3.

404 53 33
                                    

Respira.

Cara de póker, Malfoy.

.

Pero por más que me doy ánimos, me es imposible no desviar la mirada hacia ella. Y no, no me juzguen con esa cara recriminatoria, que no me pueden culpar por no poder evitarlo.

Ya de por sí es tremendamente extraño estar en la sala común de Slytherin –no por nada dejé de ser escolar hace décadas–, sino que verla ahí, adorablemente pequeña, sentada en una esquina con un libro en mano, me genera sentimientos encontrados y tengo la sensación que el corazón me va a dejar de funcionar en cualquier minuto. ¿Acaso me vine al pasado con los órganos de un cuarentón? Sería el colmo, aunque también sería la historia de mi vida. Los años me han enseñado que, si algo irónico me puede pasar, probablemente así ocurra.

Diablos.

Era difícil reprimir las ganas de acercarme a ella para entablar una conversación, pero no podía, no debía hacerlo. Para esta época, Astoria solo era una estudiante de cuarto año, y yo, un idiota huele mierda que no era capaz de notar a mis compañeros de generaciones inferiores. Claro, no se me fuera a dislocar el cuello por mirar bajo mi nariz.

Me rasco la cabeza con ansiedad, cuidando de no despeinar las hebras que pude ordenar hacia atrás, como antaño, mientras casi no parpadeo tratando de grabar en mi cabeza sus facciones. ¿Siempre fue así de bella? Esa piel pálida como la leche, esos cabellos castaños y ojos verdes tan tranquilos y profundos. ¿Cómo no la vi antes?

Contrólate, Draco.

Me mordí por dentro del labio para llamarme al orden, ya que, como les dije, tenía sentimientos encontrados. Y el segundo sentimiento era sentirme un puto pervertido por mirar tan fijamente a una niña. Una cosa era tener el cuerpo de un adolescente, pero mi cerebro de adulto estaba conflictuado, haciendo cortocircuito.

–Dime Malfoy, ¿quieres tener hijos?

La voz de mi futura cuñada, Daphne, llega suavemente a mis oídos. Con su usual capacidad de caminar como un maldito ninja, apareció a mi lado sin advertir de su presencia, tomándome desprevenido, tanto con su pregunta como con su mirada fría como un cubo de hielo.

–Naturalmente –respondo, fingiendo indiferencia.

Ella sonríe de manera escalofriante y, colocando una mano en mi hombro que se sintió como un pesado yunque, me masculla al oído.

–Entonces deja de mirar a mi hermana, depravado. Mira que me sé un par de hechizos que pueden dejarte estéril. Aunque claro, una patada en los testículos sería más satisfactorio.

Me quedo de una pieza. ¿Desde cuándo Daphne se había vuelto tan violenta? Lo cual solo era agravado por su expresión de fantasma de película de horror japonesa (¿Sadako, eres tú?).

Luego, en un cambio radical, su rostro se dulcifica como si nada, regalándome una sonrisa desconcertante, para marcharse prácticamente flotando de ahí. 

Parpadeo un rato procesando la información, y cuando regreso mi atención a Astoria, ella ya no está. Mejor. Si no hay tentación, menos posibilidades de cometer un error. Es más, ni siquiera debería estar pensando en esto, sino que debería estar planeando la forma de solucionar todo antes de que sea tarde y arruine mi presente (¿o futuro?).

Gruño. Todo era demasiado confuso, pero quería creer que tenía alguna una solución. Quizás si encontraba otro Giratiempo genuino, podría volver antes de hacer estallar mi mansión, aunque eso era una paradoja temporal de puta madre. Me sentía como en "Volver al futuro", pero yo no debía salvar a mis padres, sino que debía planear mis acciones para que mi familia no desapareciera. Para mantener a Scorpius a salvo. 

En el peor de los casos, debía repetir el guion. Pasarla mal como la pasé, equivocarme como me equivoqué, enamorarme de Astoria, salir adelante con mis pecados encima y ser el padre de un mocoso perfecto.

No obstante, poder repetirlo todo tal cual para obtener el mismo resultado, era como encontrar un grano de arroz en una playa de arena blanca. Pero tenía que intentarlo si no podía encontrar ese maldito objeto. Estúpido Giratiempo. Estúpido hurón.  

–Hey –miro a mi espalda y allí está clavado Theodore Nott, observándome fijamente, interrumpiendo el hilo de mis pensamientos.

–Hey –respondo secamente, colocando mis manos en los bolsillos–. ¿Pasa algo?

–Eso debería preguntártelo yo –dice, ladeando la cabeza–. ¿Quién eres?

Me atoro con mi propia saliva ante su mirada suspicaz. 

¿Qué mierda Theodore?

–Parece que la bludger te pegó a ti –respondo con sarcasmo.

–No, en verdad –repite, mortalmente serio–. ¿Quién eres?

Lo miro fijamente y por mi cabeza pasa la improbable idea que se haya dado cuenta que no soy el Draco correcto. Afortunadamente Zabini se acerca a nosotros con unas cervezas traficadas y yo aprovecho de escabullirme, con los pulmones encogidos. 

No. No puede ser. Él no puede haberse percatado. ¿O sí?  

Esta vez me restriego tanto la cabeza que termino igual de desgreñado de como estaba horas antes. Apuro mis pasos para alejarme de las mazmorras antes de que a Nott se le ocurra seguirme y enfilo por los pasillos del castillo, tratando de ordenar mis pensamientos.

Por algún motivo termino cerca de la Torre de Gryffindor y los sonidos festivos de la celebración post-campeonato me sacan de quicio. Retrocedo sobre mis pasos cuando de pronto una bandada de pájaros kamikazes pasan por mi lado como flechas. Okey, esto tampoco lo había visto antes, me digo, y retomo mi andar para retirarme de ahí. Sin embargo, el traqueteo de unos pasos ajenos me alcanza, empujándome a un costado.

–¡Ahora qué! –exclamo frustrado, viendo como la persona que chocó con mi hombro, terminó en el suelo por perder el equilibro.

.

Y entonces la veo.

Hermione Granger, otra vez joven, con los ojos extrañamente enrojecidos.

Y sin pensarlo mucho, me acerco a levantarla, sin calcular las consecuencias de ese pequeño desliz.

.

.




N/A: En cuanto a fechas y eventos, hago presente que trato de mantenerlas fiel en lo posible. Sin embargo, me tomo libertades y algunas las adelanto o atraso según las necesidades de la historia =). 

N/A: Perdonen la calidad del capítulo. Hoy no tuve mucho tiempo y me senté a "vomitarlo" en 30 minutos. 

Alter EgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora