Kay imaginaba que aquello sucedería, lo mismo paso con él cuando trataron de usar un medidor mágico. La máquina podía ser la más sofisticada jamás creada, pero aun así no servía de mucho cuando alguien tenía un poder tan grande en su interior. Lo único que podía ser lo mejor para tener una idea de cuan grande era su magia era usar un esther.
Un esther es aquel que comprueba cuales son los tipos de magia que existen dentro del cuerpo del individuo que observa, sus ojos tienen un nivel diferente de percepción.
Así como los familiares estaban hechos solo para las mujeres, los esther estaban hechos solo para los hombres. Ya que el contenedor mágico de un hombre venía siendo varias veces más grande que el de una mujer, podían acoger desde una hasta cientos de tipos de magia y con la ayudo de los esther, se podía comprobar cuáles eran los usos de estás. Es por eso, que cuando el esther tuvo frente a él a una niña, no pudo más que sentirse ofendido.
— No es correcto pedir explicaciones de mi parte, majestad. Pero necesito que responda a mi pregunta — hablo el adulto con serenidad fingida — ¿Por qué me pedí que evalúe a esta criatura? — casi señaló con desprecio a la pequeña figura.
Era bien sabido que los esther despreciaban a la población femenina mágica; aunque respetaban profundamente a Hakary como la bruja original, no les parecía bien que otras tratarán de volverse su copia barata. Para los esther, las mujeres no eran más que una herramienta inútil en el campo de los hombres. De por sí, al tener un contenedor mágico pequeño y necesitar ayuda de un ser mágico les restaba puntos ante sus ojos. Además, era bien sabido que la población mágica era dominada por hombres. Solo el 9% pertenecía a la especie femenina, muy pocas mujeres decidían aprovechar sus poderes ya fuera para bien o para mal; por lo general, la mayoría de las feminas decidían poner sellos o destruir el conducto de magia para convertirse así en mujeres comunes y corrientes.
— Quiero que uses tu percepción en ella — dijo Kay con tranquilidad, con su típica cara de poco interés.
— E-esto es un vergüenza... — susurro el hombre con molestia, en cualquier momento explotaría de la ira. Si ese hombre no fuera el emperador ya lo hubiera insultado de todas las maneras posibles.
Fiama por otro lado no parecía estar cómoda. Ella sabía cuándo no era bien recibida. Y cuando llegó esa mañana al palacio imperial por órdenes de Kay estaba lista para mostrarse como una negociante, estaba lista para hacerle ver a Kay porque era mejor mantenerla viva que muerta. Estaba en total confianza, hasta que vio al esther. Si no fuera porque en el libro se relata muy bien la apariencia física similar de todos los esther, no habría sabido el porque de la presencia del desconocido.
Observo su piel grisácea, el cabello y las pestañas eran de un azul eléctrico, de ojos negros, casi como pozos profundos, sin un atisbo de vida.
Se veía algo mayor, a pesar de que tan solo tenía 23 años. Está especie tiene una vida de duración muy corta. No llegan a vivir más de los cuarenta, tienden a envejecer muy rápido. Hasta ahora, el esther más viejo registrado en la historia vivió hasta los cuarenta y cinco, y poco después murió por todo tipo de enfermedades que se formaron a través de los años.
— Hazlo ahora — ordeno Kay con impaciencia.
— Si, mi señor — aunque era claro que no lo hacía por voluntad propia, mostró su respeto al emperador.
Regreso sus ojos hacia la pequeña pelirroja frente a él, unió sus manos y con lentitud colocó la mano derecha recta con dirección hacia arriba y la mano izquierda se convirtió en un puño con el dedo anular sobresaliendo. Tomo una leve respiración, cerro sus ojos dándole una apariencia suave y tranquila, diferente a la que mostraba mientras miraba a la niña.
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El destino de una princesa
FantasyEleonor vivía una vida común hasta que un accidente de tránsito cambiaría todo. Cuando despierta ya nada es lo mismo, ella ha reencarnado como una princesa del libro que leyó minutos antes de morir. Está destinada a ser asesinada, pero se prometió a...