmuró Wei Ying con una sonrisa deslumbrante y coqueta, y sintió la ligera presión de sus brazos al tomarlo aún más posesivamente.

— Tengo muchos motivos para serlo —le dijo Lan Zhan en un susurro ronco y deslizó distraídamente sus dedos por el anillo de compromiso que lucía en la garganta del chico para luego repasar el suyo en su dedo anular.

 Wei Ying le sonrió estúpidamente, y tan resplandeciente que todo su interior se estremeció.

 Lan WangJi sintió un duro y aterrador latido golpear con intensidad en su pecho y gruñó. Era tan hermoso y adorable, y se veía tan extremadamente perfecto entre sus brazos. Lo apretó más fuerte contra sí. Quería sentirlo por completo. Quería fundirse en él. Estaba decididamente perdido por él.

 Besó con tierna suavidad su garganta, sintiendo el acelerado golpeteo de la sangre correr bajo su lengua.

 Su aliento salió en un gemido tembloroso.

 Cada centímetro de su piel era tan adictiva que sentía que su corazón no lo soportaría.

 En segundos la ternura desapareció, y solo quedó una pura y descontrolada pasión. Mordió su hombro y garganta ansiosamente. Endiabladamente hambriento de su cuerpo.

 Las manos que tomaban su cintura cobraron vida y en un instante le bajaron el pijama, haciéndolo caer en un bulto desordenado sobre las blancas baldosas. Wei Ying cerró sus ojos nuevamente y echó su cabeza hacia atrás mientras sentía las manos del chico descubrir su cuerpo como si estuviera reconociendo con sus dedos por primera vez.

 Sin embargo, pronto comprobó que no era así. Lan Zhan sabía exactamente dónde y cómo tocarlo para hacerlo perderse por completo.

 Se aferró con fuerza a el lavabo hasta que sus nudillos quedaron blancos. Las caricias quemaban su piel y los besos húmedos se sentían tan exquisitos que parecía aún estar soñando.

Caos en la oficinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora