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Cuando a la mañana siguiente la alarma de mi móvil me obligó a levantarme, froté mis ojos repetidas veces al sentirlos extremadamente resecos

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Cuando a la mañana siguiente la alarma de mi móvil me obligó a levantarme, froté mis ojos repetidas veces al sentirlos extremadamente resecos.

Lentamente, y como si mi cuerpo pesara toneladas, me dirigí a la ducha para intentar relajar mis músculos entumecidos.

Bajo el chorro de agua caliente cerré mis ojos y dejé que rápidos flashes de la pesadilla que había sufrido esa noche acudieran a mi cabeza.

Unos grandes ojos rojos, un desagradable olor, una gutural voz que repetía mi nombre.

Todo se repetía una y otra vez.

Y entonces me pregunté si solo había sido un sueño o si había pasado de verdad. Porque incluso podía asegurar que el malestar seguía invadiendo mi cuerpo, del mismo modo que ese mal olor continuaba presente en mis fosas nasales.

No queriendo pensar demasiado en ello, realicé mi rutina diaria y salí con parsimonia de casa siendo consciente de que ese día, por muy raro que pareciera, me sobraba hasta tiempo.

Cuando aparqué el coche frente a la solitaria escuela no se oía ni un solo ruido a mi alrededor.

Con la ventanilla abierta saqué la cajetilla de cigarrillos, me llevé uno a los labios y me lo fumé tranquilamente sentada dentro del coche mientras le daba vueltas a la pesadilla una y otra vez en mi mente.

Pocos minutos después los primeros coches empezaron a llegar, por lo que tiré la colilla al suelo y, colgándome el bolso al hombro, abandoné mi posición en el coche y arrastré mi cuerpo hasta los pasillos de la escuela, esperando y deseando que fuera un día tranquilo.

Dos horas habían transcurrido hasta que vi por primera vez a los dolores de cabeza que eran Stiles y Scott, recibiendo dos miradas suspicaces de su parte. Al parecer, por las expresiones de sus rostros, podía asegurar que seguían dándole vueltas a lo que les había dicho el día anterior.

Fue en la clase de Educación Física cuando Stiles se acercó a mí durante la explicación del entrenador.

—¿Por qué dijiste ayer que deberíamos ser amigos? —murmuró el chico junto a mí, provocando que le mirara por el rabillo del ojo—. He estado pensándolo durante toda la noche, y tengo varías teorías.

Mis labios se estiraron en una sonrisa mientras mis oídos eran bombardeados por las loquísimas ocurrencias del rapado.

No me podía creer lo que estaba escuchando, por lo que rápidamente agarré el antebrazo del chico y le dediqué un guiño de mi ojo, arrastrándole a la fila frente a una de las canastas del gimnasio.

—Nos podemos ayudar mutuamente —suspiré en su dirección, viendo cómo su ceja se alzaba levemente—. Necesito que vosotros me ayudéis con algunas cositas y yo puedo ayudar a tu amigo. Quid pro quo.

Sin decir nada más, atrapé el balón que me lanzó el entrenador y corrí hacia la canasta, esquivando con facilidad a Jackson Whittemore, que ocupaba la posición de pívot, y marqué un mate.

The Last Dawn |Derek Hale x OC|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora