Capítulo 64

351 32 1
                                    

Los ojos de Kay se desviaron hacia el rostro de la pequeña, en sus ojos había una extrema preocupación, confusión, tristeza, incomprensión y por sobretodo, una enorme culpa. Por un instante fue como si estrujaran con fuerza su corazón, detestaba desde lo más profundo de su ser, verla en ese estado. Aún estaba sentada erguida, tal y como había aprendido desde muy pequeña, y su energía hacía parecer que estaba tranquila; ella que por lo general era bastante buena ocultando lo que quería cuando le apetecía, tal y como lo haría cualquier adulto en la nobleza, ahora mismo reflejaba tras sus iris a alguien en extremo vulnerable. Y eso solo hizo crecer sus ansias por cortar la cabeza de quien le estaba causando esas emociones. Pero debía calmarse por el momento, el informe de Herminio y Fiama confesandole el porqué de la visita a la torre, era bastante preocupante de hecho.

- Hay que hablar a solas - dijó esta vez dirigiendo sus ojos a Ryu, quien se mantenía junto a ella en silencio, luego miró al pequeño duende - Y llevátelo también.

El hombre pareció notar de inmediato lo que el emperador pensaba y aunque su ceño fruncido denotaba no estar muy de acuerdo, pues aquello podía ir muy mal, tomó al familiar en sus manos y salió.

- Ciertamente alguien con poderes divinos sería bastante difícil de detener, más que nada porque no sabemos si se trataba de un dios o un mitad celestial - soltó Kay con voz y expresión neutra, en ningún momento apartó los ojos de la niña y eso la incómodo, al igual que sus palabras - Este asunto es algo que pudo evitarse, si el cambio hubiese sido notado antes, podríamos haber cortado la conexión sin muchos problemas, pero ahora... - se detuvo, de manera expectante, y aún así, era claro lo que quería decir.

Fiama se estremeció al oírlo, ella misma ya había completado la frase en su cabeza. No se atrevió a mirar al emperador de forma directa, pues le parecía que solo encontraría una clara sentencia en él. Temía ver que esos ojos que habían cambiado al verla, volvieran a ser los de antes.

La observó otro segundo antes de girarse, tomó aire en silencio. Si se equivocaba la lastimaría profundamente y él no estaba preparado para que Fiama pusiera una pared entre ambos, una que no se pudiera derrumbar, ni atravesar y mucho menos escalar. Ahora que volvía a tener una persona valiosa en su vida, no quería arruinarlo.

- Tal vez, es momento de que cortes tu vínculo con el familiar - comentó con indiferencia, casi con un leve frío que en ella caló hondo - No parece ser de mucha utilidad ahora - le miró de reojo y en sus ojos solo había vacío - Un familiar que no le sirve a su amo, debe ser desechado.

A Fiama se le cortó la respiración un momento, y dolía muchísimo, no sabía si por sus palabras, por como las decía o por la boca de donde provenían, tal vez las tres opciones. Negó un poco, casi por reflejo, sus manos se apretaron con mucha fuerza que hasta sus nudillos se tornaron de blanco.

- No es así, no puedes deshechar a una persona como si no valiera nada - la voz le tembló un poco, el agravio era más que notable y parecía controlar la ira que crecía a cada segundo - Valdo-...

- Ese familiar... - La interrumpió sin vergüenza alguna, incluso su voz se volvió más seria - Te causa demasiados problemas, puedes quitártelo de encima ahora, si te desvinculas de él, dejará de existir y podrás reemplazarlo con uno más útil - era tan cruel, y sin embargo, muchas brujas habían tomado ese camino en el pasado, cuando el familiar resultaba no servirles de nada, hacían un ritual para hacerlo desaparecer y luego traían a alguien más, era como si nunca hubiera existido, aunque esto solo podía ser hecho por brujas de gran potencial, como Fiama.

- No es así, él me ha servido más que bien... - trató de defenderlo y ¿cómo no lo haría? Le importaba demasiado como seguir escuchando tales palabras. Sentía como sus ojos se cristalizaban mientras intentaba contener el nudo en su garganta lo más pequeño posible, y sin embargo, la impotencia le hacía ese trabajo muy complicado.

El destino de una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora