7.

358 57 51
                                    

Como una patada dirigida a mis bolas, un recuerdo lejano me golpeó, dejándome aturdido. Estaba tan oculto en el fondo de mi memoria que realmente lo había olvidado, pero con ese abrazo, ese estúpido abrazo, se había desbloqueado en gloria y majestad.

Hermione Granger durante mi adolescencia siempre me pareció una muchacha irritante, una sabelotodo insoportable, alguien que siempre me juzgaría, enrostrándome lo mala persona o deficiente que era, a pesar de que en el fondo yo ya lo sabía. Por eso, porque era un maldito espejo de mis inseguridades, me desquitaba humillándola cada vez que se me presentaba la oportunidad, recurriendo a todos los prejuicios inculcados por mi padre para lastimarla de vuelta, aunque ella no supiera en primer lugar que me estaba hiriendo con solo existir.

Pero ese sentimiento mutó en algo más complicado cuando casi me voló la nariz de un golpe en tercer año, siendo más enrevesado al verla vestida de gala durante la fiesta del Torneo de los Tres Magos. Esa noche realmente me dejó sin aliento, por lo que tuve que poner todos mis esfuerzos para dejar de verla como algo distinto a la sidekick de Potter. 

.

No podía verla como nada más que eso.

Ni antes ni ahora. 

.

Súbitamente, Granger comenzó a hiperventilar haciendo sonidos agitados, unos que cualquier curioso que pusiera la oreja fuera de dicho escondite, podría malinterpretar.

.

"No reacciones. No reacciones" comencé a ordenarle a mi cuerpo, enfurecido con mi falta de templanza en esos momentos.

.
–Para de hacer eso –le dije duro, aunque sonó un poco a súplica–. Acaparas el oxígeno.

–Idiota.
.

Bien. 

Al menos estaba en sus cinco como para insultarme. 

.

–Cuando Ast... –aclaré mi garganta para reformular la frase–. Cuando mi prima Astrid tenía ataques, jugábamos a preguntas y respuestas para tranquilizarla. Algo simple. Si quieres, puedo hacer eso contigo. Solo si prometes dejar de robarte todo el aire como una tacaña. 

Ella se separó un poco para elevar su mentón y observarme. Aún se veía el pánico en sus ojos, pero no estaba llorando, lo cual me alivió a decir verdad. Sin embargo, parecía estar analizando mis intenciones. Claramente desconfiaba de mí y por supuesto que no la culpaba. ¿Ustedes sí?

–De acuerdo –respondió, volviendo a enterrar la cabeza donde la tenía. Su nariz fría me daba cosquillas en el cuello.

.

"Salazar, si aún me aprecias, que nos encuentren rápido, por favor" rogué para mis adentros.

.

–Pero yo veré si respondo –agregó ella.

Hice un sonido demostrando mi acuerdo con sus reglas y comencé a pensar qué podría preguntarle, pero quedé en blanco. A Astoria le hacía preguntas bastante elevadas de tono y ahora que me percataba de ello, no podía aplicar ese juego con Granger tal como lo jugaba con mi mujer. 

Entonces, una idea vino a mi platinada cabeza. Podría utilizar esa oportunidad para enterarme más de dónde me encontraba y de qué tan distintas eran las cosas de lo que recordaba.

–Te haré preguntas obvias. No tengo ánimos de que me des alguna clase como la come libros que eres.

–Mira quien lo dice. El que acaba de dar un examen brillante con nadie más ni nadie menos que Severus Snape –me atoré al escuchar la expresión "brillante" de su boca–. ¡Agh! Mejor cállate y pregunta de una buena vez. Me estoy empezando a desesperar... ¿Vamos a morir aquí?

Alter EgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora