Capítulo 6: Remanente

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El ventanal externo en el Finalizador cuenta con una vista ininterrumpida de la vastedad del universo que no tiene paralelo en ningún otro lugar de la nave. Estrellas, nebulosas y galaxias, todo presentado ante el espectador. Había sido construido para asombrar e inspirar, para ser el lugar perfecto para que un conquistador examinara el dominio de un todo.

Ciertamente, el dominio del imperio que se extiende a sus pies.

Kylo Ren observa con una calma poco propia de él. Su figura imponente y taciturna resalta sobre los bordes de lo que significa la oscuridad del espacio, un remanente de la tormenta que en realidad lleva por dentro. Un bucle que lo devora, un odio desmedido por lo que simboliza y por supuesto siempre provocado por la mujer de cabello castaño.

Rey.

Mentiría si dijera que no estaba sorprendido cuando el zumbido lo envolvió con una familiaridad casi escalofriante. El ruido áspero surcando cómodamente en el fondo de sus tímpanos e instalándose ahí durante unos cuantos minutos. Ni siquiera fue capaz de maldecir a la fuerza o al creador, o a cualquier ser omnipotente que se empeñaba con hundirlo en el fondo de su propia miseria. Porque ahí, delante de él estaba su supuestamente gemela muerta.

Los ojos verdes empañados, las aguas resbalando por sus delicadas mejillas pálidas. Su pecho subiendo y bajando desesperadamente en un infinito esfuerzo por respirar un poco de la  tranquilidad que no tenía. Ren sintió el nudo ardiente en el estómago, un tirón de la fuerza tan fuerte, tan intenso que le quitó el aliento.

Su compañera en la díada.

La díada que creía había desaparecido y que cada maldita noche durante seis años rebuscó en un intento por  tranquilizar a su alma. Rey le seguía doliendo tan intenso, tan íntimo y tan duro, que por momentos pensó que iba a romperse en miles de partes. El anhelo lo mantenía vivo e inestable. Meses y meses creyendo que se volvía loco, fuera de sí. Hubo punto alguno en que pensó que jamás lograría superar su muerte, que la fuerza los había hecho nacer por una razón y la pérdida de su melliza no pasaría por inadvertida. No obstante, después de tanto vino la calma, o al menos quiso convencerse de ello.

La muerte de Rey no era el fin de sus pesares sino todo lo contrario; la falta de su media mitad era la superficie del hueco interminable en el que estaba cayendo. Un agujero negro que tenía comparación con los de la galaxia.

Las noches tocando el hilo de la unión y encontrando el muro frío e impenetrable  desde el otro extremo donde se suponía que estaba ella. La muerte del vínculo no era precisamente la calma que pensaba que tendría, de hecho sentía que gran parte de él se había perdido con la última vez que miró a Rey. Cayó en cuenta que por más que negara sus orígenes, su vínculo, la vida daba mil vueltas y seguía trayendo a él a su propio destino.

Los años sin saber de Rey lo cambiaron; la oscuridad finalmente cedió, quitándole toda la humanidad que le quedaba. Rey era su luz, su ancla a la tierra, el motivo por el que aún tenía piedad por la vida, era dolorosamente buena para él antes de que le traicionara. Que pelearan a muerte.

Seis malditos largos años habían sido suficientes para asentar el imperio que controlaba con tanta devoción. La primera orden superaba el éxito de lo que alguna vez fue el imperio galáctico, siendo éste olvidado por la galaxia entera. La veneración de los sistemas inflaban el ego del líder supremo, Kylo Ren en su defecto, tenía la máxima presencia en el universo.

Llevar el dolor de la pérdida había sido como una piedra tras otra en un saco con un fondo limitado. Algo que en algun momento iba a explotar y causar una bomba nuclear dentro él. Quería gritar y romperlo todo; romper a Rey de formas tan dolorosas que sólo podían aliviar un poco la carga que tenía sobre los hombros. Porque si tomaba venganza en contra de la mujer que lo había lastimado tan crudo, quizá obtendría su ansiada calma. Luego, los ojos esmeraldas habían estado confundidos, como si no recordara nada de lo ocurrido de la noche que se vieron por última vez. Como si lo hubiese olvidado. Incluso había leído su mente, encontrándose con las barreras caídas, porque Rey no tenía idea de lo que había pasado antes de su deserción. No tenía idea de quien demonios era él y mierda, no puede decir que no le dolió.

𝐄𝐑𝐀𝐕𝐀𝐍𝐀 | 𝐑𝐄𝐘𝐋𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora