Capítulo IV

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Capítulo IV

Kira

¿Suerte o destino?

Me sorprendió ver llegar al chico del bus al árbol en el que estaba sentada, ese era mi lugar favorito en todo el campus. Lo que me sorprendió más, fue que él tenía mi trabajo, el que daba por perdido.

Esa mañana salí temprano de casa y venía en mi usual asiento en el bus, escuchaba música, cuando recordé que no hice un trabajo que el profesor Cabrera pidió. Así que lo escribí rumbo a la escuela. Cuando llegué al salón lo busqué en mi mochila pero no lo encontré. Traté de replicarlo, pero no pude. Afortunadamente Damián lo encontró y tuvo la amabilidad de regresármelo. Su amigo, Samuel, comentó que sería buena idea que les invitara un café, por su gesto amable. Quería recompensa, debido a la presión que sentía, accedí a invitárselos.

Cuando ellos se fueron, yo regresé al salón, al entrar puede ver como el grupo de ellas me miraban más de lo común. Seguramente se sorprendieron al saber que Damián me buscaba. No les tomé importancia.

Llegó el profesor Cabrera, después de mí, optó por adelantarnos su clase. Dejó sus cosas y comenzó a escribir en el pizarrón.

— ¿Nos va a adelantar la clase?— preguntaron

Dejó de escribir, se volteó y asintió

—Tengo esta hora libre, ustedes también. No hay mucho que explicar. Además salen temprano.

Todo el salón estaba en silencio, sólo se escuchaban los murmullos del grupo que siempre se sentaba a un lado de la puerta de entrada.

El profesor caminó hasta ellas, y se paró frente a Mariana.

— ¿Por qué no cuenta el chisme, señorita Ibarra? Estoy seguro que sus compañeros estarían interesados en escuchar lo que tiene para decirnos, porque al parecer no le importa que ya haya comenzado mi clase.

Estaba segura de lo que diría. Tenía que ver con Damián y el hecho de que haya venido a buscarme.

—Lo siento. No volverá a pasar—Puso su vista hacia el frente.

El profesor caminó hasta el pizarrón y continuó con lo que estaba escribiendo. Siguió con su clase, casi para terminar pidió voluntarios para leer los escritos que nos había encargado. Como ninguno de mis compañeros quería leerlo, levanté la mano y el profesor me dio la palabra. Pude ver como algunos ponían los ojos en blanco, pero no me importó.

Lo leí, él me felicitó y algunos de mis compañeros aplaudieron. Ninguno, a parte de mí, quiso leerlo, por lo que el profesor dio por terminada su clase. Los demás dejaron sus escritos en el escritorio y fueron saliendo.

—Excelente trabajo—expresó cuando lo dejé en el escritorio.

—Gracias— sonreí. Me gustaba que me felicitaran y reconocieran en lo que realmente era buena.

Salí del salón, en el pasillo estaba el grupo de ellas esperándome.

— ¿Podemos hablar contigo? —preguntó Mariana.

Asentí

—Sé que no hemos sido buenas personas contigo

Arqueé una ceja. No creía lo que estaba escuchando

—Así que queremos disculparnos contigo.

Las demás, quienes estaban detrás de Mariana, asintieron.

—Si alguna quiere que le consiga una cita con Damián, se equivocan de persona. Él y yo no somos amigos, sólo es alguien que conozco el cual me hizo un favor.

Detrás de una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora