La conversación con Theodore había arruinado mi mañana, ya que sus palabras me martillaban la cabeza, llenándome de dudas, a lo cual se sumaban otras interrogantes que solo harían explotar mi cerebro si no lograba centrarme.
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Enfócate, Draco.
Tan solo enfócate.
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Fui a desayunar de mala gana ignorando las insistentes miradas de mis compañeros por el "incidente Granger", tal como le había denominado el propio Theodore unos minutos atrás. Tan pronto me senté, con mi mejor cara de perro les prohibí hablar al respecto a quienes me rodeaban, pero no había tiempo suficiente para amenazar a toda la extensión de la mesa.
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Ni a las mesas de las otras casas.
Por primera vez, unidas en el conventilleo.
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Tuve que aguantar el impulso de echar un vistazo a la mesa de Gryffindor para ver cómo ella lo estaba llevando, aunque era probable que estuviera en las mismas condiciones que yo: siendo observados como un puto animal de zoológico.
Suspiré. Mi tolerancia a ese tipo de situaciones nunca fue buena cuando joven, y ahora de adulto, mi mal talante podía terminar arrasando con quien tuviera la mala idea de cruzarse en mi camino.
Una vez que terminé de engullir, salí del Gran Salón con inconmensurables ganas de faltar a la clase de Transformaciones, pero en el camino presencié algo que no pude obviar, aunque lo intenté, debo admitir.
Ahí, a mi izquierda, estaba Granger rodeada por un grupo de alumnas, y no era precisamente una reunión amigable entre compañeras. No. Ella tenía la nariz empinada para no dejarse amedrentar en un gesto altanero, aunque sostenía sus manuales de magia fuertemente apretados contra el pecho, a la defensiva.
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¿Intercedía o era para peor?
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Yo sabía que Granger podía defenderse sola, de hecho, mejor que yo probablemente, pero la diferencia de número era inmoral. No obstante, la respuesta a mi dilema existencial vino repentinamente al ver como una Ravenclaw de cabellos rojos le dio un manotazo en los brazos haciendo volar sus libros, arrastrándose uno por el suelo hasta quedar cerca de mío, como si fuese una señal. Lo recogí mientras las hienas se desternillaban por alguna pachotada que esta pendeja le soltó a Granger.
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Nadie me había visto aún, pero estaban a punto de experimentar el veneno que se estaba acumulando en mi ser. Esas imbéciles serían las depositarias de mi frustración. Había encontrado mi desquite.
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Gracias Salazar por el favor concedido.
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Saqué mi varita y ejecutando un hechizo no verbal, invoqué cuerdas invisibles para inmovilizarlas, quedando estáticas, clavadas en su sitio.
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Hermoso. Pude ver el momento exacto en que sus risas se transformaron en muecas de espanto.
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Falseé un carraspeo para llamar la atención de todas y me acerqué a ellas con lentitud premeditada. Granger me miraba confundida, pues no era capaz de ver el hechizo que estaba conteniendo a sus victimarias y tampoco parecía comprender porqué yo me estaba involucrando en el asunto.

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Alter Ego
FanfictionCualquiera desearía tener una segunda oportunidad para enmendar sus errores, pero Draco Malfoy no era "cualquiera", no cuando cualquier cambio en el pasado podía quitarle su preciado presente. Sin embargo allí estaba, por su propia culpa, tratando...