Nació con una clara marca en su futuro. Lo más importante para ella es su hermano, pero todo cambia en su llegada a Beacon Hills. Siempre han sido ellos dos, nunca han necesitado a nadie más, pero esas defensas que se habían autoimpuesto se derrumba...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Toda atmósfera tranquila, romántica o agradable desapareció cuando segundos después un fuerte rugido, que nada tenía que ver con el lloriqueo anterior, se extendió a nuestro alrededor, provocando que me sobresaltara y me pegara con suavidad al pelinegro, quien no rechazó mi contacto, sino que, colocando una de sus grandes manos en mi cintura, me apretó contra él mientras revisaba el lugar con sus ojos.
Cuando pensé racionalmente y fui consciente de que había sido Scott a través de los altavoces de la escuela, me separé con rapidez de Derek y volví a apoyarme contra el jeep simulando que no había pasado nada, sintiendo cómo mis mejillas se calentaban levemente.
¿En qué demonios pensaba?
—Os voy a matar a los dos —rugió el pelinegro minutos después, señalando con su dedo índice a ambos adolescentes quienes se acercaban orgullosos hasta donde nos encontrábamos—. ¿Qué diablos era eso? ¿Qué intentáis, atraer a todo el Estado?
—Lo siento, hasta yo he alucinado —reconoció un tímido Scott.
—Sí, ha sido un flipe impresionante —comentó orgulloso y con pitorreo Stiles.
Ante su ridículo actuar, cerré por unos segundos mis ojos reteniendo de esa forma las ganas de acercarme a él y darle la bofetada que se estaba ganando.
Sí, había sido un rugido impresionante, pero Derek tenía toda la razón. Lo más probable es que ese rugido se hubiera escuchado en toda la ciudad, y eso provocara que no solo fuera el Alfa el que acudiera a la llamada, sino que lo hiciera cualquier ser viviente.
—Callaos —rugió Derek con sus músculos tensos provocando que yo le mirara fijamente.
Realmente parecía enfadado.
—No seas un lobo amargado —rezongó Stiles.
—No es un lobo amargado —defendí al pelinegro apretando mis puños levemente, reteniendo de ese modo las ganas que me estaban entrando de golpearles con todas mis fuerzas—. Os habéis pasado y con creces.
—¿Dónde está mi jefe? —interrumpió Scott asomándose a la ventana trasera del Camaro, provocando de Derek y yo nos miráramos extrañados antes de que el pelinegro centrara su atención en su coche.
—¿Qué? Estaba aquí —aseguró Derek girándose de nuevo hacia nosotros.
Dispuesta a defender al pelinegro de las miradas extrañadas de ambos adolescentes, no fui consciente del momento en el que el Alfa apareció a gran velocidad tras Derek y atravesó su torso con sus garras, provocando que de su boca chorreara sangre mientras le levantaba varios centímetros del suelo para después lanzarlo contra una pared de ladrillos.
Una ola de sudor frío recorrió mi cuerpo cuando fui consciente de lo que acababa de suceder frente a mis ojos, consiguiendo que fuera tarea imposible hacer que mi cuerpo reaccionara.