Capítulo 0

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“Gritaba hasta que sintió su garganta desgarrarse, las lágrimas salían sin control empapando todo su rostro, luchaba con todas sus fuerzas pataleando y empujando con sus delgados brazos. Dolía como si le enterraran mil agujas. Lo único que quería era escapar de esa horrorosa situación. ¿Por que le estaba sucediendo esto a ella? ¿En qué momento dios la abandono? ¿Cuando terminaría esa pesadilla?... ¿Porque él ser que ella más admiraba la odiaba tanto? Preguntas que abordaron su cabeza desde temprana edad, creció siendo una niña sin amor, nadie fue jamás cercano a ella y fue enviada a un confinamiento en el lugar más despreciable del planeta. Lo único que deseaba con todas sus fuerzas era que alguien la quisiera y la protegiera de todo mal, pero nunca fue así y jamas iba a ser así.

Sus aullidos de dolor cesaron después de tanto tiempo transcurrido, las fuerzas que tuvo al principio terminaron por abandonarla, así que lo mejor era esperar que aquella tortura cesará, que ese sufrimiento terminara de una vez por todas, ni siquiera podía liberar sus pensamientos, su mente estaba allí y no podía escapar de ningún modo.

La respiración agitada en su oido no se le iba a olvidar jamás, estaría presente toda su vida; aquellos ojos lascivos que la observaron por tanto tiempo, sus manos apretujando cada parte de su cuerpo, la asquerosa sensación de tener sus labios y lengua recorriendo su boca y su piel o las palabras que profesaba cuando no había nadie mirando, las obscenidades que le decía enfrente de los ojos del gran Dios Darrash, solo un monstruo sin temor a un castigo apropiado podía hacer esto en el templo sagrado del ser infinito, se supone que ese lugar era protegido por las almas más nobles y poderosas del imperio.

Pronto los jadeos se hicieron más intensos y las estocadas más rápidas, era como si un cuchillo entrará y saliera  en la parte más íntima de su cuerpo. Con cada movimiento su alma se rompía a pedazos. Así, la tensión en los músculos de ese ser tan cruel se hizo presente, trataba de tomar aire y recuperar su fuerza, limpiaba el sudor en su frente. Se incorporó en silencio mirando a la joven en el suelo siendo observado por ella en cada momento, solo vacío, ya nada se podía ver a través de ellos, ni una pizca de miedo, nada. Sonrió, como si no hubiera algo más maravilloso en ese mundo y pronto una risa lleno el lugar al igual que el eco lo repetía rebotando en las paredes.

— ¿No crees que esto fue lo más bello del planeta? — se acercó un poco a la estatua que representaba al dios de todo el continente, mirándola maravillado — El dios está feliz por nuestra unión en cuerpo y alma.

No podía siquiera levantarse de su puesto, ni una sola fuerza la acompañaba. Pasaron minutos que le parecieron demasiado largos hasta volver a escuchar un ruido. Los pasos de ese hombre acercándose nuevamente con una sonrisa que era la cosa más macabra que jamás había visto y unos ojos que mostraban una satisfacción total helaron su sangre.

— Ahora — jalo de su cabello para poder arrastrar así su delgado cuerpo frente al centro del círculo de adoración, los quejidos no paraban de salir de sus finos labios, pero ese hombre lo ignoro por completo. Conecto los ojos de ambos de un tirón dejando también su cuello al descubierto — Ahora debes ser sacrificada en nombre de Dios, tu sangre debe ser derramada — del cajón sagrado de ofrendas saco un cuchillo y despacio lo dirigió a ella. Rozo su delicada piel y de un solo movimiento corto el cuello de la muchacha. La sangre salía en grandes cantidades, no hizo ningún movimiento por defenderse, es que realmente ella ya no deseaba vivir, solo se dejó llevar hasta que su respiración se hizo demasiado pesada al igual que sus ojos.

— Padre pronunció en un último suspiro y una imagen que se volvía borrosa. La persona que solo vio una vez en vida y que la rechazo hasta el final, aquel al que jamás le interesó lo que pudiera sucederle, aquel que la odio desde su primer respiro, aquel que la envío a ese podrido infierno. El emperador Kay Lot de la Croix. Un ser despreciable, pero que incluso así, no podía odiar.

El destino de una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora