Nació con una clara marca en su futuro. Lo más importante para ella es su hermano, pero todo cambia en su llegada a Beacon Hills. Siempre han sido ellos dos, nunca han necesitado a nadie más, pero esas defensas que se habían autoimpuesto se derrumba...
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Esa mañana cuando me levanté, mi primera intención fue tomar un cálido baño para relajar mis todavía tensos músculos.
Teniendo en cuenta las nochecitas que había afrontado esa semana, eché en el agua un puñado de sales relajantes y hundí mi cuerpo hasta el cuello para reposar mi cabeza contra el borde de la bañera mientras mi mano derecha sostenía el teléfono frente a mis ojos con el contacto de Derek a un solo toque de llamarle y en la izquierda sujetaba un cigarrillo a medio consumir.
Si bien es verdad que había quedado en llamar al hombre lobo la noche anterior, había acabado demasiado agotada al darle todas las explicaciones pertinentes a Viggo, quien no había dejado de insistir en que le contara paso por paso todo lo que había sucedido, hasta que finalmente lo había hecho.
Así que, aprovechando que nos habían suspendido las clases hasta el lunes siguiente, es decir, hasta que arreglaran los desperfectos de la escuela o encontraran a Derek Hale, proclamado criminal no sólo de la ciudad de Beacon Hills, sino de todo el Estado... yo tenía el gusto de tomarme un relajante baño a las doce del mediodía después de haber dormido más de ocho horas seguidas sin ningún tipo de interrupción por primera vez en mucho tiempo.
Exhalando un suspiro, sintiendo cómo una pelota de nervios se asentaba en mi estómago, pulsé el botón de llamar y me llevé el móvil al oído, sobresaltándome cuando en mi cuarto se oyó el sonido de un teléfono.
—¿Eres imbécil o qué pasa contigo? —hablé sin molestarme en alzar la voz, aprovechando que había dejado la puerta abierta.
Cerrando mis ojos e inspirando hondamente repetidas veces, intenté reponerme del pequeño susto que me había llevado, algo que se complicaba enormemente al ser consciente de que el mismísimo Derek Hale estaba en mi cuarto... y yo estaba desnuda en mi bañera.
El haber dejado la puerta abierta me permitía escuchar con extrema claridad los leves latidos de su corazón, sabiendo que al igual que yo, él me escuchaba a la perfección... y esto me llevaba a arrepentirme de mi decisión de no llamarle en su momento, algo que confirmé segundos después.
—Dijiste que me ibas a llamar cuando salierais de la escuela.
Su grave y profunda voz llegó a mis oídos, dejándome claro que estaba aproximándose a mi posición a medida que hablaba, hasta que se apoyó en el marco de la puerta, provocando que mis mejillas se calentaran hasta niveles insospechados cuando volví a abrir mis ojos.
La verdad es que no esperaba este actuar por su parte.
—No lo hiciste.
—¿Y eso te da el permiso de entrar a mi baño mientras estoy en la bañera? —murmuré incrédula—. Sabes que estoy desnuda, ¿verdad?
Sintiendo cómo mis mejillas estaban a punto de explotar, me hundí un poco más en el agua al ser consciente de cómo sus ojos recorrían la piel expuesta de mis hombros mientras que simplemente se encogía de hombros, estirando sus labios en una mueca ladeada.