Capítulo XXX

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Damián

Sustos

Todos los chicos casi se ahogaron con su bebida.

— ¿Qué es lo que has dicho, Damián? —preguntó Oliver

Miré a todos, el único que estaba tranquilo era Samuel, así que eran dos opciones, no tenía todavía relaciones con Beatriz o ella debía de estar en su periodo. Por lo que reducía la lista de posibles padres. Sólo quedábamos tres, Yang, Oliver y yo.

— ¿Cómo lo sabes? —me miró Kira fijamente

—Las escuché en el baño del bar

—Desde el fin de semana lo sabes y no fuiste para decirnos—expresó Yang

— ¿Sabes lo que he estado sufriendo desde ese día? —le grité—les hice un favor al no decirles

Ella sólo se quedó en silencio, mirando todo el caos que había a su alrededor. Me acerqué a ella, la abracé y susurré a su oído

— ¿Somos nosotros?

Negó con la cabeza.

—Guarden silencio—gritó ella—Esto no debería de haber sido así, pero gracias a Damián—me miró— lo es. Cassandra—vi como la cara de Yang cambió de color, se puso pálido— ¿Puedes continuar? —le preguntó. Kira se sirvió una copa de vino y la bebió toda de un sorbo.

—Kira, tenía razón, esto no debería de ser así, teníamos preparado algo especial, pero es cierto. Estoy embarazada, Yang—comenzó a llorar.

—Por favor no llores—le comentó Yang.

—Será mejor que lo hablen en privado. Si quieren pueden salir al balcón—les indicó Kira.

Ellos salieron a platicar.

Pero el caos continuó adentro

— ¿Por qué diablos no me dijiste que sabías? —me preguntó Kira

— ¿Disculpa? —le grité—estaba asimilando que yo podría ser padre.

Ella bufó

—Nunca lo hemos hecho sin protección, Damián.

—Pero un error puede pasar. Nunca había estado más asustado en mi puta vida, como en esta semana.

Ella se quedó seria.

—Creo que ustedes también deberían de ir a hablar en privado—intervino Samuel

Nos miramos y fuimos a su habitación.

Cerré la puerta con seguro.

— ¿Por qué te quedaste seria?

—Me puse a pensar en el futuro de nuestra relación—soltó una respiración sostenida — ¿Qué hubieras hecho si fuera yo la que estuviera embarazada?

Me quedé serio mirándola

—Sinceramente no lo sé, Kira. Sería algo que tendríamos que hablar.

Ella se sentó sobre su cama

—Nos estamos adaptando a una nueva ciudad, estamos convirtiéndonos económicamente estables, nuestras carreras apenas comienzan—me senté a un lado de ella—Pero si hubieras sido tú, estaría seguro de que sería el bebé más perfecto y hermoso del mundo. Con un talento innato para la música.

Ella me abrazó y yo le di un beso en la frente.

—Pero seamos realistas, ninguno de los dos está listo para ser padre aún. Tal vez dentro de algunos años.

—Muchos años—siguió ella.

La acaricié del brazo.

—Será mejor que salgamos antes de que piensen que alguno de los dos murió.

—Gracias—dijo en voz baja

Sabía por qué lo decía. Nunca la dejaría sola en una situación así. Quería formar una familia con ella, pero todavía no era el momento para hacerlo, ni tampoco para decírselo. Porque en ese instante, los dos tan vulnerables, me di cuenta que ella, era la mujer con la que quería pasar el resto de mi vida.

Me levanté de la cama, extendí mi mano, ella la tomó y salimos juntos de la habitación, ahí ya estaban Yang y Cassandra.

— ¿Qué es lo que harán? —les pregunté

—Nos casaremos—respondió Cassandra—será una ceremonia sencilla sólo con amigos y familia.

Ella sonrió, pero sus ojos lucían tristes.

—Sus padres, aún no saben del embarazo. Así que primero les daremos la noticia de la boda y más adelante les diremos—comentó Yang

— ¿Cuándo se casaran? —les preguntó Samuel

—Dentro de uno o dos meses. Tiene que ser antes del lanzamiento del disco y la gira.

—Y antes de que se note el embarazo— intervino Margarita

—Te casas, Yang—expresó Oliver.

—Me caso—trató de asimilarlo—Me les caso, cabrones—sonó un poco más animado. 

Detrás de una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora