Capítulo XXXIV

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Kira

Decepciones

Estaba trabajando recostada en mi cama, Cassandra, ya se quedaba conmigo, ella veía una película en la televisión de la sala de estar. Estaba tan concentrada en lo que hacía que no la escuché entrar a la recámara.

Se sentó en mi cama. Me giré para verla, lucía bastante enojada

— ¿Estás bien? —le pregunté

—Este cabrón, me las va a pagar—expresó entre dientes.

—Cassandra, tranquila. Le hace daño al bebé—respiró profundo y me enseñó las fotos que le habían mandado. Dejé de escribir en la computadora.

Era una foto de Yang, tenía a una rubia sentada en sus piernas y le susurraba al oído. Y me mostró otra en la que Damián besaba a una mujer de cabello castaño. Sentí una punzada en el corazón. Tomé su celular y acerqué la imagen, quería asegurarme que fuera él. Aunque en mi interior suplicaba que no

—Maldito, pérfido—se me escapó decir en voz alta—Lo siento, Baby Yang. No debiste escuchar eso—toqué su vientre, él cual ya estaba bastante grande—Debe de haber otra explicación. No creo que nos sean infieles.

—Pinche, Yang. Pero te juro que me las va a pagar—se levantó de la cama. Tomó su celular y me mandó la foto—Para que le preguntes a Damián.

Sabía que estaba en el vuelo, ya que había dejando de contestarme horas atrás. No me contestaría hasta el día siguiente, cuando bajara del avión. Tomé el celular y le reenvié la foto a él, con el texto: ¿Me lo puedes explicar?

Traté de sonar tranquila, no quería alterarme, no quería armar un escándalo. Sólo quería saber la verdad, ya que él tenía una reputación que lo perseguía, pero cuando comenzamos nuestra relación decidimos dejar atrás nuestro pasado y enfocarnos en nuestro presente. No podía dejar de imaginar miles de escenarios posibles detrás de esa imagen, posiblemente era el ángulo en el que fue tomada.

Cassandra estaba intentando llamar a Yang, pero no le contestaría, ya que estaban en el vuelo. Le dejó bastantes mensajes de voz, los cuales no eran nada agradables. Estaba demasiado alterada, eso le hacía daño en su estado y más porque en cualquier momento ese bebé querría salir a conocer el mundo.

Me levanté, la tomé de los hombros y la senté en la cama. Le quité su celular

—Respira—indiqué—toma una respiración profunda, cuenta hasta diez y exhala.

Ella lo hizo

—Hazlo varias veces.

Lo hizo dos veces más.

—No entiendo cómo puedes estar tan tranquila.

Aparentaba estar tranquila, pero por dentro estaba hecha un desastre.

—Te haré un té, para que te tranquilices.

Fui a la cocina. Puse agua para preparar té para ambas.

Estaba sirviendo el té cuando Cassandra apareció en la cocina, tenía cara de dolor y caminaba extraño, se tocaba el vientre.

—Kira, este canijo ya quiere salir—gritó, se tomó de la barra del desayunador.

Fui a mi recamara por su maleta, la cual desde hace días teníamos preparada. También tomé los celulares de ambas y los eché a la maleta junto con mi cartera. La tomé del brazo y la ayudé a caminar.

—Toma las llaves del jeep—ordenó

— ¿Estas segura? —le pregunté.

Damián nos había dejado el Jeep. Las llaves, se las dejó a Cassandra en la casa, ya que ella era la única que sabía manejar y se dio a la tarea de enseñarme durante la ausencia de los chicos, hice mi examen y saqué mi licencia. No me sentía segura en llevarla al hospital en pleno trabajo de parto.

Detrás de una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora