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"Todo cielo tiene su lucifer y todo paraíso su tentación."

José Saramago

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Listo

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Había dejado caer la bomba y ahora solo restaba esperar su reacción a la noticia. Me quedé estático aguardando su respuesta, pero ella solo me observaba con las cejas en alto, las cuales fueron cayendo lentamente por su rostro, hasta juntarse en su ceño.

–¿Me estás tomando el pelo? –pronunció molesta–. ¿Por qué te cuesta tanto rechazarme? No soy una chiquilla, Malfoy, sobreviviré al chasco como lo he hecho en otras ocasiones. Solo odio que me mientan, que me den señales confusas y que...

–No te estoy mintiendo, Granger –la interrumpí cortante, mortalmente serio.

Si bien era improbable que me creyera de buenas a primeras, una parte de mi parecía esperar una aceptación instantánea, lo cual no ocurrió por motivos obvios. Con los nervios de punta y aguantando las ganas de gritar de impotencia, comencé a caminar de un lado a otro por el salón, pasándome la mano compulsivamente por el cabello, mientras ella me seguía con la vista, exudando incredulidad.

–Dices que no eres de este universo –continuó, después de que por segundos solo se escucharon mis pasos retumbar en las paredes–. Entonces... ¿dónde esta el Draco de acá?

Me detuve y la observé con esperanza. Estábamos entrando en un diálogo y ya no en una simple negación. Me había hecho una pregunta inteligente –como era de esperarse de su parte– y saber más sobre el asunto podría servir para convencerla.

–Por algún lugar de aquí –respondí, señalando mi cabeza–. Se encuentra en pausa. Mi consciencia fue la que viajó y se alojó en este cuerpo, por accidente claro está. No pretendía venir en primer lugar, así que terminando el curso, me iré en búsqueda del armario que ya conoces. Ese mito que descubriste investigando, ¿lo recuerdas? es cierto. Yo tuve ese armario en mi universo y debe tener un gemelo acá. Volveré a mi lugar y el Draco de acá tomará su sitio original. No sé en qué condiciones eso sí.

Ella parpadeaba lentamente, destrabando sus brazos y posicionándolos a los costados. Parecía estar procesando toda la información que acababa de soltarle, así que me quedé en silencio, mirándola atento, casi sin respirar para no enturbiar las conclusiones.

–Ya veo... ¡Ahora todo está claro! –soltó de pronto, con evidente ironía en su tono de voz–. ¿Algo más? –añadió burlonamente. 

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¿Así que estamos con esa, Granger?

Pues prepárate para lo que vas a oír. 

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–Sí –contesté, de forma hosca–. Además es necesario que sepas que no sólo mi consciente cruzó a tu universo, sino que también retrocedió en el tiempo. En realidad, tengo cuarenta años y dejé a un hijo adolescente en mi mundo. Por eso debo volver y por eso necesitaba tu investigación, la cual agradezco. 

–Por Merlín, Draco –suspiró, sin inmutarse, rodando los ojos–. Debes dejar de leer ficción o buscar mejores excusas...

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Yo ya me estaba cabreando. 

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–Es la última vez que lo voy a repetir –advertí, airado y bastante ofendido–. No estoy mintiéndote. Allá tú si me crees.  Pero lo que te digo, es lo que es. 

Alter EgoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora