Capítulo Cuarenta.

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No había peor cosa en el mundo que los sentimientos atrapados en su pecho. ¿Porqué le había creído a ella? ¿Acaso no la quería tanto como decía?

Todo en cuanto ella podía pensar era en qué haría de ese momento en adelante. Jamás se había acostumbrado tanto a alguien y sin duda alguna le estaba doliendo demasiado dejar ir así a alguien. Ella nunca había sido así. Si quería a alguien, luchaba. Pero es que él se había llevado sus ganas, sus pensamientos y todo su amor. Todo le pertenecía a él. La había dejado vacía.

Siempre había creído que era alguien importante para él. Que en cualquier momento encontraría su apoyo, que siempre estaría de su lado; pero también se había dado cuenta que el odio y una mentira lo había destruido todo. La habían destruido a ella.

Se desvío en la carretera y se perdió en escuchar el sonido del viento y las gotas de la lluvia en su auto hasta que llegó a ese lugar especial. Ese lugar en el que se sentía segura, donde sus recuerdos la protegían.

Estacionó el auto en el lugar de siempre, frente a la entrada del parque. Cuando se puso el abrigo esperaba sentir un poco de calor alrededor de ella, pero el manto de frío y soledad solo se hizo más grande. Tan grande que comenzaba a caer por su espalda y a arrastrarse por el suelo.

Entró en el Parque y con cada atracción comenzó a recordar todo ese día. Todas las risas, sonrisas, como se recortaron en el pasto... Y cuando llegó a ese lugar, se sintió un poco más protegida.

Se sentó en el pasto con las piernas cruzadas y por un momento se confundió. No sabía si lo que caía eran las pequeñas gotas de la brisa o sus lágrimas, pero ya no importaba.

Sintió el pasto mojado bajo sus piernas y vinieron a su mente cada uno de los recuerdos de ese momento. Cómo la abrazó contra su pecho y como sintió sus caricias sobre sus mejillas... Cómo le susurró al viento que lo amaba, y como es que ella busca todavía ese susurro. El susurro que se llevó el viento, pero que está guardado en la bolsa delantera de una chaqueta de mezclilla.

Se recostó y dejó a sus recuerdos traspasarla y hundirse en la tierra. Todo su ser se estaba consumiendo.

Ese día lloró. Lloró como nunca en la vida había llorado. Lloró para llenar su Nilo y para calmar sus penas. Lloró y volvió a llorar y sintió que se volvía loca... Todavía lo siente.

Pasó gran parte del día allí recostada, hasta que las lágrimas resecaron su rostro, pero no lo suficiente como para librar a su alma del dolor que sentía.

Volvió a casa ese día, aunque ya no sabía dónde estaba. Todo su mundo y su verdadero hogar se habían caído ese día unas cuantas horas atrás.

¿Merecía eso? ¿Merecía sentirse así? Claro que no, nunca lo mereció, pero el resultado de tanto odio había recaído en ella y la había llevado a ese lugar al que no quería regresar.

Llamó al mejor amigo de su chico y a su mejor amiga, buscando algo de consuelo. Ambos jóvenes no tardaron en llegar. Ella creía que lo hacían por miedo a que hiciera alguna tontería; un pensamiento que pasó por su cabeza más de una vez en ese estado de oscuridad.

Cuando su mejor amiga llegó, lo único que pudo hacer fue abrazarla, aunque ambas sabían que eso era lo máximo que se podía hacer.

—Tienes que ir detrás de él, Rye...

Pero sólo negó. —No puedo...

—¿Qué te lo impide?

—Ella...

Unas cuantas palabras después, apareció su otra salvación; un chico con el cabello algo rizado e incontrolable, que le recordaba tanto a...

—Oye, esto no pudo pasar de este modo.

—Pues pasó.

—Alexa le lavó el cerebro. — Le explicó la pelirroja al guitarrista.

—Ayer me llamó... Me dijo que le habías hecho todo lo que no quería que le hicieras, pero no quise creerle, por eso no te llamé... Supuse que lo arreglarían todo.

—Va a llevarla a Londres con él. — Le respondió la castaña limpiándose de nueva cuenta las mejillas.

El joven no dijo nada, pero su expresión lo dijo todo. —Tienes que ir También tu. Te conseguiré otro vuelo, a ambas y lo voy a convencer de todo...-

—¡No tiene caso! — Respondió ella tan alto como pudo. —El no va a creerme... Él ya no me quiere y no volverá a quererme...

—Cambiarás de opinión... — Richie la abrazó fuertemente. —Te enviaré los boletos por correo, por si decides ir... Iré a recogerte También... Sólo promete que irás el día del concierto. —La tomó del mentón para mirarse. —Tienes que estar presente en nuestros logros. — suspiró y cambió un poco su semblante. —Ella no nos cae bien.

Y se rió por primera vez dentro de toda su tristeza.

































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