Capítulo XXII

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Damián

Miéntete

Volví a mi rutina con Kira, sin duda había extrañado hacer todo eso con ella. Al parecer a Samuel no le importaba que volviera a ser cercano a ella. Ya que supuse que estaba más seguro cuando se trataba de ella.

Ese día la vi en la escuela, estaba buscando a Samuel. Yo platicaba con María en los casilleros. Necesitaba un lugar un poco más privado que los pasillos de la escuela, así que fuimos a la sala de ensayos. Cuando llegamos alguien estaba ensayando en el piano, ya que estaban tocando claro de luna, pero no nos importó así que seguimos platicando.

— ¿Aceptarás salir conmigo?— la acerqué a mí tomándola de la cintura.

—Sí, pero no me gusta ser plato de segunda mesa— se alejó de mí.

— ¿A qué te refieres? —me hice el desentendido, sabía a lo que se refería. Kira.

—No soy tonta, sé que hay otra mujer en tu vida

— ¿Quién te digo eso?

—Nadie, intuición femenina— se acercó a mí, quedamos a escasos cinco centímetros del otro— ¿Qué hay de Kira?— preguntó tratando de indagar, acerca de ella. Mentí, nadie tenía que saber que estaba enamorado de ella.

—No tienes por qué preocuparte por ella. No significa nada para mí, sólo entró un día en mi vida para arruinarla y ya. No sé cómo deshacerme de ella, pero no le tomes importancia— la tomé de la cintura de nuevo.

Se escuchó como desentonaron en el piano, la música paró y se escuchó como azotaron la puerta. Los dos volteamos al mismo tiempo, pero no vimos quien salió.

— ¿Entonces? —pregunté

Asintió

La apreté hacia mí y la besé apasionadamente.

Fue cruel mentir de esa manera, sobre Kira. No podía arriesgarme a que María o cualquier otra persona se enteraran de la verdad.

Esa noche, fui por María y fuimos al antro de moda. Bailamos toda la noche, ella bailaba muy bien, ya que eso estaba estudiando. Compré dos botellas de tequila, las cuales bebí, en su mayoría, solo. Necesitaba ahogar todo lo que estaba sintiendo en ese momento. Porque a pesar de estar con María no dejé de pensar en Kira, en toda la noche.

Desperté junto a ella en la cama de su departamento, ambos en ropa interior. No podía recordar lo que pasó la noche anterior. Sólo recordaba como María besaba mi cuello y lo demás estaba borroso. Pero al ver esa escena no era difícil de saber lo que pasó. Me levanté enseguida de la cama, sin hacer ningún ruido. Me vestí y antes de salir le dejé una nota en una pequeña mesa que tenía a un lado de la cama:

Gracias por la fantástica noche

Le di un beso en la frente y salí de su casa. Sabía que era algo falso de mi parte agradecer por algo que ni siquiera recordaba, pero no podía salir así nada mas de su casa.

Me subí al Jeep. Mientras me dirigía a mi casa, no dejaba de pensar en lo que había hecho. Aunque María no era la primera mujer que pasaba por mi cama, no dejaba de sentir remordimiento por algo que ni siquiera podía recordar.

A unas cuantas cuadras, llegué a una pequeña cafetería. Era la misma a la que fui con Kira, alguna vez. Me senté en una mesa al fondo del lugar, a lado de la ventana.

— ¿Quieres más café?— me preguntó una gruesa voz femenina que me extrajo de mis pensamientos.

—Gracias— respondí a la señora que me atendió. Le dediqué una sonrisa.

Detrás de una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora