Capítulo XV

463 25 1
                                    

Kira

Máscaras.

Damián comenzó a alejarse de mí, nos seguíamos viendo, no tan seguido como antes, pero nos veíamos. Él se alejaba, pero Samuel se hacía más cercano. Extrañaba a la versión de Damián que fue buena conmigo. No me gustaba esta versión del pérfido sin vergüenza, porque se había convertido literalmente en eso. Tal vez esa fue la verdadera versión de Damián Luna Petit y la que tuvo conmigo fue sólo una máscara, cómo mis sonrisas.

Terminó el verano y el regreso a la escuela fue inevitable, para mí y para los chicos era nuestro último año. Fue un año decisivo para todos.

Se aproximaba el cumpleaños de Damián y de Samuel. Ambos cumplían en el mismo mes, septiembre, pero en diferente día, uno cumplía el 5 y el otro el 6. A Samuel le compré una playera y un paquete de plumillas. Pero el difícil fue Damián, que podía regalarle. Me volví loca buscando el regalo ideal, hasta que pasé por un local donde hacía tatuajes. Y se me ocurrió. Hace tiempo me dijo que quería hacerse otro tatuaje, pero no había encontrado la oportunidad para hacérselo. Así que entré a la tienda.

—Disculpe— me acerqué con el encargado

Él me miró con cara de pocos amigos

— ¿En qué te puedo ayudar?

— ¿Quisiera saber si puedo dejar pagado un tatuaje?

— ¿Es para ti?

—No, es para alguien más.

—Depende del tatuaje, tú lo vas a elegir

Negué con la cabeza

—Como no sabes que tatuaje se va a hacer, no puedo hacer nada para ayudarte

— ¿No tiene certificados de regalo o algo por el estilo?

Me pareció absurda la pregunta, pero estaba desesperada y cansada de buscar el regalo ideal para él.

— ¿Crees que esto es un Spa?

Pasé mi mano por el cabello en señal de desesperación. Me notaba desesperada y comenzaba a enojarme

—Gracias por su tiempo— caminé hacia la salida

—Espera— me gritó el hombre de múltiples tatuajes.

— ¿Es para tu novio? — me preguntó

—Sí— mentí

—Tengo un paquete que incluye un tatuaje pequeño y unas letras o números de cuatro dígitos por 1500, pero dile que no le haré un tatuaje en todo el brazo por ese precio, si quiere uno más grande que él pague la diferencia.

Estaba tan desesperada que acepté

—Lo pago— saqué el dinero de la bolsa. Él me imprimió una hoja que acreditaba lo que acababa de pagar.

—Tienes hasta final de mes, para hacer valido esto—señaló la fecha en la hoja

Agarré la hoja, la doblé y la metí a mi bolsa.

Por qué tenía que ser tan difícil. Por qué todo tenía que ser tan complicado con Damián.

Ese día saliendo de la universidad llegué a la escuela de música para darle la caja con el certificado de regalo dentro. Al verme sonrió

—Feliz cumpleaños— le mostré la pequeña caja.

—No debiste— la tomó

—Ábrelo.

Lo abrió y vio una simple hoja de papel

—Me escribiste un poema— exclamó ilusionado

Lo miré incrédula

—Lee lo que lo dice la hoja

Lo leyó

— ¿Es un certificado para un tatuaje?

—Algo así, deje pagado en esa tienda un tatuaje por 1500 pesos, puede ser algo chico, con unas letras o números, tú eliges. Si quieres algo más grande paga la diferencia.

— ¿Me acabas de dar una hoja para que vaya y me raye la piel con cualquier pendejada?

No lo había visto de esa manera

—Es tu cuerpo, tú decides que hacer con él.

Él me miró fijamente

—Eres una mala influencia, Farías.

—No sabía que regalarte, eres tan complicado

Me acercó a él

—Es perfecto— me abrazó

Me soltó

—Nos vemos luego. Tengo que irme al restaurante.

Salí de ahí.

Al día siguiente volví a ir a la escuela de música, esta vez para dejarle el regalo a Samuel. Su caja era más grande que la de Damián, ya que su regalo era más grande.

—Espero que no sea un tatuaje— me dijo al oído. Estaba de espaldas a él.

Sonreí al escuchar su voz.

Me giré

— ¿Querías un tatuaje? — le pregunté

Negó con la cabeza

—Sea lo que sea, sé que es perfecto— sonrió —gracias por acordarte de mi cumpleaños

Tomó la caja y la abrió. Vio las plumillas y la playera.

—Gracias— me abrazó con fuerza.

Estuvimos platicando unos minutos hasta que me tuve que ir al restaurante. Se ofreció a acompañarme. Y así durante un tiempo. La rutina que tenía con Damián, se convirtió en mi nueva rutina con Samuel. Damián prácticamente desapareció del mapa. Lo veía ocasionalmente, pero sentía que no era lo mismo.

Tuvo que pasar un mes, para poder verlo y platicar otra vez. 

Detrás de una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora