Capítulo XLI

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Final

Kira

Secuelas de dolor

Aún podía sentir los brazos de Damián rodeando mi cuerpo. Se fue como siempre se van las mejores cosas de mi vida. Se fue en un suspiro y lo peor era que no iba poder olvidarlo tan fácil y menos porque tenía una carta suya en mis manos. Una carta que me mandó desde su penúltima presentación.

Me debatía entre abrirla o no hacerlo. Igual que con la primera carta que me mandó. Porque si la abría comenzaría a llorar y no pararía.

Tenía que ir al entierro, pero ni siquiera podía estar de pie sin sentir que me faltaba el aire. De haber sabido que esa era mi última noche con él, las cosas habrían sido muy diferentes. ¿Me arrepiento de las cosas que dije? Sí

Me puse mi vestido negro, mis zapatos y mis lentes oscuros, para simular la hinchazón en mis ojos.

— ¿Estás lista? —preguntó mi madre

Asentí

Ella vio el sobre que tenía en mis manos. Se acercó y lo tomó.

— ¿Lo abrirás?

—No lo sé. Por lo pronto tenemos que irnos al cementerio.

—Me levanté de la cama y dejé el sobre en la mesa de noche a un lado de mi cama.

Nos fuimos con rumbo al cementerio, al llegar me di cuenta que los chicos ya estaban ahí. Me acerqué a ellos, al verme cada uno me abrazó. Todavía no podíamos creer que estuviera pasando, todo fue tan rápido. Hace un par de semanas estaban cerrando su tercera gira y hoy estábamos enterrando al amor de mi vida.

Veía a mi alrededor, todos estaban conmocionados por la muerte de Damián. En especial ese pequeño niño que estaba a un lado de mí. El cual era la viva imagen de su hermano.

Decidimos enterrarlo en nuestra ciudad natal, a un lado de la tumba de su madre, así lo hubiera querido.

El sacerdote roció el ataúd con agua bendita y comenzaron a bajarlo. Lágrimas empezaron a rodar por mi mejilla. Nunca volvería a sentir sus brazos rodeando mi cintura. Nunca sentiría sus labios sobre los míos y nunca volvería a ver sus hermosos ojos en persona. Rodrigo tomó mi mano, la apretó con fuerza.

—Estaremos bien—expresó—Nos recuperaremos de este dolor, que está aquí—señaló a su corazón—y que no se irá tan fácil.

Entonces recordé una de nuestras pláticas.

— ¿Cómo se supera la muerte de un ser querido? — le pregunté

—Creo que es algo que pasa gradualmente—respondió —Al principio se te viene el mundo encima, porque simplemente una parte de ti muere con esa persona. Los días siguientes, tratas de decirte que todo estará bien, pero no es así— trató de sonreír, pero no pudo.

—Llorar es algo que le hace bien a tu alma—le dije

Él continuó

—Poco a poco vas retomando tus actividades y cuando piensas que todo acabó, que saliste adelante, hay algo que te recuerda a esa persona. Siempre es un detalle mínimo, uno que antes pasabas por desapercibido. Entonces vuelves al principio.

Lo miré con ternura. Tomó otro sorbo de su café, yo hice lo mismo.

—A los meses retomas tus actividades normales y cuando recuerdas a esa persona, duele, y mucho, pero lo harás con cariño. Y cuando lo haces de esa manera, sabes que superaste su muerte— sentí un nudo en la garganta cuando lo dijo. Eso era lo que él había sentido cuando su madre murió—sinceramente Kira, espero que nunca en tu vida te enfrentes a la pérdida de un ser querido. Porque es lo peor que podrás sentir. Ni un corazón roto se le compara con el dolor que se siente cuando alguien a quien amas muere.

Detrás de una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora