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¿Como mierda era capaz de correr tan rápido?  

¿Acaso era Forest Gump?

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La capacidad aeróbica de Granger –en tacos para rematar– me tenía anonadado, y estaba seguro que el pique por alcanzarla, forzando mis músculos de cero a cien para llegar hasta ella, iba a acumular ácido láctico en mis piernas de forma descontrolada. Mañana sería una tortura caminar, pero no me importaba en lo absoluto. 

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La adrenalina hace maravillas en las personas. 

Y me había convertido en un guepardo cazando a su presa.

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Realicé un último esfuerzo para atraparla, logrando aferrarme a su brazo derecho, sin embargo, ella perdió el equilibro, lo cual sumado a nuestra velocidad y a la fuerza de gravedad, nos llevó de cara al piso. Alcancé a girarla en el aire para que cayera encima mío, arrastrándonos por el suelo un par de metros, rasgando nuestros respectivos atuendos. 

Inmediatamente luego del impacto, sentí mi espalda arder, lo cual me desconcentró lo suficiente como para que ella se incorporara con la intención de reanudar su carrera. De pura casualidad, tuve el buen reflejo de agarrar uno de sus tobillos, impidiendo un nuevo escape.

–¡¿En serio, Granger?! –exclamé irritado–. ¡No puedes seguir corriendo así! ¡Estás lastimada!

–¡Suéltame! –gritó, agitando su pie de manera insistente–. ¡Ya déjame!

Gruñí exasperado. 

–¡Maldición, Granger! –solté, levantándome y cambiando el agarre del tobillo a su muñeca–. No seas irracional. Nos hicimos mierda en el piso, déjame por lo menos chequear que estás bien –agregué, efectuando un escaneo visual de arriba abajo–.  ¿Por qué saliste arrancando en primer lugar siquiera? ¿Enloqueciste?

Ella dejó de moverse y me miró como si la hubiera desenmascarando, como si recién se hubiese percatado de lo que había hecho. Con un último aletazo se soltó y retrocedió de brazos cruzados a la altura de su estómago, a la defensiva, como si fuera su peor enemigo. 

–Yo te podría preguntar lo mismo –terció con altivez–. ¿Por qué me estabas siguiendo?

Me quité el corbatín y solté el primer botón de mi camisa, ya que me sentía asfixiado. El cerebro me bombeaba y una fuerte jaqueca se abría paso como guinda de la torta. Ella me miraba impaciente, pero ¿qué le diría? Lo más lógico hubiera sido dejarla ir tan pronto la vi correr, sobretodo teniendo presente que había dado por finalizada nuestra charada de noviazgo durante la fiesta. 

No obstante, al verla mi primer impulso fue detener cualquier idea loca que  pretendiese plantarse en su tozuda cabeza, no sólo porque efectivamente era inocente de cualquier título de villano que me quisiera atribuir, sino también porque su mirada herida antes de iniciar esta estúpida maratón, me había descompuesto y necesitaba aclarar las cosas con ella. 

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Me importaba lo que pensaba de mi. 

Mucho más de lo que debería...

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–No tengo hasta mañana, Malfoy –me soltó con sarcasmo, dejando de ocupar mi nombre para arrastrar mi apellido–. No es tan difícil. Dime lo que tengas que decir para poder marcharme. No nos quitemos más tiempo. 

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¿Debía tratarla mal?

¿Decirle algo hiriente? 

¿Mentirle con que nunca me fijaría en alguien como ella? 

¿Hacerle un white fanging?

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Me había propuesto enmendar mi actos pasados con esta versión de Hermione Granger, pero la situación se complicó en demasía al involucrarme en otro nivel con ella. Todo era un jodido nudo ciego y a mi se me estaban acabando las excusas, las ideas, los planes. 

–Qué más quisiera yo que fuera sencillo, Granger, pero no lo es. Es más, no me creerías si te lo dijera –murmuré más para mi mismo que para ella. 

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Pero no. 

Lo dije en voz alta.

Y ella escuchó. 

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Granger me miró decidida y sin preguntarme, tomó mi mano para arrastrarme hasta la sala de Transformaciones, que estaba unos metros más allá de nuestra posición actual. Cerró la puerta tras nosotros y se giró con una seriedad espeluznante para encararme, con toda esa valentía gryffindoriana que representaba. 

–Yo decidiré si te creo o no –sentenció de forma autoritaria–, así que habla. Te escucho.

Quedé en blanco,  pero pronto las palabras de Astoria llegaron de rebote: "es una lástima que la gente tuviera que tomar una pastilla para ser valiente y hablar de forma honesta". 

Yo no había tomado ninguna pastilla, pero podía fingirlo para que me creyera lo que diría a continuación. Además, considerando que Dumbledore estaba al tanto de la situación, ¿era tan terrible contárselo a ella para evitar malos entendidos? claro, probablemente me dejaría de hablar al darse cuenta a quien realmente había besado esta noche, pero tal vez, eso no sería tan malo después de todo. ¿O sí?

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Houston. Tenemos un problema.

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Para ese entonces, mi cabeza estaba hecha un desastre, y advertía que la paciencia de Granger se estaba acabando, encontrándose a escasos segundos de mandarme al carajo. Si no me confesaba ahora, era un cobarde. Pero si lo hacía, ¿era un temerario?  No. Confiaba demasiado en ella, no me delataría. 

Así que inhalé todo el aire que me permitieron los pulmones y abrí las compuertas de mi verdad. 

–Antes querías saber porqué estaba interesado en los universos paralelos y porqué te pedí aquella investigación –ella asintió–. Pues te diré el motivo...

Tomé una pausa ya que sentí la garganta estrangulada. En el fondo, temía su reacción, no deseaba su odio ni su asco, pero ya era tarde. Era momento de ser transparente. Ella merecía la verdad.  

–Necesitaba saber sobre ese tema porque tengo que volver a mi propio universo. Granger, yo no pertenezco acá –confesé.

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N/A: Para variar corriendo, pero llegué, no me odien =(

N/A 2: HOY SE CUMPLEN LOS 30 DÍAS. ¡Qué extraño, pasó volando! y para variar, me alargué y no alcancé a terminar la historia. Pero no se preocupen. Trataré de seguir actualizando a diario o al menos día por medio para darle un pronto final. Gracias por acompañarme en esta travesía. 












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