Capítulo 18: Tiranía

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Han pasado seis horas y veinticinco minutos desde que tocó la superficie sedosa de su cama, y sin embargo no pudo dormirse.

Abre las piernas, extendiendo las extremidades de una forma que sea más cómoda para la posición tensa en la que se encuentra. Por supuesto, ha sido complicado por el dolor de sus huesos y la rugosidad de sus propias ropas en las heridas abiertas de la espalda. Nunca se había sentido tan acabada física y emocionalmente,  al grado de pensar en hacerse una bola y no salir nunca de la cama.

Se lleva las manos a la cara, sollozando en el absoluto silencio, sólo interrumpido por el tic-tac del cronógrafo sobre la mesita de noche. Ayer había sido el día más duro de su vida, uno lleno de dolor y vergüenza hacia si misma, reprochándose mil y un veces su fragilidad y su miedo. ¿Cómo había llegado a convertirse en esto? Ella era fuerte, muy fuerte ante cualquier adversidad que su vida triste como carroñera le pusiera en frente. Pero ahora, apenas y podía mirar a los otros a la cara, haciendo que su timidez le causara conflicto.

Porque ella nunca había sido débil y creyó que nunca lo sería.

Todas las noches ha soñado con los peores escenarios desde que llegó aquí, imaginando que sus mejores amigos.—su familia.—ha soportado una infinidad de torturas y caprichos del líder supremo. Ha aprendido a conocer cada gesto no verbal de su hermano, a medir sus pasos y cuidar de no hacer algo que pudiera molestarle. No obstante, ha hecho un trato, uno que espera que él le cumpla.

La emoción de ver una vez más a sus amigos la ha dejado en el insomnio. Se sintió culpable por traerlos hasta la primera orden y ahora se siente responsable de su liberación. Por eso, cuando el soldado de asalto llega a sus aposentos una hora después de que decide levantarse de la cama, ella lo sigue sin decir una palabra, casi saltando de alegría y alivio rebosante.

El turboascensor desciende más de cien niveles antes de que la oscura; fría, solitaria y tenebrosa sección de celdas aparezca en su campo de visión. Rey se siente abrumada cuando sus pies tocan el duracero de la prisión, horriblemente arrepentida por dejar tantos días a sus amigos en estas condiciones. Se pregunta si han comido, si los tratan bien o si todavía siguen con vida, porque mientras Kylo Ren estuviese en esta galaxia, la vida de ella, de Finn y de Rose no está a salvo. Tiene que ser empujada ligeramente por la punta del blaster del guardia y camina lentamente hasta el final del pasillo. En su camino, mira a las decenas de prisioneros en pésimas condiciones.—La mayoría de ellos que no excede ni la mediana edad.— pedir clemencia a los guardias o a ella misma. Rey traga saliva cuando pasa por el anillo de máxima seguridad y el par de niños en condiciones deprimentes la miran con miedo desde una reforzada celda. ¿Siempre ha sido así? ¿Kylo Ren ha lastimado, encarcelado y obligado a las criaturas a vivir bajo la tiranía de la primera orden?

Su estómago se revuelve, no quiere volver a entrar ahí, pero cuando está a punto de arrepentirse y dar la vuelta, la voz sorprendida y áspera de su mejor amigo le ilumina el día.

—¿Rey?—¿Cuánto había deseado oír esa voz? ¿Cuánto había deseado que estuviese con vida? Los ojos aceitunados de Finn brillan bajo el faro ceniciento de la celda diez, mientras que Rose, quien luce más delgada, se pone en pie desde su litera.—¡No puedo creerlo!

Rey pensó que una vez que los viera podría mantener el semblante taciturno, fingir que todo estaba bien con ella, pero cuando los brazos fuertes y cálidos de su mejor amigo la abrazan a través de los barrotes de hierro, ella fácilmente se quiebra. Deja fluir el torrente de lágrimas, picándole en las mejillas frías. Abre sus brazos aún más para que Rose se adapte a ese necesitado abrazo y los tres se consuman en una bola de carne temblorosa y desesperada. ¿Cuánto tiempo deseó abrazarlos? ¿Cuanta falta le han hecho?

𝐄𝐑𝐀𝐕𝐀𝐍𝐀 | 𝐑𝐄𝐘𝐋𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora