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Un gran "oh", que vino como una ola y se estrelló contra las paredes, se escuchó por todo el sótano cuando ella estampó su boca contra la mía. 

Primero me quedé paralizado por la sorpresa. Luego, pude notar la suavidad de sus labios, los cuales eran acolchados y generosos. Pero enseguida me percaté de lo que realmente estaba ocurriendo y tuve el impulso de saltar hacia atrás como un gato para alejarme. 

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Pero no lo hice. 

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Sus palabras previas, su "no me decepciones", indicaba solo una cosa: Hermione Granger, en su borrachera, me estaba usando para sacarle celos al cegatón.

Le di un mordisco suave aparentando una respuesta sensual de mi parte y luego la alejé sutilmente por los hombros. Ella abrió los ojos y por un momento fui capaz de ver la maldita galaxia en ellos, pero pronto estos se tornaron alarmados. Se había dado cuenta de la idiotez que había cometido cuando el sótano se transformó en una mezcla de aplausos y murmullos de indignación, por lo que teníamos que salir antes de que la situación empeorara. 

Le guiñé el ojo aún interpretando el personaje que ella me había asignado y la tomé de la muñeca para sacarla de ahí. Justo antes salir, Potter trató de detenerme pero solo lo empujé con el hombro, mientras ella me seguía con la cabeza gacha y en silencio, ignorando al rajado que parecía pedirle explicaciones a la pasada.

Para mi desgracia, al llegar a la puerta nos encontramos con Astoria y Diggori, quienes estaban bloqueándola mientras conversaban animadamente, obstruyendo mi vía de escape. Tan inmersos estaban en su interacción, que ni cuenta se habían dado de lo recién ocurrido. 

–Se mueven o los muevo –mascullé irritado al notar que ella me enfrentaba con indiferencia, como si estuviera interrumpiéndola de su importante conversación con esa bazofia humana.

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Sé que ella no es mi mujer. Ni siquiera es su versión joven. Es otra Astoria. 

Pero igual dolía.

Dolía como la mierda.

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Se corrieron entornando los ojos y pasé por delante, llevándome a Granger que, para esa hora, parecía un globo de helio de tan liviana que se sentía. De seguro, al darse cuenta lo que había hecho, el alma había abandonado su cuerpo. 

Avancé sigilosamente por los pasillos hasta que llegamos a la entrada del campo de entrenamiento. Una vez allí, la tomé otra vez por los hombros y bajé mi cabeza hasta la altura de sus ojos, los cuales estaban pegados al suelo, mientras se mordía el labio inferior nerviosa.

–Mírame –solté autoritario, logrando que me obedeciera–. ¿En qué estabas pensando, jovencita? –recriminé, con el mismo tono que utilizaba cuando a Scorpius le tocaba una reprimenda.

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Ay, joder.

A veces me costaba un mundo actuar como un adolescente.

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Ella me observó confundida, asumo que tanto por sus actos como por el "jovencita", pero no me dijo nada sobre esto último. 

–Lo siento –murmuró con simpleza–. Creo que lo que había en el vaso de Parvati no era una simple bebida. Y cuando dijiste que nos miraba Harry... ¡agh! No lo pensé.

–No tengo pruebas, pero tampoco tengo dudas –respondí, peinando con fuerza mis cabellos hacia atrás. 

Un maldito tic nervioso que un día me dejaría calvo.

–Realmente lo siento –reiteró apenada.

Puse mis manos en jarra y la escaneé de arriba abajo, con una expresión a sabiendas dura, reconviniéndola tácitamente por sus actos y por el lío que me ocasionaba, ya que no solo a nivel estudiantil las cosas se iban a complicar en demasía, sino que su colaboración en mi investigación de cómo volver a mi mundo estaba en peligro. 

Lo anterior, sin contar que sus dulces labios me habían ocasionado un hormigueo en el pecho que no debería sentir y un remordimiento porque mentalmente le duplicaba la edad.

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Estúpido cuerpo adolescente que reacciona sin mi permiso.

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–Gracias por no exponerme. Pudiste haberme empujado y dejarme en ridículo –agregó ella con un adorable carmín en sus pómulos.

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¿Adorable?

¡Draco Malfoy! 

¡Ya te dije que por ahí no vayas! ¡Ni lo pienses!

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–Vale, pero no lo vuelvas a hacer –respondí, pasando de la furia a la incomodidad–. Por lo demás, Potter no lo merece.

–¿No merece qué?

–Que andes exponiéndote a que se aprovechen de ti ni que andes regalando besos solo para provocarle celos.

Ella pareció aturdida con mi réplica, pero luego asintió apesadumbrada.

–Tienes razón –concordó, para luego dibujar una mueca contrariada en su rostro–. ¡Ah! No sé qué voy a hacer mañana. Todos estarán hablando de eso y odio ser el centro de atención.

–Te veo muy feliz siendo el centro de atención en clases –apunté mordaz.

Granger me lanzó una mirada asesina. Había vuelto a ser la misma.

–No te pases de listo. Puedo querer que me trague la tierra en este instante, pero aún puedo defenderme.

Me causó gracia, así que me reí, libremente, total ¿qué más podía pasar? ¿para que fingir?

–Mañana veremos qué hacemos –traté de tranquilizarla, aunque ella me observó confundida–. ¿Qué? ¿Crees que solo tú serás la comidilla de todo Hogwarts? Te recuerdo que no soy cualquier persona.

Ella se puso más nívea que yo. 

Eso debía ser un récord de palidez.

–Verdad –bufó una vez que se repuso–. Por cierto, encontré algo interesante hoy que podría servirte para lo que sea que quieras y que aún no me has dicho –añadió, intentando cambiar de tema.

–Dispara.

–Según uno de los libros que consulté, existen armarios gemelos que pueden llevar cosas de un lado a otro, e incluso seres vivos, si están encantados correctamente –asentí, un poco decepcionado porque esos los conocía muy bien–. El punto es que la leyenda dice que existe un par de armarios gemelos que cruzan a mundos paralelos, sin embargo, los distintos magos que han intentado buscarlo, han fracasado. Se dice que C.S. Lewis fue uno de ellos y que por eso puso el armario en las Crónicas de Narnia, aunque ese no llevaba a un mundo paralelo, sino a otro mundo. ¿Fui muy enredada? Pero bueno, creo que es solo un mito.... ¿Malfoy?

La escuché pero no fui capaz de responderle, ya que toda mi energía cerebral se había ido a pensar en una cosa. 

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En mi puto armario alemán. 

Aquel que compré en Berlín. 

Y donde había guardado mi estúpido Giratiempos antes de explotar. 

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N/A: Nanananananana.

Alter EgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora