Nació con una clara marca en su futuro. Lo más importante para ella es su hermano, pero todo cambia en su llegada a Beacon Hills. Siempre han sido ellos dos, nunca han necesitado a nadie más, pero esas defensas que se habían autoimpuesto se derrumba...
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Tras una larguísima mañana, cuando la campana anunció el fin de las clases, recogí mi bolso del suelo y me lo colgué al hombro, esquivando a mis compañeros con agilidad hasta llegar a la puerta del aula antes de que el suave llamado de Allison llegara a mis oídos, provocando que rodara mis ojos y la encarara con una falsa sonrisa en mis labios.
—¿Podría acompañarte? —preguntó ella mientras los acelerados latidos de su corazón bombardeaban mis oídos.
Ciertamente no tragaba a su familia ni con embudo, pero supongo que ella no tenía la culpa de ese mínimo detalle, por lo que asentí suavemente con la cabeza antes de salir del aula junto a ella.
Si hace unos días me hubieran dicho que iba a compartir mi tiempo y mi espacio con una Argent, mandaría a todos y a todo al carajo, sin embargo, ahí estaba yo, asintiendo a lo que la chica me decía mientras caminábamos por los pasillos en busca de su taquilla.
Al parecer su familia viajaba mucho... ¿Me pregunto a qué se deberá eso?, me dije a mí misma con sorna, llegando a la taquilla de la chica y apoyándome a su lado mientras ella se dedicaba a tontear con Scott desde la distancia.
—Si tanto te gusta, ¿por qué no vas a hablarle? —susurré con mis brazos cruzados sobre mi pecho.
Una sonrisa ladeada se plasmó en mis labios al ver cómo la chica se sonrojaba violentamente ante mis palabras y su corazón parecía estar a punto de estallar en su pecho.
—No, no, él no... —susurró ella terriblemente avergonzada.
Ante su exagerada reacción, alcé una de mis cejas con obviedad, dejando escapar una risilla ante los repentinamente acelerados latidos de su corazón.
—Es mono.
Sin poder ocultar la sonrisa de mis labios, ignoré el peligroso y chillón tono rojo de sus mejillas y giré mi rostro en la misma dirección que miraba ella, dedicándole una profunda mirada al chico, quien se mantenía junto a su amigo esbozando una sonrisa idiota con sus ojos fijos en la morena a mi lado.
—Tu chaqueta es una verdadera pasada —habló una chica pelirroja apareciendo frente a nosotras, provocando que la mirara con una mueca en mis labios—. ¿Compras aquí?
—Mi madre me la compró en una boutique de San Francisco —respondió Allison mientras yo recolocaba el tirante del bolso en mi hombro, comenzando a perder la paciencia.
—Y tú vas a ser mi mejor amiga —continuó esa chica, ignorando mi presencia por completo antes de que apareciera un chaval rubio y le comiera toda la boca.
—Viendo que ya no vas a estar sola, te dejo.
El apresurado susurro se deslizó de mis labios sin despegar mis ojos de esa desagradable e incómoda escena, despidiéndome de la morena y dedicándole una rápida y falsa sonrisa para después recorrer el pasillo en dirección a Scott, a quién le dediqué una diminuta mueca con mis labios y un guiño de mi ojo, consiguiendo que su ceño se frunciera notablemente.