Always •|Jon Bon Jovi|•

Capítulo Cuarenta Y Ocho.

Las diez de la mañana.

Diez de la mañana y la resaca más terrible del mundo, para él.
Las diez de la mañana y una tristeza profunda, para ella.

Aquel día significaba algo grande en la carrera de esos cinco chicos. Todo Londres sabía de la llegada de la banda que había roto récord de reproducciones en Norteamérica y ahora estaban en el país de la realeza. Era algo genial y algo que los llenaba de emoción, pero una de esas cinco almas tenía una felicidad incompleta.

Se levantó de la cama por inercia y por la poca emoción que recorría sus venas. No quería hacerlo. No quería ver otros ojos en la multitud y no encontrar los de ella. Ya había dejado de funcionar. Ya no sentía nada.

Ella, por su parte, vivió esa mañana como si todas las otras fueran iguales. Se levantó, se dio un baño y bajó a la recepción en cuanto su cómplice le dijo que podía hacerlo. Recogió su tarjeta y su auto de la recepción y salió del hotel. Condujo hasta el centro de la ciudad y se perdió caminando por ahí. No podía ir a un concierto en pantalones anchos y una camiseta que ni siquiera era suya... No quería verse ni que él la viera así.

Compró un cambio de ropa algo sencillo y abrigador. El clima la estaba helando por completo, pero confiaba en que pronto ese frío que sentía dejaría de estar ahí.

Cuando se decidió a volver al hotel faltaba hora y media para el inicio del evento, así que se preparó con las pocas fuerzas que sentía. Mental y físicamente estaba cansada. Ya no sabía que hacer ni con quién podía estar. La única persona que amaba de verdad estaba tratando la situación como si no tuviera importancia. Si ya lo sabía todo, si ya sabía que era una mentira, ¿Porque no la había buscado? Su buzón no tenía ni una sola llamada y sabía que si intentaba explicar algo, no la dejarían hacerlo. Probablemente se habrían burlado de ella o peor aún, la hubieran insultado como ese día en el que su novio decidió que una mentira podía más que el amor que se tenían. Pero es que ella no sabía que así funcionaba el mundo. Quizás a estás alturas de su vida esté comenzando a saberlo.

Sabía que a él no le gustaba verla con mucho maquillaje, así que sólo se colocó máscara de pestañas y su clásico delineador negro. Finalmente parecía ella y eso le alegró un poco el día.

En alguna otra parte, respirando el mismo aire, estaba él, haciendo lo que más amaba en el mundo. Todo lo que quería en ese momento era ahogar la pena que sentía, pero lo estaba haciendo de una manera muy equivocada.

Llevaba días bebiendo. Había más alcohol en sus venas que su propia sangre, pero había descubierto que bebiendo era la única forma de librarse del tomentoso recuerdo de esos ojos que tantas veces le habían dicho cuánto lo amaban.

Unos toques en la puerta se escucharon luego de unos minutos y las voces que le pedían detenerse no pudieron hacerlo.

—Hey, debes detenerte...

—Déjame...

—Oye, — Su amigo le quitó la botella de un tirón, pero no hubo reacción alguna. —Embriagarte no hará que vuelva, grandísimo imbécil.

—P-Pero... — Se levantó de su silla y encendió su celular, mostrándole a su amigo la foto que adornaba su fondo de pantalla. Ella. —Hará que d-desaparezca...

Volvió a sentarse y escondió la cara en su regazo entre sus manos. Sus sollozos llenaron la habitación y su amigo no dudó ni un poco en demostrarle su apoyo. A pesar de saber la verdad, Richie sabía que estaba bien hacerlo escarmentar un poco.

—Ven, vamos afuera.

Se soltó de los brazos de su amigo y se puso un pañuelo en el cabello para controlar que se le fuera a los ojos, se puso su chaqueta de mezclilla y salió junto con él de su cubículo. Los gritos de los fanáticos ya se escuchaban a su alrededor y eso le levantó un poco el ánimo. Saber que había gente que creía en él siempre lograba reconfortarlo.

Se quedaron parados frente a la salida del escenario, esperando su señal para salir. Logró contener toda la cordura que aún quedaba dentro de él para dar un buen show, pero es que se sentía tan mal...