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–Por fin se acaba este día de mierda.

Lo sé, lenguaje. Pero es mi puto cumpleaños y puedo hacer lo que se me dé la regalada gana. Más aún si es mi primer cumpleaños sin ella, encerrado hace siglos como un maldito hámster que no hace más que suspirar por libertad.

Joder.

Me sirvo dos dedos de whisky para encontrar la paz, aunque sólo quiero matar a alguien 24/7. De verdad. Siento que mis instintos homicidas se han potenciado con el claustro. ¿Es normal? Quiero creer que hasta la santurrona de Granger se acriminaría con alguien.

En fin.

Cuando partió la pandemia, nadie tomó en serio las medidas para erradicar al condenado bicho y ahora, tres meses y medio después, parece que nunca va a acabar y ni la medicina mágica ni muggle han podido encontrar una solución.

Excelente... ¿Notan el sarcasmo? 

Ahora sólo estamos en compás de espera y ya perdí la noción de la semana. Todo parece sacado de "El día de la marmota". ¿Qué? ¿Acaso puedo conocer películas muggle?  Háganse ver. Dejen sus prejuicios de lado, estamos en el 2020, por Merlín. Yo ya dejé de ser ese idiota.

Bueno, en parte.

No me puedo quejar de la situación, dirán ustedes. Mi mansión me permite dar largos paseos y los galeones de mi herencia están intactos, nada me falta. Pero ¿saben? Sí me falta algo. Me falta ella. Ya se va a cumplir un año desde la partida de Astoria y jamás pensé que cumpliría cuarenta años y menos que estaría viudo para ese entonces.

¿Ya vacié el vaso? Pues dos dedos más.

Afortunadamente Scorpius se queda haciendo cuarentena esta semana en casa de Potter, así que puedo emborracharme sin dar un mal ejemplo. Durante la tarde me llamó por la chimenea y me cantó el feliz cumpleaños. Tuve que fingir una sonrisa ya que definitivamente nació sin oído, como su madre.

No me malentiendan, amo a ese pequetrefe, es mi vida, literalmente lo es, pero su carrera dista mucho de ser artística. Canta como si estuviera arañando una pizarra.

¿Que si quiero dos dedos más? Adelante. Estoy en mi casa.

Medio zigzagueando por la culpa del estúpido piso que no deja de moverse, llego hasta mi estudio, no sin antes mirar por la ventana previo a descender al subterráneo de la mansión. Echo una maldición al aire al notar que hay luna llena.

Ella amaba la luna llena y amaba celebrarme los cumpleaños. Ahora que no está, tanto lo uno como lo otro se me hace detestable.

Desciendo afirmándome de la baranda para entrar a donde está lo bueno. Mi colección de artilugios tenebrosos, uno al lado del otro, para mi placer visual en mis vitrinas de cristal, ordenados por fecha de adquisición. Sé que más de la mitad de las cosas que poseo son ilegales y que probablemente no debería tenerlas, pero el día que comencé mi colección ya no pude parar. Así que así me quedé un instante, admirando mi tesoro, y mis ojos se deslizaron hasta ese Giratiempo auténtico que, en momentos de debilidad, me llamaba seductoramente.

¿Cuántas veces no quise retroceder el tiempo para verla otra vez? Perdí la cuenta. Estaba ahí, al alcance mío, a tan solo unos giros. Podría abrazarla otra vez y decirle cuánto la amé, pues nunca se lo dije lo suficiente. Pero no podía. No debía.

Primero, no gracias, no quiero ir a Azkaban.

Segundo, porque sería momentáneo, ya que debido a su maldición de sangre siempre, de alguna u otra forma, moriría, y yo no soportaría presenciar esa fragilidad otra vez. Verla deteriorarse fue una verdadera tortura y no había instante en que yo no maldijera a sus antepasados.

Y tercero, porque jamás de los jamases me arriesgaría a alterar nuestra línea temporal. Una ventisca allá podía convertirse en una tormenta acá. Un pequeño cambio podía borrar a Scorpius del mapa. ¿Les dije que amo a ese pequetrefe? No me imagino sin él.

No obstante, esta noche se me estaba haciendo especialmente difícil, así que, para evitar la tentación, quité el Giratiempo de la vitrina y la guardé en uno de los armarios que compré en una tienda de antigüedades en Berlín, antes del encierro. A todas luces ese vejestorio era un objeto encantado, pero aún no descifraba cuál era su gracia. Quizás cuando acabara todo podría estudiarlo de mejor forma. Por ahí por el 2022, si seguimos así.

Sacudí la cabeza y me dirigí a mi escritorio a seguir trabajando en mi último proyecto. ¿Les comenté que gracias a que soy asquerosamente rico mi afición es la alquimia? Soy bueno, o al menos, eso me han dicho. Sin embargo, les doy un consejo, anótenlo, es gratis: Nunca saquen cálculos químicos con alcohol en el cuerpo, y menos aún pongan en práctica los resultados.

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Porque pueden provocar una explosión, que no solo se los llevará por delante a ustedes...

...Sino también a su costosa colección y toda la magia que contiene. 

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Alter EgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora