Capítulo XXVII

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Damián

Mudanzas

Supe en el momento en que las palabras salieron de mi boca que había sido un error, no para mí, sino para ella. Yo estaba seguro de lo que sentía, pero ella a pesar de sentir lo mismo se limitaba y vivir juntos era un gran paso, algo para lo cual no se sentía preparada.

Así que no hubo problema cuando me rechazó cuando se lo propuse en ese instante.

Al paso de las semanas ambos nos mudamos a la ciudad de México, ella para trabajar en la editorial y yo para trabajar en el disco. Ella decidió mudarse sola a un pequeño departamento cerca de su trabajo, mientras que yo, junto con todos los chicos de la banda nos mudamos a una casa bastante grande para todos. Con todo lo necesario para poder componer.

Lo que más me gustaba de esa casa era el hermoso piano color negro que tenía, en él podía sentarme y componer durante horas. La mayoría de las canciones eran de amor y desamor. Todas las que escribí eran para ella, absolutamente todas.

Aún recuerdo el día en que pasé por ella para venirnos. Me esperaba en la puerta de su casa, con las maletas ya hechas, también estaba su madre con ella, quien lucía un semblante triste en el rostro. Me bajé el jeep y fui con ellas, tomé las maletas y las subí. Ella estaba despidiéndose.

—Cualquier cosa me llamas por teléfono, sino contesto a la primera, ya sabes que hacer.

Ella asintió

—Cuídala, Damián

Asentí

—Eso, no me lo tiene que pedir, Dra. Farías. Es lo que haré, todo el tiempo

Ella sonrió

—Cuando pueda iré a verte—le indicó a Kira.

Ojalá mi padre hubiera reaccionado así cuando le di la noticia. Fue indiferente, pero al final lo aceptó, a quien extrañaría era a ese pequeño niño. Pero me hacía bien, estar lejos de ellos. Al final, fue lo mejor para todos.

Emprendimos nuestro viaje por carretera.

Nos tomó tiempo llegar, pero lo tomamos como nuestras primeras vacaciones juntos. Descansamos y vimos algunos puntos turísticos en nuestro camino. Llegamos agotados a nuestro destino.

Nos mudamos justamente en el cambio de clima. Estamos acostumbrados a un clima cálido, pero nos adaptamos rápidamente a su clima frío. Al final a los dos nos gustaba el frío, no por nada el invierno era nuestra estación favorita.

La ayudé a instalarse. Ese día dormimos en su departamento. Admito que despertar a un lado de ella y verla dormir tan tranquilamente era una de mis cosas favoritas. Fácilmente me podría acostumbrar a despertar así todos los días. Tiempo atrás, sentía que mi corazón estaba cansado de líos de una sola noche, estaba hecho para durar algo más que eso y estando así con Kira, supe cual era la razón. Ella, siempre fue ella todo el tiempo. Me parecía increíble cómo podían cambiar las cosas y las personas.

Ella también me ayudó a mudarme con los chicos. Ellos ya estaban en la que sería nuestra casa, así que cuando llegué acompañado de Kira, a la mañana siguiente, supe los comentarios que nos esperaban.

—Yo pensé que se habían rajado—expresó Yang, con su lenguaje tan florido.

Kira y yo nada más reímos

—Míralos, vienen bien sonrientes. Todos sabemos lo que ha pasado aquí—intervino Oliver.

Yang se acercó a olernos

—Hasta huelen al mismo jabón.

Kira y yo reímos.

—Como si ustedes no se bañaran— expresó Kira.

— ¿Qué habitación me dejaron? —les pregunté

—La que está al fondo del pasillo—me respondió Samuel, al señalar el segundo piso de la casa.

—Subiré a dejar las maletas—le dije a Kira

Ella asintió

Cuando bajé escuché como alguien estaba tocando el piano en la sala de estar. Al acercarme un poco, supe quien era. Todos estaban atentos viendo como Kira, lo tocaba. Samuel y yo sabíamos que lo hacía, pero ninguno de los demás chicos sabía o la había escuchado. Sólo yo tenía el placer y el honor de haberla escuchado. La primera vez, me tocó para Elisa y la segunda vez, fue algo que no quisiera recordar, claro de luna y era un momento doloroso para ambos.

Kira paró al verme

Yo le aplaudí

— ¿Por qué nunca nos dijiste que tocaba así el piano? —preguntó Yang al verme

—No era algo que me correspondía a mí contar—sonreí

— ¿Dónde aprendiste a tocar así el piano? —le preguntó Oliver a Kira

—Mi madre me enseñó y a ella su padre. Tocar el piano es algo que se pasa de generación en generación en mi familia.

—Imagínense el talento que tendrás sus hijos para la música

Kira y yo nos miramos y reímos.

Con el paso de las semanas, Kira me convenció para que visitara a una psicóloga, para que me ayudara con mis problemas emocionales, que traía arrastrando conmigo desde que mi madre murió.

Ir con ella fue una de las mejores decisiones que tomé, me ayudó a darme cuenta de todo el dolor retenido que tenía y como este se veía reflejado en cada una de mis acciones en especial en mi sentido de codependencia con la bebida y en todas mis relaciones pasajeras, cómo intentaba llenar ese vacío en mi vida con alguna de las dos cosas.

Los fines de semana, los utilizábamos para salir y conocer un poco más la ciudad. Eran nuestros favoritos, ya que eran los días que podíamos pasar tiempo juntos, así fue por dos meses aproximadamente, hasta que dejamos de vernos por trabajo. Pasaron cerca de tres semanas para volvernos a ver. 

Detrás de una sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora