Interludio 4 (HG)

271 44 20
                                    

Llegué hasta él un poco agitada por la prisa, esperando que no se notara como mis mejillas se habían coloreado al verlo ahí, frente a la estatua, esperándome. Estaba vestido de negro de pies a cabeza, incluyendo su pajarita, lo que le daba un aire demasiado distinguido, como el de una estrella de cine de las de antaño. Su pelo rubio ordenado dejaba su frente despejada, destacando sus ojos, que estaban más grises y profundos que nunca.

.

Maldición. 

¿Hace calor o es mi idea?

.  

Me quedé expectante de su reacción al verme, sin embargo, solo abrió la boca como para decirme algo, arrepintiéndose a mitad de camino, volviendo a cerrarla de inmediato. En completo mutismo, me ofreció el brazo para tomarlo, lo cual hice automáticamente, aunque con un sabor muy amargo en el paladar. 

Había pasado toda la tarde arreglándome para la ocasión, emocionada por el hermoso vestido que me había enviado mi madre, y luchando fieramente contra mi cabello para armar aquel peinado que  tanto me costó emular. Díganme estúpida, pero quería verme bien a su lado, y creía que lo había logrado, hasta que no hubo reacción de su parte. 

.

Nada.

Había fallado estrepitosamente.

.

Mientras caminábamos del brazo al comedor comencé a cuestionarme. ¿Por qué quería deslumbrarlo? ¿Qué esperaba de esa noche? después de todo, no era mi verdadero novio y no habían sentimientos de por medio...

 .

¿O sí?


Esos pocos días de "relación" se me habían hecho tan reales,  existía tanta complicidad entre nosotros, que era un poco difícil fijar la línea entre lo verdadero y la ficción,  incluso sin haberlo besado desde la bendita fiesta. Ese único beso seguía regresando recurrentemente a mis pensamientos, y por más que trataba de bloquear el calorcillo que sentían mis labios cuando la imagen aparecía, nada resultaba, frustrándome en demasía . 

.

Era idiota de mi parte experimentar esta confusión, después de todo, no hace mucho estaba perdida por otro. 

.

Lo miré de reojo y su perfil era tan hipnótico que tuve que sacudir la cabeza para no perderme en su rostro que, en esos instantes, se veía serio, abstraído, distante. 

.

Sí, algo tenía que estar muy mal en mi cerebro para tener este vuelco en tan pocos días. 

No era normal y no era posible.

.

Tomé un respiro cuando entramos al Gran Comedor y pude notar el momento exacto en que todas las miradas del lugar se fijaron en nosotros. El ruido de las voces se apagó y solo sonaba la música de fondo, acompañando nuestros pasos. Volví a mirarlo y él se veía indiferente frente a la situación, por lo que traté de imitarlo, aunque podía sentir que estaba parpadeando a toda velocidad del nerviosismo. No estaba acostumbrada a ese nivel de atención. Es decir, ya durante los días previos me sentía observada gracias a nuestra farsa, particularmente cuando andaba con él, pero lo que estaba sucediendo ahora era un nuevo nivel de estar "bajo el foco".

 –Tranquila –me musitó él, para que solo yo lo oyera–. Siempre digna, cariño

Asentí y tragué espeso, dejándome llevar hasta la mesa de las bebidas. De a poco, el silencio se convirtió en murmullos y podía sentir mis orejas hervir de tanto que hablaban de mi. Él se mantuvo todo el tiempo a mi lado, conversando de temas aleatorios como si quisiera distraerme del  episodio, protegiéndome de mis propias inseguridades. No obstante, cuando el ruido ambiente volvió a la normalidad y ya no eramos "la novedad",  poco a poco se fue despegando de mi lado, platicando animadamente con sus compañeros de casa, ignorándome. 

Alter EgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora