.
Caía la que sería mi última noche en Hogwarts y estábamos terminando de cenar, todos abarrotados con un exquisito banquete en el Gran Comedor, sin uniformes, casi todos de jeans. Se notaba la ansiedad en el ambiente, la necesidad de todos esos alumnos por regresar a sus respectivos hogares, con sus familias, con quizás qué planes para el verano. Y pensando en eso, no pude sino preguntarme cómo estaría Scorpius en ese momento. ¿Pasaría el tiempo en este universo al mismo ritmo que en el mío? ¿Se sentiría solo? ¿Estaría preocupado? ¿Aún se encontraría pasando la cuarentena con su amigo Albus en casa de los Potter- Weasley? ¿O estaría con su tía Daphne? ¿Tal vez con mis padres?
–¿Terminaste? –farfulló Theo, dándome un manotazo en el brazo para llamar mi atención–. Mira que mañana tenemos que madrugar para tomar el tren.
Miré mi plato de comida y solo quedaban unas migajas por aquí y por allá, así que asentí y me levanté en silencio, mientras él imitaba mis movimientos. Caminamos en dirección a las mazmorras y aunque intentara disimularlo, podía percibir la mirada de él clavada en mí, de seguro preguntándose porqué estaba tan callado y circunspecto. Pero no tenía ganas de hablar sobre eso y sabía que él no preguntaría, quizás, lo asumiría.
.
Eran muchos sentimientos encontrados.
Y también, mucho temor de no lograrlo.
.
Pensar en lo lejos que estaba mi hijo -¡nada más ni nada menos que en otro puto universo!- era algo que prefería sobrellevar por mi cuenta y ojalá, al menor volumen mental posible. Si le daba muchas vueltas al asunto, si lo exteriorizaba en demasía, el dolor me iba a consumir, por lo que prefería obrar como caballo de carrera, mirando al frente, enfocado en el objetivo y no en los obstáculos.
–¿Sabes? Me daré una vuelta antes de ir a dormir –anuncié, deteniendo mis pasos–. Debo bajar la comida o no dormiré bien.
–Para quemar un décimo de la absurda cantidad de calorías que comiste, Draco, tendrías que correr una puta maratón –puntualizó, sacándome una carcajada–. No seas idiota, anda a acostarte, hazme caso. A partir de mañana, necesitarás toda la energía que sea posible para el viaje.
Era lógico lo que me decía, pero realmente, si me acostaba en ese instante no iba a poder pegar un ojo en toda la noche. Me conocía demasiado bien. Era probable que pasara de largo mirando el techo.
–No jodas. Yo puedo hacer lo que se me de la gana. Y ahora quiero caminar. Déjame ser.
Theodore suspiró dramáticamente, como si fuera un adulto lidiando con un chiquillo que está dilatando la hora de dormir.
–Cierto. Procede como quieras. Total, siempre has hecho lo que te canta el orto.
Lo miré curioso. ¿Se refería a mí o al Draco que solía conocer? ¿Quizás a ambos? Era probable, porque dudaba que esa faceta de mi personalidad fuese a cambiar en este o en otro universo. Ser yo era sinónimo de ser tozudo, terco, testarudo, y todos los sinónimos de "ser llevado a mis ideas", una virtud y un defecto al mismo tiempo. Aunque ahora solo se trataba de una inocente caminata para pensar. Nada del otro mundo. Podía darme ese gusto.
–Tranquilo –le dije, acercándome para darle unos golpecitos con el índice en la frente–. No me voy a fugar ni me voy a desvelar tanto. Solo quiero caminar y distraerme un rato.
Él me miró, parpadeando lentamente, mientras se sobaba el lugar.
–¿Quieres que te acompañe? –preguntó.

ESTÁS LEYENDO
Alter Ego
FanfictionCualquiera desearía tener una segunda oportunidad para enmendar sus errores, pero Draco Malfoy no era "cualquiera", no cuando cualquier cambio en el pasado podía quitarle su preciado presente. Sin embargo allí estaba, por su propia culpa, tratando...