2.

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–¿Está muerto?

–No creo, pero de seguro quedó tonto.

Las voces retumban en mi cabeza con eco. Trato de moverme, pero me duele todo el maldito cuerpo. Tengo miedo de abrir los ojos y ver el desastre que dejé por ebrio. 

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No. No es mi culpa. Es del estúpido whisky. 

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Si lo pienso, tengo suerte de estar aún con vida. Por cierto, ¿quién es el descerebrado que se atreve a tratarme de tonto?  La voz me es muy familiar, pero a la vez, lejana, como un recuerdo.

Me trato de incorporar con dificultad, pensando que me siento extrañamente rodeado por mucha gente en circunstancias que con suerte deberían estar los necesarios conforme al protocolo sanitario. 

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Irresponsables de mierda. 

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Si termino contagiado les meteré una demanda por el culo, aunque ahora no puedo palabrearlos ya que el dolor punzante en la nuca no me deja hilar los insultos necesarios.

–No te muevas tanto. Esa bludger casi te decapita.

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¿Bludger? ¿Qué diablos?

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Levanto los parpados confundido y lo que llega a mis ojos es incomprensible. Ahí, con sus uniformes de equipo, están Urquhart, Zabini, Goyle y Crabbe, además de un montón de gente que susurra entre sí, entre preocupados y divertidos...

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¡Espera! ¿Crabbe?

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Por la puta –mascullo cabreado.

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Efectivamente me morí.

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–Está maldiciendo, así que yo lo veo perfecto –suelta Goyle, estirándome la mano para levantarme.

Honestamente, la tomé por inercia, porque aún no entendía bien qué demonios estaba ocurriendo. No solo alguien que había sido consumido por el fuego estaba al frente mío como si nada, sino que también lo estaban mis compañeros de equipo de Quidditch, todos jóvenes y sudados, como unos malditos adolescentes. 

Rápidamente comencé a unir los puntos al ver la insignia de Capitán en el uniforme de Urquhart. La revelación me dejó marcando ocupado. ¿Es normal este sonido agudo que escucho? ¿Se verá muy poco varonil si me desmayo en este momento? 

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Mierda.

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–¿En qué año estamos? ¿1996 o 1997? –gruñí, tallándome los ojos.

–Creo que sí quedó tonto después de todo –bromeó Zabini, ganándose una de mis famosas miradas afiladas–. Tranquilo, rubito. Estamos en el 97'.

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A la verga.

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–¿Mes?

–Junio –respondió esta vez Crabbe–. ¿Seguro que no quieres que te llevemos a la enfermería?

–No lo necesito. Y no, es imposible que estemos en junio. No puede ser junio.

Todos me miraron extrañados, pero es verdad, ¡es imposible!

Es decir, ya de por sí era increíble que por practicar alquimia borracho, hice estallar mi mansión y retrocedí en el tiempo. Pero ¿junio?  vamos, ustedes saben que en junio de 1997 estaba pasándola como el culo por el "encargo" del señor Oscuro, y que había abandonado el equipo de Quidditch por ello. Yo ya no era buscador para entonces, Harper lo era.

Sin embargo, el susodicho estaba sentado con cara de depresión en el puesto de reserva, mientras que unos metros más allá todo se teñía de escarlata y dorado, elevando a la comadreja por encima de los hombros como un héroe, sosteniendo una copa por sobre su anaranjada cabeza.

Yo no jugué este partido, pero ahí estaba, con una jaqueca de los mil demonios sin entender un ápice de lo que estaba ocurriendo.

–Estos bastardos nos joderán una semana con su victoria –resopló Zabini, echándose la escoba al hombro–. Lo siento amigo –agregó, dándome una palmada en el hombro–, el sacrificio de tus neuronas no sirvió de nada. Aunque para el próximo campeonato, procura pillar la snitch y no atajar una bludger con tu enorme cabeza. Esto no es fútbol y eso no es una pelota.

Todos comenzaron a caminar de regreso a los camarines, así que los seguí liado, aumentando dicha confusión al verme al espejo mientras el resto se duchaba. Era joven, otra vez. Además, no llevaba encima esa apariencia enferma que tenía con todo el asunto de "mata a Dumbledore". Para rematar, tenía el cabello más largo de lo que recordaba para esa época, cayendo sobre mi frente de manera desordenada.

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Quizás, la bola me dio más fuerte de lo que pensaba.

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Me apoyé en el lavamanos y comencé a darle vueltas al asunto, tratando de no hiperventilar aunque en el fondo estaba un poco –un poco mucho– con las bolas encogidas. ¿Cómo llegué aquí?  Bueno, no tengo puta idea, pero asumo que la explosión debió crear una onda sónica que activó el Giratiempo. Pero ¿cómo? si ese bastardo sensual estaba en el armario alemán.

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Suspiré.

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Nada tenía sentido y eso me aterraba porque esto era un error de proporciones catastróficas. Mi presencia podía alterar la línea temporal.

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Aunque algo ya había cambiado, pues aparentemente sí jugué la final contra Gryffindor.

Demonios.

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–Al menos, el resultado fue el mismo –solté en voz alta para mí, una maldita costumbre que adquirí después de la muerte de Astoria.

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Astoria.

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De solo evocar su nombre, me di cuenta de un detalle que me hizo hormiguear el cuerpo.

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Aquí, ella estaba viva. 

Y no sabía si iba poder resistir acercarme a ella. 

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&

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N/A: no saben lo difícil que fue dejarlo hasta ahí, pero si no paro ahora, terminará siendo un mamotreto como siempre y no actualizaré nunca. ¿Ven que es un desafío para mí?

N/A 2: Ya hará su aparición Hermione. No desesperen.

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