Capítulo 46

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No fue capaz de pensar en la agradable tarde que había pasado junto a los tres niños. Hace unos días sonreía contenta mientras pasaban de juego en juego y comían deliciosos dulces; y ahora solo tenía a una histérica mujer llena de palabras amargas y frases hirientes.

Tan pronto como su madre apareció por aquella puerta, se vió obligada a quedarse a su lado, escuchando sus quejas y futuros planes de venganza.

Despotricando contra el mundo y quienes habitan en el, es lo único que hace Lina, y Arabella no se salva del coraje que habita en el interior de su madre, recibe insulto tras insulto con los ojos inundados en lágrimas, no puede entender porque Lina es más cruel de lo habitual. Prefiere que la ignore, prefiere que finja amor a ver la verdadera personalidad de su madre.

Parecía un perro agresivo, cualquier movimiento en falso y no dudaría en atacar.

Aunque esto también causó preocupación en la niña, actuar de ese modo, expresar tan abiertamente su odio por la familia y sus seguidores no era algo que hubiese pasado sin motivo. Comenzó a preguntarse si el emperador llegó a hacerle daño a su madre, era una posibilidad, y no le agradaba pensarlo, sea lo que sea, Lina fue quien le dio la vida y cuidarla no estaría mal.

Esa mañana trató de acercarse, buscaba ser un apoyo, intentó darle un abrazo pues su padre alguna vez le dijo que los abrazos eran el mejor remedio para animar a alguien decaído.

Dudó un poco de la decisión, pero al final se acercó con una hermosa sonrisa que ablandaría los corazones de la gente en solo cuestión de segundos. El problema vino cuando subió a la cama, Lina apenas estaba despertando, sentir el peso extra a un lado fue algo molesto.

— ¿Qué haces? Ve a tu cama, Arabella. No estoy de humor — su voz fue exigente y fría.

Por un instante se encogió, recogió sus brazos y con una expresión entristecida observó a su madre.

— ¿Hay algo que tengas que decir?

— N-no...

— Vete entonces.

Casi de un salto estuvo en el piso alejándose de aquella persona que parecía querer asesinarla.

— Ma-má... ¿estás bien?

No sé había atrevido a preguntarle antes por miedo a la reacción que pudiese tener, pero necesitaba saber, debía de haber una respuesta para el comportamiento de Lina.

— ¿Si estoy bien? — se acomodó tan despacio sobre su sitio que los segundos se volvieron casi eternos y que decir del tono que ahora se había vuelto más aterrador que el anterior. Apenas llevó sus ojos a la pequeña rubia y como si estuviese mirando a un gran enemigo, sus cejas se fruncieron al punto en que casi se tocaban — No lo estoy.

¿Qué podía responder o decir? Como hija estaba preocupada, pero no eran cercanas y Arabella lo sabía bien, así que no había mucho que pudiese decir, cualquier cosa causaría más enojo en su madre.

— Sal de aquí, mi paciencia se está agotando.

No respondió, apretó los labios con fuerza y salió corriendo, se apresuró a esconderse en su cuarto y respiró de forma agitada, casi se estaba ahogando al aguantar la respiración bajo la estricta mirada de Lina.

Fue como estar frente a un cazador cruel, mientras ella era la presa sin posibilidades de defenderse.

El silencio era absoluto, ese día Lina dormía y se había mantenido callada, como si se hubiese resignado que a nadie le importaban sus reclamos.

La noche fue tranquila, sus sueños la llevaron a rememorar ese día tan divertido junto a su prima y aquellos niños de personalidades diferentes.

El destino de una princesaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora