16.

320 49 29
                                    

Mi primer impulso fue dar un paso al frente de manera desafiante, como una serpiente cascabel.

Y es que la asquerosa mirada reprobatoria de ambos había encendido en mí la necesidad de presentarles a mi buena amiga la varita -la de espino, mal pensados-, para borrarles esa expresión de mierda que sabía que la estaba lastimando.

Sin embargo, ella evitó mi avance atajando firmemente mi brazo.

–No te metas en esto –me advirtió–. Ellos son de mi competencia y no quiero arruinar las cosas. Hablaré con los dos, cariño

Me mordí la lengua y casi me enveneno. Tenía tantos deseos de decirle un par de verdades a ese parcito pero me abstuve, porque ella tenía razón. En circunstancias normales los tres eran inseparables, solo que ahora estaban secuestrados por sus instintos al descubrir lo que todo adolescente descubre alguna vez teniendo novia. ¿Quién era yo para culparlos?

Retrocedí y asentí conforme. En el fondo, Potter y Weasley eran buenas personas, aunque nunca lo diría en voz alta. 

Comencé a retirarme mientras Granger se aproximaba a ellos, dirigiéndome a la clase de Transformaciones que partiría pronto. Entré a la sala y me senté al fondo, sin ganas de interactuar con alguien, pero pronto mis deseos se vieron frustrados. Theodore tiró su bolso sobre mi pupitre sobresaltándome, procediendo a tomar asiento al lado mío. Podía sentir su ánimo caldeado, no se molestaba en ocultarlo. 

–Cada vez que te veo, has metido las patas más en el fango –resopló, negando con la cabeza–. Parece que no te puedo dejar solo, Draco Malfoy de Granger. 

–Veo que las noticias vuelan rápido –comenté impasible–. Eso, o me andas siguiendo como un verdadero psicópata.

Theodore chasqueó la lengua.

–Subestimas el poder del chisme –replicó–. El castillo será grande, pero esa clase de noticias se esparcen como virus en invierno. ¿Qué pretendes, Draco? porque asumo que el noviazgo es más falso que mis ganas de vivir. 

.

Esa maldita pregunta otra vez.

Pero ahora que no estaba ella presente, una respuesta honesta abrió paso por mi cerebro rápidamente.

.

–Al principio solo obré por instinto, para protegerla y humillar a sus abusonas. Después ella me preguntó lo mismo que tú y la verdad no se me ocurría para entonces la razón. Pero ahora que estoy contigo, en realidad es sencillo –reflexioné, echando la cabeza hacia atrás a la vez que emitía un profundo suspiro–. En mi mundo durante años le hice la vida imposible, Theodore. Fui un verdadero imbécil con ella. Yo era "ese matón" en su vida y por razones muy equivocadas. Prejuicios, envidia, soberbia. La lastimé por acción y por omisión. Flor de ser humano. 

–Ella no es "esa" Hermione Granger –me recordó él, sin inmutarse por mi relato.

–Lo tengo claro pero, aun así, al ver lo que ocurría, me nació protegerla. Quizás es egoísmo, pero siento que si hago bien las cosas con "esta" Hermione Granger, tal vez la de mi mundo estaría agradecida. Por lo que decidí que, si no voy a ser su matón en esta realidad, tampoco quiero ser la causa de que sea acosada por otros. Por lo menos, no mientras me encuentre acá. No sé qué pasará después.

Y realmente no lo sabía. No tenía claro qué había pasado con la consciencia del Draco original, ni tampoco si tendría algún cuerpo al cual volver. Esperaba que la explosión no me hubiera desintegrado o algo por el estilo. Pensarlo era realmente escalofriante.

Por su parte, Theodore estaba callado a mi lado con la vista fija en mí, y casi pude detectar en su expresión que parecía leer mi mente. Era capaz de detectar mis peores miedos, como si tuviera un maldito superpoder para hacerlo, o como si me conociera demasiado. Quizás, en ese futuro oscuro éramos muy cercanos y ese Draco de treinta y dos era parecido a mí en su personalidad. Quizás habían cosas que me delataban y él podía advertirlo, pero ¿cómo saberlo? Desde que me confesó que mi alter ego lo había ayudado a volver en el tiempo, no profundizó más en el tema y el muy puto se cerró a contarme cualquier otra cosa.

–Vaya, vaya, Draco. No sabía que te atraía lo prohibido, pero ¿a quién no?

La voz de Zabini corrompió el silencio, al igual que lo hizo la silla que arrastró para sentarse a lo vaquero frente a nosotros. Detrás de él, Pansy pasó de largo y me hizo un desprecio que para ser más evidente, le faltaban fuegos artificiales y luces neones.

–¿Qué diablos le pasa? –pregunté mosqueado, apuntándola con un ademán.

–Probablemente lo mismo que a Theodore, ¿eh? –respondió Blaise sonriente, levantándose brevemente para darle unos golpecitos en la espalda a Theodore–. Tan juntitos que andaban últimamente y con esas miradas intensas que daban escalofríos... En realidad, me esperaba más que se revelara un noviazgo entre ustedes que con ella. Jamás se me cruzó por la cabeza que la elegida sería Granger.

Me atoré con mi propia saliva. ¿Así nos veíamos de afuera? ¿Había intensidad siquiera?

–Cuéntame Theodore –añadió de forma socarrona–. ¿Te mueres de celos?

.

En el fondo yo sabía que Zabini estaba jodiéndonos.

Pero Theodore sencillamente se encogió de hombros.

.

–No me importa –respondió indiferente–. Puedo compartir.

Ahora fue Blaise quien se atoró con su propia saliva, tanto que ahora yo tuve que levantarme  para darle unas palmadas en la espalda. Theodore solo miraba sus manos como si fuera lo más interesante del mundo mientras nuestro amigo literalmente enrojecía más que un tomate. 

–Señor Zabini, ¿tendría la amabilidad de tomar asiento, por favor? –se escuchó a McGonagall ordenar como la dama que era–. Y trate de no ahogarse, que si hay que hacerle RCP, le pediré al señor Crabbe que se la practique.

La sala estalló en risas mientras un avergonzado Blaise se levantaba para volver a su puesto, distracción que aproveché para deslizar mi atención a la mesa de ella, quedando de piedra cuando la noté vacía.

.

Granger no había llegado.

Y lo preocupante era que Potter tampoco.

.

.

.

.

N/A: Hellouuuu. Hoy llegué más temprano (wiiiii), así que eso. Pregunta: ¿están listos para otro interludio? ¡Hagan sus apuestas de quién será!

Alter EgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora