Capítulo XXIII

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Kira

Corazón roto

Uno de los escritores que leí alguna vez dijo: "todos nacemos con un destino; este ya está escrito". Pero no estaba segura de eso, ya que siempre creí que cada uno era creador de su propio destino.

Al enterarme de que todo lo que viví con Damián era una absurda mentira, me destrozó. Podía recordar sus palabras muy claramente.

Ese día pasé a ver a Samuel porque quería platicar conmigo. Me dijo que lo esperara en la sala de música. Como no llegaba me puse a tocar el piano. Después de unos minutos, Damián llegó con María, al verlos juntos sentí una punzada en mi corazón. No le importó que alguien estuviera ahí, él siguió su plática con ella. Cuando lo escuché hablar sobre mí de esa manera, desafiné, me detuve y salí azotando la puerta de la sala de ensayos.

Corrí por el pasillo, cómo si me fuera persiguiendo el mismo diablo, al verme Samuel me tomó del brazo.

— ¿Qué te pasa? —me preguntó.

No podía decirle la verdad, Damián era su mejor amigo, y por si no fuera suficiente, él y yo ya habíamos pasado mucho juntos, por culpa de él. Así que mentí

—Me tengo que ir. Surgió una emergencia. ¿Podemos vernos luego?

Asintió y me soltó

Al día siguiente Damián fue a buscarme a la escuela. El motivo no lo supe, porque no lo dejé hablar. Recuerdo que dijo que no me lastimaría; sin embargo lo hizo. Siempre terminaban haciéndolo.

Me alejé de todos por un tiempo. Ya no fui a sus presentaciones, ni tampoco iba con las chicas al cine o centro comercial cuando me invitaban. Le dije a Samuel que era tiempo de decirles a todos lo que había pasado. Ellos pensaron que habíamos terminado y que por eso ya no los veía.

Damián insistía demasiado, me mandaba mensajes de texto, pero lo ignoraba. Por lo menos no tenía el valor de venir a mi casa, porque sabía que no lo recibiría.

Así que comenzó a llamarme, lo ignoré.

Un día Samuel me llamó, dijo que quería hablar conmigo, acepté porque él no tenía la culpa.

Nos citamos en una cafetería, para mi suerte fue la misma a la que fui con Damián, cuando se sinceró sobre su madre.

Al verme sonrió y me abrazó con fuerza.

— ¿Cómo estás? — me preguntó

—Ocupada con el trabajo en la editorial

Había estado ocupada con todo el trabajo en la editorial. Venían nuevos lanzamientos, así como ediciones nuevas de libros ya publicados.

— ¿Cómo están los chicos? ¿Cómo va la banda?

—Estamos bien. De hecho, estamos en pláticas con una casa productora. Posiblemente nos firmen, grabemos un disco y hagamos una gira. Si todo sale bien. Sólo espero que...—hizo una pausa, sabía que iba a mencionar su nombre—Sólo espero que Damián no lo arruine.

Lo miré confundido. Algo pasaba con él.

— ¿Qué pasa con Damián? —me animé a preguntar.

—Le dio por beber. Cada noche es lo mismo.

Lo miré fijamente. Nunca pensé que Damián tuviera alguna adicción.

—Damián nunca tuvo una adicción, hasta ahora. Nunca lo vi fumar o drogarse. No te voy a negar que cuando salíamos de fiesta se tomaba sus cervezas, pero nunca hasta el extremo de emborracharse y perder el conocimiento. La única vez que lo vi borracho como tal, fue el día en que murió su madre. Cuando llegó a casa ebrio después del funeral su padre le dio una golpiza y desde entonces nunca lo vi borracho. No sé qué motivos tenga ahora para hacer esto todas las noches. Al principio fue divertido, porque nunca habíamos visto a Damián de esa manera, pero ahora es cansado para todos.

Detrás de una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora