Capítulo XXXV

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Kira

Conversaciones pendientes

Fue una recarga de energía para todos vernos aunque fuera por unos minutos el día en que baby Yang llegó al mundo. Los chicos se fueron el mismo día horas después para seguir cumpliendo con el compromiso que era su gira.

Después del nacimiento de su bebé Cassandra se regreso a la casa. La visitaba lo más posible para que no estuviera sola. Ella junto con Yang decidieron ponerle el nombre de su padre, así que el niño se llamaba Roberto.

Pasaron las semanas y los chicos regresaron. Estaba acostada en mi recamara viendo una película de terror con las luces apagadas, cuando vi que una sombra se dirigía hacia mí. Vivía yo sola, así que encendí la luz y ahogué un grito.

—Maldito, Damián—dije en voz baja.

Era Damián entrando a mi recamara, lucía cansando y ojerosos. Dejó su maleta a un lado de la puerta y se tiró en mi cama.

—Por poco me da un infarto, Damián.

—Tú tienes la culpa, tú me diste la llave.

—Nunca pensé que llegarías tan repentinamente.

Me abrazó con fuerza, yo hice lo mismo.

—Te extrañé—me dijo

—Yo también—sonreí al tenerlo ahí, junto a mí— ¿quieres cenar?

Negó con la cabeza

—Sólo quiero quedarme aquí acostado contigo.

Ambos continuamos viendo la película. Yo bebía un poco de té para poder dormir tranquila, él me miraba beberlo.

— ¿Quieres uno? —Pregunté—te hace falta uno para que descanses. Estas todo ojeroso y luces cansando.

—Está bien.

Me levanté de la cama y fui a hacerle el té, él se levantó también. Fuimos a la cocina.

—No necesito guardaespaldas. Creo que estoy segura yendo de mi recámara a la cocina.

Él rió y se sentó sobre el desayunador.

—Pero ya que estás aquí, cuéntame ¿Qué tal el cierre de la gira? —busqué en la repisa la tetera

Rió

—No lo sé

— ¿Cómo que no lo sabes? —llené la tetera con agua

—Falté al cierre de la gira.

Lo miré incrédula. La puse en la estufa.

—Como si te fuera a creer—busqué otra taza y mi caja con los sobres de manzanilla

—Todavía no es el cierre de la gira, es hasta mañana. Es por eso que no lo sé.

Abrí un sobre y lo puse en la taza

— ¿Quieres venir al concierto?

La tetera comenzó a chillar, apagué la estufa. Tomé mi guante de cocina, la agarré y vertí el agua en la taza.

—Aquí tienes—le acerqué la taza—cuidado que está caliente—expresé—Me encantaría, pero seguramente ya no hay entradas—dejé la tetera de nuevo en la estufa.

—Estarías en backstage. Verías el concierto desde una posición privilegiada.

Se bajó y se acercó a mí. Me cargó y me sentó en el desayunador.

Detrás de una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora