Arabella observaba todo con algo de nerviosismo, en ese momento se arrepintió de no haber acompañado a Fiama, pero habiendo escuchado sus planes de espiar a la doncella y al caballero, no fue capaz de hacer lo mismo. No juzgaba a su prima, ella también tenía curiosidad de lo que podría pasar entre esos dos, solo que le daba vergüenza ir a ver lo que hacían.
- Oh, Arabella.
Una voz la llamó a sus espaldas, así que de inmediato lo regresó a ver, topándose entonces con Luah, que al igual que todos en la fiesta, estaba bien vestido.
- ¡Ah! Joven Luah - sonrió contenta de verlo, sabía que se encontraba de vacaciones, pero no lo había visto hasta ese momento - Me alegro de verlo.
- Lo mismo digo - dijó analizándola. Al igual que él, ella solía tener problemas para socializar con otros, solía ser bastante tímida y por lo visto, seguía igual - ¿Por qué estas aquí sola? - preguntó notando que no estaba cierta pelirroja junto a ella.
Arabella no tardó en explicar porque no estaba allí, y Luah no pudo evitar sonreír debido a lo curiosa que podía ser Fiama. Estuvo un poco pensativo aquellos días, aunque había escuchado atentamente las palabras del emperador sobre el asunto de su madre, por alguna razón, sentía que se estaba perdiendo de algo. Sabía que debía confiar, no podía actuar como un ingrato con aquellos que lo habían salvado y le tendieron la mano cuando más lo necesitaba.
No es que hubiera pasado mucho tiempo desde que llegaron al dichoso baile, pero a Arabella comenzaba a darle sueño, tal vez se debía también a que desde temprano la despertaron para comenzar a arreglarla y en todo el día lo único que hizo fue estar a merced de quienes la estaban preparando. Sacudió la cabeza, debía esforzarse, así eran los eventos de la alta sociedad y algún día tendría que ir a ellos en repetidas ocasiones.
- ¿Sabes dónde está su majestad? - interrogó Luah mirando alrededor.
Arabella no había notado que el emperador ya no estaba, pero podía suponer e incluso apostar que estaba con Fiama y eso fue lo que le expusó al muchacho. Fue entonces que una idea riesgosa vino a la cabeza de Luah, de hecho, podrían decapitarlo por lo que pensaba hacer, solo que no podía más con la incertidumbre. Se despidió de Arabella y empezó a caminar por los pasillos del palacio. Recordaba bien donde estaba el despacho de Kay, así que para no levantar sospechas, fue hasta una habitación que se encontrase justo debajo del mismo sitio.
Su magia no era la más sorprendente, pero había aprendido a usarla rápido, y si era veloz, con suerte, nadie sabría que estuvo allí.
Activó desplazamiento, una magia capaz de permitir a tu cuerpo moverse a través de lugares sólidos. Por lo general esta magia sólo la aprendían aquellos que pensaban dedicar su vida a la justicia, pues si un asesino la usaba, sería un gran peligro para muchos. Si en algún momento, la persona que estaba aprendiendo cometía un error o terminaba con su labor de forma definitivamente, la magia se borraba de su memoria, además de tener un sello para evitar divulgar la información de como se usaba. Era fácil de aprender, pero equivocarse aunque fuese un poco podría traer horribles consecuencias, ya que quedar atrapados en medio de algún objeto, de alguna pared o algo parecido, sería una muerte instantánea. Se disolvió en el aire, casi como si se convirtiera en partícula de polvo. Se elevó por el aire y subió un piso tras otro atravesando el techo hasta que llegó a su objetivo. Su cuerpo volvió a su forma original y no tardó en sonreír al ver que había funcionado. Más, la sonrisa le duró poco, pues en menos de dos segundos, varios guardias estuvieron dentro rodeándolo con sus armas y en medio, ingreso a quien menos hubiera deseado que lo viera haciendo aquello.
Kay no era tonto, jamás dejaría su despacho sin seguridad y menos cuando su pequeña hija se había colado en el sitio hace un par de años atrás. Dejó encendido un mecanismo dentro de la habitación que avisaría de inmediato a todos los guardias cercanos sobre el intruso.
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El destino de una princesa
FantasíaEleonor vivía una vida común hasta que un accidente de tránsito cambiaría todo. Cuando despierta ya nada es lo mismo, ella ha reencarnado como una princesa del libro que leyó minutos antes de morir. Está destinada a ser asesinada, pero se prometió a...