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Cuando los primeros rayos del sol golpearon mis ojos y los abrí, me percaté de que no estaba en mi cama. Me encontraba en medio del bosque, desorientada y hundida anímicamente, lo que empeoraba considerablemente a medida que las palabras de Viggo volvían a resonar en mi cabeza como una torturante letanía.

Sintiendo mi cuerpo extremadamente pesado, intenté levantarme, sin embargo, hubo un pequeñísimo detalle que me hizo gritar con toda la fuerza de mis pulmones, o al menos, esa fue mi intención... pues, en cambio, un potente aullido escapó de lo más profundo de mi garganta.

Donde se suponía que debían estar mis manos había dos grandes y gruesas patas de pelaje grisáceo y de afiladas garras.

Reponiéndome de la sorpresa inicial, intenté ponerme nuevamente de pie, pero estuve a punto de caerme de bruces cuando mis piernas, igualmente transformadas en unas largas patas, fueron incapaces de sujetar mi peso.

Entonces, caí en la cuenta.

Había perdido el control.

Otra vez en menos de un mes.

Volviendo a tumbarme en el suelo, coloqué mi cabeza sobre las patas delanteras, sintiendo cómo mis ojos se humedecían terriblemente rápido mientras intentaba con todas mis fuerzas relajarme para poder volver... a mi forma humana.

Poco a poco una inmensa paz creció en mi interior al dejarme envolver por todos esos detalles, qeu quizás, en otra situación, ni siquiera me hubiera molestado en apreciar, como lo eran el canto de los pájaros o en el sonido de las copas de los árboles al mecerse con el viento, o incluso en el sonido del riachuelo que ubicaba a varios kilómetros de mi posición.

Cualquier intención que tuviera de volver a convertirme en humana desapareció en el momento en el que recordé que cerca de casa no había ningún riachuelo.

¿Dónde estaba? ¿Qué era lo que había hecho durante la noche?

Si bien es verdad que recordaba a la perfección el momento en el que salí corriendo de casa, huyendo de la historia que me precedía, ignoraba en qué momento me había transformado, pero lo que sí sabía, era que debía volver junto a Viggo, por eso, de un ágil movimiento volví a levantarme y olfateé mi alrededor, identificando de esa manera mi rastro para poder volver a casa.

Tanteando el movimiento de mis extremidades, sintiéndome realmente rara e incómoda al caminar a cuatro patas, comencé a avanzar tambaleante hacia los árboles siendo consciente de la sensación de anhelo que empezaba a surgir en mi pecho y que me obligó a mirar hacia atrás para clavar mi atención en ese enorme tronco de un árbol cortado, percatándome de que había estado acurrucada entre dos de las múltiples y grandes raíces que sobresalían en la tierra.

Volviendo a acercarme con lentitud al árbol, coloqué una de las patas sobre la madera, sintiendo cómo una intensa corriente de energía recorría mi cuerpo.

The Last Dawn |Derek Hale x OC|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora