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Hacía poco más de un mes que habíamos llegado a la ciudad de Beacon Hills, en California, siguiendo los deseos de nuestra difunta madre.

Ella había querido venir a esta ciudad para encontrar algo de gran importancia para nuestra familia y ahora teníamos que ser nosotros quienes dieran con ello.

Ciertamente no tenía ni idea de qué era lo que teníamos que encontrar, pero estaba convencida de que mi hermano sí lo sabía... De hecho, estaba segura de que él sabía muchas más cosas de las que me contaba.

Algo en mi hiperdesarrollada nariz me lo decía, y no solía equivocarme, sin embargo, era algo a lo que no le tomaba demasiada importancia.

A pesar de que empleábamos gran parte de nuestros días buscando esa cosa desconocida para mí, se nos había sumado un ligero problema más, y es que, a los pocos días de nuestra llegada a la ciudad, mientras una de las tantas noches patrullábamos el bosque, el olor de otro hombre lobo había llegado a nuestras sensibles fosas nasales.

Si solo se hubiera quedado ahí la cosa, no habría más problemas. El quid de la cuestión surge cuando unos corredores encuentran medio cuerpo en el bosque hace apenas unas horas.

Sí... medio puto cuerpo.

Y esa era la razón que me llevaba a encontrarme donde estaba en ese momento, oculta en las copas de los árboles, sorteando a los policías que recorrían los bosques de la Reserva buscando la otra mitad del cuerpo y soportando una tormenta del carajo.

Mis ojos identificaron con rapidez a mi hermano a pesar de la notable oscuridad, sorprendiéndome de lo integrado que parecía junto al resto de policías.

Me llamaba bastante la atención cómo, a pesar de lo renuentes que habíamos sido siempre a establecer algún tipo de relación social, mi hermano parecía congeniar bastante bien con ese hombre que iba junto a él.

Noah Stilinski, le había nombrado en alguna ocasión mientras cenábamos.

En ese momento, unas torpes y rápidas pisadas llegaron a mis oídos, provocando que rápidamente escaneara el bosque con mis ojos y que me concentrara en mi sentido auditivo, captando los latidos de dos acelerados corazones.

—¡Ese es el espíritu! —dijo una voz joven.

Mi vena curiosa hizo que me enderezara lo suficiente en la rama en la que me encontraba acuclillada para ver la sutil luz de una linterna de mano siendo sujeta por un chico que se acercaba a mi posición a grandes zancadas.

—Todos tendríamos que soñar, incluso con fantasías, ¡como tú! —insistió ese chico.

—Solo por curiosidad, ¿qué parte del cuerpo estamos buscando? —intervino su acompañante, que le seguía un paso por detrás.

Fue imposible impedir que una de mis cejas se alzara, haciendo evidentes los pensamientos que en ese momento embargaban mi mente.

Al parecer había encontrado a los Sherlock Holmes de Beacon Hills.

The Last Dawn |Derek Hale x OC|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora