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Dulces. Embriagantes. Adictivos.  

No había otra forma de describirlos.

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Cuando su boca se estampó suavemente contra la mía me quedé paralizado, demasiado pasmado con su atrevimiento y a la vez, derretido por el sabor acaramelado de sus labios acolchados, que comenzaron a moverse con una lentitud tortuosa sobre los míos, invitándome a probarlos, suprimiendo mi consciencia hasta anularla por completo.

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A la verga.

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Mi moralidad se fue a negro y comencé a responder su beso con intensidad, llevando una mano a su nuca para acercarla, posando la otra por detrás de su cintura. Ella abrió su boca para darme acceso y, esta vez, no dudé un segundo, invadiendo, profundizando, enredando mi lengua con la suya mientras sus manos abandonaban mi rostro para volver a pasar sus brazos sobre mis hombros, enterrando sus dedos en mi cabello, jalándolo.

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Joder. Estaba perdiendo el control.

Y ese beso se estaba grabando con tinta indeleble en mi memoria.

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Podía oír a lo lejos algunos chiflidos aprobatorios, pero no sabía si se debían a nuestro arranque exhibicionista u otro motivo. La verdad, poco me importaba. En ese instante solo me interesaba ella, pues me había olvidado del mundo, no necesitaba nada ni a nadie más. Era una extraña sensación de estar vivo después de sentirme muerto durante meses. Un oasis de plenitud luego de estar vacío y perdido al enviudar. Granger me estaba absorbiendo el alma y el aire con ese beso, pero ¿quién necesitaba respirar de todos modos? Que se lo llevara todo, mi apetito se había volcado en ella y no veía que me fuera a saciar. 

Me sentía mareado, pero aún así, después de un rato me permití morder suavemente su labio inferior, dejando escapar un gruñido de satisfacción mientras ella emitía un suspiro tembloroso, muy similar a un jadeo, que me envió descargas eléctricas por toda la espina dorsal. Fue tanto el impacto que tuvo su voz sofocada y la reacción que tuvo mi cuerpo frente a esta, que mi cerebro despertó, activando todos los cortafuegos de manera repentina y brutal.
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¿Qué estás haciendo, Draco? 

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De forma un poco brusca, la separé tomándola de los antebrazos, alejándola de mi. Ella portaba un sonrojo encendido en los pómulos y respiraba agitadamente, al igual que yo, por lo que agradecí que estuviéramos en un lugar público, ya que de lo contrario, quizás qué locura hubiéramos cometido. 

La miré alarmado frente a dicha revelación, al percatarme de mi lapsus y como todo había subido de temperatura descontroladamente. En ese momento, Hermione Granger era una joven hermosa e inocente con toda una vida de experiencias por disfrutar, sin saber que yo era en realidad un adulto roto por dentro en el cuerpo de un muchacho. Un adulto que ni siquiera pertenecía a su realidad y que no tenía derecho a intervenir en su destino ni a hacerla sufrir. Un adulto que podría ser su padre de portar mi cuerpo real. 

Todo eso estaba tan mal de tantas formas que pude sentir como se me desfiguraba el rostro, contrariado, mientras ella me devolvía la mirada en principio confundida y luego dolida. Había leído con tanta facilidad el arrepentimiento en mis ojos, que me dio miedo, pero ella desconocía mis motivos, por lo que malinterpretaría cualquier cosa que le dijera.

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Así que si tenía que herirla.

Mejor que fuera de una buena vez.

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