Capítulo VIII

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Damián

Pequeño mundo llamado Kira.

Pasaron cerca de dos semanas desde el beso con Kira. Me gustó lo que sentí cuando pasó, pero como todo lo demás en mi vida decidí ahogarlo y continuar. Pensé que nuestra relación cambiaría, pero no fue así, en cambio, nos hicimos más cercanos, compartíamos un pequeño secreto.

Tenía cerca de esas mismas dos semanas tratando de invitar a Kira a una presentación. Siempre se excusaba diciendo que tenía que estudiar o que estaba demasiado cansada por el trabajo en el restaurante.

Había ido a dos de nuestros ensayos, los chicos ya la consideraban parte del grupo, eran muchos más divertidos cuando ella estaba ahí y Samuel se veía más contento, así que supe que estaba en lo correcto, le gustaba.

Como ya era costumbre pasé por Kira a su trabajo después de salir del ensayo con la banda. Nos fuimos en bus, y tenía la idea perfecta para que no rechazara mi invitación. Cuando se bajó, le grité por la ventana. No me importó que todas las personas me miraran. Ella se giró avergonzada.

— ¿Te gustaría ir al bar a vernos tocar mañana? —le grité

Ella asintió y rápidamente se volteó.

—Nos vemos mañana. Adiós Kira— ella caminó aún más rápido.

Al día siguiente pasé por ella en el jeep. Era sábado, así que mi padre sólo lo ocupaba medio día, así que el resto del fin de semana era mío y me servía bastante para transportar los instrumentos de la banda y dejar a los integrantes después.

Pasé por Kira puntual, ella salía a las 6 de la tarde los sábados y domingos. Cuando salió del restaurante no me vio que estaba estacionado afuera en el jeep. Dio unos cuatro pasos cuando grité su nombre. Ella volteó sorprendida al verme en él.

—Súbete— le dije

Ella negó con la cabeza

—Yo no me subo contigo a esa cosa— se fue caminando

Encendí el jeep y fui detrás de ella

—Súbete por favor, se me hará tarde para ir a trabajar.

Se paró, me paré y se subió.

—Gracias— comenté cuando se subió—Ahora a tu casa, tú me dices por dónde vives.

Asintió

— ¿De dónde sacaste este jeep?— me preguntó curiosa

—Es mío— respondí sin apartar la vista del frente

—Y si es tuyo, ¿por qué te vas siempre en el bus? ¿no crees que es más práctico andar en el coche?

—Lo que pasa es que papá lo usa para ir a trabajar en lo que compra uno nuevo. El vendió su carro y no me parece correcto que el ande en el bus y yo en el jeep, así que se lo presto— ella me indicaba que calles tomar para llegar más rápido a su casa. Lo curioso era que no vivía muy lejos de la mía.

—Aquí es— señaló una casa de dos pisos de color azul con blanco.

Se quedó estática sentada en el jeep. Le pasaba algo.

— ¿Te pasa algo? —le pregunté

—Mi mamá me embargará con un sinfín de preguntas con respecto a ti y no estoy de humor para responder todas.

—Me puedo presentar con ella y yo le explico todo.

Pero ella seguía igual

—Dime en verdad qué pasa.

Detrás de una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora