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Cuando el suave ronroneo del coche se detuvo, abrí mis ojos y parpadeé repetidas veces, intentando dejar a un lado el agotamiento que me había abrumado ante la tranquilidad que se respiraba dentro de ese coche.

—¿Cuánto he dormido? —murmuré, frotando suavemente mis ojos y sentándome correctamente en el asiento.

—Pocos minutos —respondió Derek para después dedicarme una rápida mirada—. Vamos.

Siendo consciente de su seria mirada, me hundí en el asiento y llevé mi atención al otro lado de la ventanilla, ignorándole descaradamente, sin embargo, mis intenciones por hacerme la desentendida se fue por el desagüe cuando él salió del Camaro y lo rodeó hasta situarse junto a mi puerta y abrirla en un sorprendente caballeroso gesto.

—No... En serio, estoy muy cansada —lloriqueé, negando fervientemente con mi cabeza cuando vi sus intenciones.

Siendo consciente de que mi cuerpo había colapsado y que el haber echado una pequeña cabezadita sólo había servido para empeorar la situación, observé aterrorizada su mano extendida hacia mí.

Él, ignorando por completo mis súplicas disfrazadas, simplemente agarró mi antebrazo y me bajó del coche arrebatándome un sonoro quejido.

¿Cuántas horas llevaba sin dormir? ¿Había superado las veinticuatro? Probablemente.

—Luego descansas —aseguró, esta vez en un tono de voz mucho más suavizado que antes, arrastrándome con él hacia el interior del Hospital de Beacon Hills.

—Algo me dice que no confíe en tus palabras —susurré.

Por el rabillo de mi ojo observé cómo él levantaba muy sutilmente las comisuras de sus labios, consiguiendo que los latidos de mi corazón se aceleraran ante ese simple gesto, sin embargo, no era momento para pensar en eso.

A paso rápido llegamos a una habitación donde un hombre descansaba catatónico en una silla de ruedas, por eso, cuando Derek se acercó a ese hombre, no sabiendo si acercarme o no junto a él y considerando que sería una auténtica invasión a su intimidad en ese momento, me apoyé en el marco de la puerta y me dediqué a observar su tensa espalda.

—Te necesito.

Así comenzó a hablar el pelinegro, obligándome a fijar mis ojos en el suelo de la habitación. No entendía cuál era la razón por la que me había traído con él, pero comenzaba a sentirme violentada.

—Si puedes escucharme hazme alguna señal. Pestañea, levanta un dedo, algo.

El tono lastimero de su voz me obligó a levantar de nuevo mi vista hacia él, percatándome de la abatida expresión de su rostro, la cual, provocó que mi estómago diera un vuelco.

—Algo que me indique qué he de hacer —continuó, agachando su cabeza apesadumbrado.

Esto me llevó a acercarme involuntariamente hasta la cama, sentándome junto a él sin despegar mis ojos del hombre de la silla, distinguiendo que el lado derecho de su rostro estaba completamente quemado, visión que me cortó la respiración.

The Last Dawn |Derek Hale x OC|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora