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Último día y me encuentro empacando la ropa que supuestamente me pertenece, la que utilizaré durante mis días de búsqueda, aunque solo llevaré lo estrictamente necesario. 

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Se acerca el momento.

Y la inseguridad de un resultado favorable me tiene tenso. 

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Para no generar preocupación en mis padres de este universo, les envié una lechuza inventando un supuesto campamento con compañeros de Slytherin, inmediatamente a continuación de finalizar el curso. Sin embargo, esta versión de mi madre pronto me respondió, diciéndome que a lo menos almorzáramos antes de partir, tan pronto llegara a Londres, incluso si era en ese restaurante italiano de mala muerte en las cercanías de Kings Cross.

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Soberana mierda.

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No pude decir que no, aunque iba a ser demasiado doloroso verla joven otra vez, dado que a mi verdadera madre la habían diagnosticado recién de alzheimer y se había deteriorado notablemente desde entonces. Sus hebras rubias estaban desteñidas, su mirada un poco vacía y lo único que la alegraba, además de su nieto, era cultivar sus rosas en el jardín de la mansión.  Podía pasar la tarde completa en eso. 

Suspiré. En verdad esperaba que se encontrara bien dentro de lo posible en el marco de una pandemia, y que mi padre la estuviera cuidando adecuadamente, aunque él reconocía abiertamente que carecía de las habilidades para ello. Era torpe en ese aspecto. 
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Después de todo, siempre fue al revés.

Mi mamá siempre nos cuidó a los dos.

Y ahora, yo no estaba ahí para ella. 

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Me sentía una escoria de ser humano y una basura de hijo por no haberme dado cuenta antes de que tenía otro motivo urgente para volver lo antes posible a mi realidad. Solo esperaba tener la oportunidad de verla nuevamente antes de que me olvidara por completo. Antes de desaparecer de sus recuerdos. 
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La sola idea me generaba un sabor agrio en el paladar.

Y unas ganas irrefrenables de romper algunas cosas. 

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–¿Qué sugieres que llevemos?

La pregunta me sacó de mi infierno personal y me quedé procesando las palabras de Theodore sin comprenderlas. ¿En qué momento se había materializado al lado mío? ¿Por qué había hablado en plural? 

–¿Ah? –esbocé, desconcertado.

El rodó los ojos mientras doblaba una camiseta de una forma tan eficiente que tenía el porte de un par de calcetines. 

–Lo que oíste –bufó, sin dejar de armar una mochila negra que tenía sobre su cama–. Es decir, si vamos a Berlín, allá las temperaturas varían demasiado y hay que ser precavidos. Como no quiero ir cargado como burro, si no solo llevar lo justo y necesario, te preguntaba qué sugerías. Porque asumo que ya planeaste todo el viaje, ¿no?

Pestañeé tratando de entenderlo. Me había pillado tan de improviso que me costó unos segundos entender a cabalidad sus intenciones. 

–Bájale la espuma a tu chocolate, Theodore. ¿Por qué asumes que te dejaré ir conmigo?

–Porque necesitas toda la ayuda posible –argumentó, sin dejar de empacar–. Además, ya comprobaste que tengo razón. No te puedo dejar solo. Tiendes a joderla cada vez que lo hago. 

Se me escapó una carcajada, y no necesariamente porque me haya tomado sus palabras como una broma, sino porque en verdad solía joderla cada vez que estaba en ese universo por mi cuenta. No obstante, no tenía intenciones de involucrar a nadie más en mi búsqueda. Nunca fui bueno para las despedidas ni mucho menos para trabajar en equipo. 

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