Capítulo 79

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Estando frente a esa multitud que pedía a gritos su muerte, la niña se mantenía imperturbable. Y es que sabía, que no importaba cuanto miedo le tuvieran, no podrían hacerle daño, no solo por sus propios temores, sino porque estaba con gente a la que no tendría dudas en protegerla si fuese necesario.

Dejó salir una sonrisa, no era arrogante, mucho menos dulce, era solo una sonrisa que expresaba lo  que se sentía, casi como si no estuviera frente a cientos de personas que hace nada imaginaban un mundo sin su existencia. Ella solo sabía que no iba permitir que otros le arruinarán el camino que tanto le había costado encontrar.

Belkaryu volvió menciono que demostraría que ella no representaba peligro para el imperio. Por un momento lo pensó, ella no quería lastimar a otros, no buscaba matar por matar y aquellos que tristemente habían terminado siendo consumidos  llamas, fueron accidentes o personas que trataron de dañarla y que aún así, sus muertes no fueron planificadas. Quizás si era peligrosa, pero no porque quería, si no porque hubieron situaciones que la obligaron a llegar a esos extremos. Se mantuvo quieta, tratando de olvidar las intensas miradas de las personas, incluyendo también el silencio que estaban creando los presentes. Cerró los ojos y se dejó llevar por la cálida sensación creciente en su pecho. Lo único en lo que quería pensar era en los momentos tranquilos que había logrado tener por momentos. Las voces de aquellos que le importaban estaban allí, contándose bromas o platicando sobre un libro, un recuerdo divertido...

Un pilar de luz se elevo hasta el cielo, inclusive más allá, perdiéndose en la infinidad. La luz obligó a todos a mirar hacia otro lado por unos instantes pues fueron tomados por sorpresa. La niña a la que le temían empezó a elevarse en el aire y era como estar en un sueño, sus ojos ya no se abrían debido a la placentera sensación de calma que le producía  allí. Imagino que quizás era como estar en el vientre de una madre, siendo un bebé sin conciencia alguna, sólo existiendo. O también era como estar bajo el agua flotando y escuchando la más profunda nada.

Aunque algunos sintieron miedo, al instante está emoción fue reemplazada por algo que no sabían como describir, tan maravilloso, tan... .

La presencia divina, eso es lo que era, pero no la de Belkaryu, no. Era algo mucho más poderoso, más divino y también aterrador, pero incluso así, nadie sentía miedo, ¿Cómo podrían? Allí solo había una infinita paz que esperaban sentir por siempre.

Fiama estaba siendo bañada en la luz de nadie más que aquel del que nunca imaginaron tener siquiera una señal de su existencia, pero creían firmemente en él, creían en su amor, en su bondad, en su gran poder. El ser más grande que la existencia misma había visto. Era el padre de todo, nadie más que su eterno Dios.

Darrash, por primera vez desde hacía varios cientos de años hacía acto de presencia y todos estaban siendo testigos de esto. Según se decía, la última vez que algo como esto sucedió fue cuando la Bruja Hakary nació y cuando murió. Aquella mujer fue bendecida por completo por la divinidad de Darrash, aunque esas eran historias pasadas de generación en generación que no pudieron comprobarse como tal. Pero allí, en ese momento y frente a una inmensa multitud con varias transmisiones ubicadas en cada parte del imperio, Fiama claramente no solo era bendecida y bañada en la maravillosa luz de Darrash, sino que también era una señal de que algo mucho más grande la protegía, más que el propio emperador de Intravella.

Nadie supo cómo reaccionar, nadie sabía que decir y absolutamente nadie, se movió. Tan solo pudieron observar.

Unos minutos después, el cuerpo de la niña descendió con lentitud y terminó en el suelo, sus ojos no se abrían, había entrado en un sueño profundo, la luz desapareció en un instante tal y como apareció y luego de ellos muchos cayeron desmayados por la impresión.

El destino de una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora