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Era un maldito duelo. Ni él ni yo movíamos un músculo ni parpadeábamos, aunque en mi caso estaba más bien resistiendo su embate visual, mientras él me atacaba contemplándome con una mirada reprobatoria. 

Sinceramente, no sabía porqué estaba molesto, aunque quizás le había entregado demasiada información que procesar por la mañana, ya que al volver a la habitación luego de la fiesta, lo hallé durmiendo tan profundamente que no había podido conversar con él antes.

Así que ahí nos encontrábamos, solos en nuestra habitación compartida, enfrentándonos en silencio luego de que le relatara con detalle todo lo ocurrido la noche anterior. Necesitaba decirle a alguien de mi descubrimiento -bueno, del descubrimiento de Granger- pero su reacción no había sido la que yo esperaba.

–Suficiente –decreté, rascándome los ojos–. Mejor me dices qué te pasa en este instante o te lo guardas, porque soy pésimo con el lenguaje corporal y jamás voy a entender qué me estás tratando de decir con esa cara de culo.

Theodore inhaló con fuerza y relajó su postura. Ahora me miraba con... ¿pena? Diablos, eso era peor aún.

–No sé porqué me cuentas todo esto tan animado, como si estuvieras platicándome sobre los resultados del último mundial de Quidditch –espetó, sobajeándose la frente–. ¿Realmente no te das cuenta que estás hundido en la mierda?

Lo observé confundido.

–¿Cómo voy a estar hundido en la mierda si finalmente sé lo que pasó conmigo? Ahora sé cómo llegué acá.

–¿Y eso qué? –objetó él, hosco–. ¿En realidad te escuchaste mientras me hablabas?

Mi confusión solo aumentó y él pareció notarlo, pues continuó sin que se lo pidiera.

–Tu llegada acá fue el resultado de una secuencia de errores no forzados –añadió, suspirando–. Compraste un jodido armario sin saber qué hacía. Metiste en ese armario un Giratiempo que debiste haber sabido, en tu calidad de coleccionista, que no era común. Te pusiste a practicar alquimia borracho e hiciste explotar tu casa. La explosión activó ambos objetos mágicos haciendo saltar tu consciencia no solo a un universo paralelo, sino que además, retrocediste en el tiempo en ese universo.

–Maravilloso resumen –comenté con sarcasmo–, pero aun no entiendo tu punto. Deberías estar feliz por mí, o al menos no con esa actitud de mierda.

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Theodore parecía haber perdido su paciencia.

Yo también la había perdido con él.

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–Te creía inteligente, Draco –me dijo muy suelto de cuerpo, por lo que tuve que aguantarme las ganas de hechizarlo–. ¿No ves lo imposible que es repetir esa ecuación?

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Me quedé en blanco.

Ahora que él lo decía en voz alta, un terrible monstruo se hacía realidad.

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–Primero, tendrás que buscar el armario y el Giratiempo, ambos únicos en su clase. Eso te podría tomar toda la vida y aún así, podría ser que nunca los encuentres –esbozó sin tapujos–. En el improbable evento que los encuentres, tendrás que hacerlos explotar con el mismo ejercicio de alquimia que estabas realizando al momento del accidente y eso es igualmente difícil, ya que no necesariamente se van a activar en el mismo orden o con las mismas coordenadas. Puede que el armario te lleve a otro universo, ¿tú crees que hay solo dos? o peor aún, puede que el Giratiempo te lance tan adelante en el tiempo que ya no existas y tu consciencia quede flotando en el infinito. Las posibilidades de que algo funcione mal son incalculables, Malfoy. 

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