Capítulo V

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Kira

"Una decisión que cambia las cosas"

Pasaron cerca de dos semanas cuando lo vi de nuevo. Me sorprendió verlo llegar al restaurante, lucía de lo más relajado y traía en sus hombros el estuche de una guitarra, supuse que venía de la escuela o de algún ensayo. Se sentó en una mesa a la entrada del local. Al verlo llegar, Javier me hizo una señal para que fuera atenderlo. No me quedaba de otra, así que lo hice.

Me acerqué a la mesa, me presenté, le dejé la carta con el menú y fui a la barra con mi jefe.

—Te felicito— Javier sonreía victorioso.

— ¿Por qué?—pregunté un poco confundida.

—Porque la última vez que vino, noté que no te agrada

Él limpiaba la barra con un trapo color azul.

—No es que no me agrade, sino que...—No terminé de responder cuando Damián hizo una señal para que me acercara. Ya estaba listo para ordenar.

— ¿Qué vas a ordenar? —pregunté

—Me traes por favor unos chilaquiles y un refresco sabor toronja—sonrió

— ¿Algo más?—pregunté mientras escribía en la comanda.

—Por el momento no, gracias.

Llevé la orden a la barra, ahí Javier la pasó a la cocina. Para mi pésima suerte el restaurante estaba vacío. Solamente teníamos un cliente y ese era Damián.

—Pienso que le deberías de dar una oportunidad para conocerlo, así como él está intentando conocerte, aún con todos los muros que intentas ponerle— me pasó un vaso con hielos y una lata de refresco sabor toronja —Tal vez te sorprendas y cambies de opinión— sonrió

Coloqué las cosas en la charola y me dirigí hacia la mesa.

— ¿Qué tal tu día en el trabajo?—preguntó cuando puse el vaso y la lata de refresco

—Aburrido—respondí —todo el día ha estado así —pasó su mirada por todo el local —y cuando esta solo, es fastidioso, ya que las horas pasan lentamente.

Él abrió su lata de refresco y la vertió en su vaso.

—Si me disculpas, voy a ver si ya está lista tu orden

Llegué a la barra y ahí ya estaba lista su orden de chilaquiles. Los tomé.

—Cuidado que están calientes— me dijo Javier

—Está bien, tendré cuidado— sonreí

Los coloqué en la charola y se los fui a dejar.

—Están calientes, ten cuidado— los dejé en la mesa

—Gracias—sonrió, noté que se le hicieron unos pequeños hoyuelos.

—De nada, estoy para servirte— me retiré para que pudiera comer.

Debido a que no hubo más clientes, Javier me dijo que cuando Damián se fuera podía irme también. Pasados unos treinta minutos él pidió la cuenta, se la llevé. Pagó y se fue. Recogí todo, limpié la mesa, dejé las cosas en la cocina para que las lavaran. Me quité mi mandil, fui por mi mochila, me despedí y salí del restaurante.

Caminaba por la baqueta, sentí una brisa fresca propia del otoño, diciéndonos que se aproximaba el invierno, cuando una mano se posó sobre mi hombro. Me giré y vi que era Damián.

—Hola— me dijo sonriente

—Hola— respondí de forma muy apática.

— ¿Vas a tomar el bus? —preguntó

Detrás de una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora